El soplo del vendaval (10)

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10
junio
El soplo del vendaval (10)

CAPÍTULO X Se sacó brillo a los zapatos restregándolos contra las perneras de los pantalones mientras esperaban que abrieran. El corazón le palpitaba, y a pesar del frío estaba sudando. Marcelo sonrió burlón ante su nerviosismo. Fue él quien habló al hombre que abrió la puerta presentándose. Jesús se descubrió y estrechó la mano del padre de Orosia. Era bastante más alto que el muchacho, fornido, con cuello de toro, giba de búfalo y bigote, de moda veinte años atrás y excesivamente chocante en aquellos tiempos modernos. Calvo, con más hebras blancas que oscuras, tenía un cráneo alargado y abollado, un rostro ancho, mentón estrecho, mandíbula retraída y nariz prominente, todo lo cual hizo preguntarse a Jesús si Orosia era su hija o la del vecino. -Pasen ustedes. Jesús siguió a Marcelo por un pasillo oscuro, estrecho, interminable, cuyo único faro era la brillante calva de don Sidal, resplandeciente por... >> Leer más

El soplo del vendaval (9)

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03
junio
El soplo del vendaval (9)

CAPÍTULO IX La Zaragoza de 1911 era una ciudad tranquila, cerrada en parte en sí misma, pero llena de un colorido entrañable que el modernismo empezaba a arrebatar. La plaza de la Constitución de 1890 había tenido un delicioso aire de recogimiento provinciano pese a sus amplias dimensiones. Después de la puerta de Santa Engracia, al lado de la plaza Aragón, existía el paseo Sagasta, que era un perenne barrizal, defensa natural de los morosos que iban por sus andenes y veían por el opuesto a algún acreedor, ya que nadie se atrevía a cruzarlo, a menos que se descalzaran y subieran las perneras de los pantalones hasta la rodilla. La calle de Alfonso I era el paseo de los zaragozanos de siete a nueve de la noche, los caballeros y las damas decentemente separados. Ellas por las aceras y ellos por la calzada. En el Coso se instalaban los... >> Leer más