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23
abril
El tejón y el perezoso

1

            En cierta parte del mundo hay una granja de animalitos cuidada por una gallina clueca, a quien le ayudaba una paloma. Pero la paloma quería ver mundo y no quedarse siempre en la granja, por lo que un día emprendió el vuelo para no regresar jamás.

            La gallina se encontró que tenía que hacer su trabajo y el de su ayudante hasta que, varios meses más tarde, pudo contratar otra paloma. Mas, igual que la primera, también ésta se fue un buen día.

            Un año esperó. Por tercera vez contrató una paloma y por tercera vez se quedó sin ella.

            El tiempo pasaba y no aparecían más palomas. Como no daba abasto para cuidar a los animalitos, contrató un día a un viejo tejón, para que hiciera el trabajo de las palomas. El tejón aceptó, pero se llevó con él una hormiguita lista y voluntariosa, para que le ayudara.

            Dos lustros pasaron a entera satisfacción de la gallina, cuando el Señor de la Tierra se dignó a pasar por la granja, descubriendo al tejón haciendo labores de paloma.

            -Esto no puede admitirse –dijo con voz de trueno -. Un tejón no es una paloma.

            La gallina le explicó por qué tenía un tejón y no una paloma. No convenció al Señor de la Tierra, quien respondió que si quería al tejón, debía hacer trabajo de tejón, no de paloma.

            Así fue como el tejón comenzó a hacer sus labores propias. Mas el Señor de la Tierra, por un motivo que no explicó, puso límites indicando al tejón lo que podía y no podía hacer, dentro de sus funciones, estableciendo que lo que estaba más allá de aquellos márgenes no podía hacerlo él sino los seres del bosque.

2

            Un día llegó un león de la montaña que quiso que el tejón hiciera todo el trabajo que le correspondía como tejón. En vano intentó explicarle éste que no podía porque el Señor de la Tierra se lo había vedado.

            El león porfió. El tejón no cedió.

            Entonces el león de la montaña comenzó a hablar mal del tejón y que por su culpa la granja no funcionaba como debía, y que la tenía desatendida.

            Sin embargo, cuando los seres del bosque le dijeron al león que cumpliera con el ejemplo, se fue.

            De todos lo que le oyeron sólo el perezoso le escuchó.

3

            Pasó el tiempo y se hizo cargo de la granja un nuevo administrador, el cual se hacía acompañar como secretario, por el ambicioso perezoso. Éste convenció al administrador de que podían mejorar la granja, convirtiéndola en un modelo para las demás. Para ello sólo se precisaba, le decía, que el tejón hiciera el doble de horas y que ejerciera de tejón en su totalidad, de lunes a domingo.

            El tejón respondió que no iba a hacerlo a menos que el Señor de la Tierra se lo autorizase y que, con todo, no estaría de lunes a domingo sino de lunes a viernes.

            Entonces el administrador le dijo que se fuera.

            No se fue.

           A regañadientes tuvieron que soportarlo, porque ni tejones ni palomas estaban interesados por la granja a pesar de sus ofertas. Desesperados, incluso hablaron con la diligente hormiguita para que hiciera la labor del tejón, aún siendo hormiga.

            Ya ha pasado un año y nadie sabe cómo acabará. El tejón sigue en sus trece; la hormiguita, continúa con su labor; la gallina, calla; el administrador espera que algún día aparezca otro tejón. ¿Y el perezoso? Ha dimitido, porque la secretaría era demasiado trabajo para él.

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