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12
marzo
POLVO AL VIENTO (57)

CUARTA PARTE

DESPERADO

CAPÍTULO 9

No hay dos sin tres

Los ojos de Pat Garrett brillaban sombríos aunque intentaba no evidenciarlo en su rostro. No había tenido más remedio que doblegarse y dirigirse los tres a casa de los Maxwell cuando hubiera preferido irse de la ciudad. A pesar de todo, en cierto modo era una suerte; Billy no iba a aparecer por allí. Haría el papelón para quedar bien y después se marcharía.

***

Aunque había accedido no acompañarla a casa por precaución, tras informarla de las noticias de Saval, Billy siguió de lejos a Celsa. Cuando la muchacha llegó a su domicilio, Kid no vio ningún movimiento extraño por los alrededores. No obstante los inspeccionó; había una buena iluminación con la luna llena de aquella noche. No halló a nadie. Aún así no estaba tranquilo. La advertencia de Saval le había metido el miedo en el cuerpo. Quizá fuera ese el motivo, pero tenía un mal presentimiento, igual que la noche que mataron a Tom.

Al huerto no se acercó; demasiado peligroso si estaban escondidos.

Regresó al baile. Billy Barlow estaba esperándole.

-¿Dónde vamos?

Kid arrugó la nariz por la peste a alcohol. No estaba borracho, pero sí algo más bebido de la cuenta.

-Iremos a casa de Jesús Silva. A ver si nos quiere dar de cenar.

De paso, aprovecharía para que le contara lo que había visto.

***

La casa de los Maxwell estaba a unos sesenta metros. Era de una sola planta con un porche enfrente. Un largo pasillo comunicaba la entrada con un patio y distintas puertas daban a otras tantas habitaciones a un lado, mientras que en el otro tan sólo había dos.

-Quedaos aquí –dijo Garrett -. Entraré yo solo a hablar con Pete, a vosotros no os conoce y no quiero que se asuste si entramos todos. Vigilad por si viene Billy.

-¿Y si ya está dentro?

-No estará –respondió con total seguridad. Si hubiera sido la casa de su cuñada no se habría atrevido a entrar, en cambio aquí añadió farruco -: Pero si está, oiréis los disparos cuando lo mate.

-Esperaremos en el porche –dijo Poe.

La casa permanecía en silencio. Iluminó el reloj con una cerilla, faltaba poco para la medianoche.

Tanteó la puerta. Estaba cerrada, pero sin echar el cerrojo. La abrió. Caminó unos pasos por el pasillo hasta la primera puerta a la izquierda; el dormitorio de Pete Maxwell.

Pete despertó bruscamente cuando le movió el hombro.

-No te asustes, soy Pat –dijo como si tuviera que conocerle a la fuerza.

Entre el sobresalto, la oscuridad y el sueño Pete no reconoció a nadie.

-¿Qué Pat?

-Pat Garrett.

-¿Qué haces aquí?

-Busco a Billy.

-Aquí no lo encontrarás.

-¿Sabes dónde?

-Con tu cuñada, supongo.

Aquello ya lo sospechaba él, pero tenía que seguir disimulando para que los dos de afuera no sospecharan nada.

-Con ella no está –respondió.

-Entonces no tengo ni idea. Sólo sé que lleva un tiempo por aquí, pero no de forma fija. Va y viene.

Sabía más de lo que contaba, como por ejemplo, que según sus últimas noticias estaba en el rancho de Frank Yerby o con Francisco Lobato, pero aquello no se lo iba a decir.

***

Jesús Silva se alarmó al ver a Billy en la puerta cuando la abrió. Lo hizo entrar rápidamente.

-Creí que te habías ido.

-¿Por qué?

-Porque Pat Garrett está aquí. ¿No te lo ha dicho Saval?

-Sí. Me dijo que lo viste en el huerto de la vieja Adelita.

-Exacto. Fue cuando me marché de allí. No le distinguí la cara, pero por lo desgarbado de su estatura tenía que ser él. Estaban medio escondidos entre los melocotoneros. Había tres. Avisé a Saval por si te veía.

-Y lo hizo, pero no tengo intención de irme sin comer nada antes. Tenemos el estómago vacío.

-Hace horas que no comemos –añadió Barlow.

-Sentaos. Prepararé unos frijoles.

Barlow se descalzó con confianza.

-Estas botas nuevas me están matando. No debí estrenarlas con lo que hemos bailado.

Se quitó también el cinturón del arma. Kid, por precaución, conservó el suyo.

-Así que tres –dijo.

Jesús hizo un sonido gutural asintiendo con la cabeza.

-Supongo que uno sería el que preguntaba por mí esta mañana.

-Es posible.

Barlow se aproximó a la cocina.

-¿No hay carne? Llevamos comiendo frijoles y tortillas toda la semana.

-No tengo otra cosa, pero si queréis carne, Pete Maxwell ha matado una res esta tarde. Si vais a buscar un trozo os lo prepararé.

Salir a la oscuridad sin saber dónde estaba Pat Garrett. Si no estaba acechando la casa de Celsa debería estar vigilando otras que solía frecuentar, Pat las conocía todas, y la de Maxwell era una de ellas.

-Perdono la carne –dijo -. Me comeré los frijoles.

-Pues yo, no –respondió Barlow -. Iré a por ella.

-¿No has estado oyendo que Pat Garrett está aquí? Es peligroso.

-Para ti. No para mí.

Sonrió.

-No te preocupes. Traeré chuletas para los dos. ¿Me prestas un cuchillo? –preguntó a Silva.

-Ahí tienes.

Pensó en calzarse antes de salir, pero desechó la idea; la casa de los Maxwell no estaba lejos y los pies le dolían demasiado para ponerse otra vez las botas.

***

Tenía aspecto de ser un patio trasero, pensó Poe paseando la vista por los porches mientras se preguntaba qué estaba haciendo Pat Garrett.

Vio que McKinney le hacía señas indicando detrás de él. A lo lejos alguien parecía que estaba orinando contra la pared.

***

Barlow se había detenido a mear un momento, diciéndose que había bebido demasiado, y luego continuó andando mientras se arreglaba el pantalón. Entonces los vio. Estaban en penumbra con las sombras del edificio cubriéndoles las caras.

Recordó que Jesús Silva había dicho que eran tres, pero sólo veía a dos. No se escondían, pero tampoco eran visibles.

Desconfió mientras meditaba qué hacer. Si se iba parecería sospechoso y podían seguirle. Quedándose podía averiguar quienes eran e informar a su amigo; era lo menos que podía hacer para agradecerle el detalle con Isadora.

Continuó caminando hacia ellos.

McKinney, que se había sentado, se puso en pie por precaución al ver que se acercaba. Una de sus espuelas quedó atrapada debajo del porche y estuvo a punto de caerse.

A Barlow le hizo gracia y soltó una pequeña risa.

-¿Quiénes son? –preguntó en español.

No obtuvo respuesta.

***

Sintió que el corazón se desbocaba al oír la voz en el exterior. No entendió lo que dijo al cogerle despistado, pero era la voz de un joven.

Miró por la ventana, que estaba abierta, para que entrara algo de brisa en aquella noche calurosa sin atreverse a salir.

Se percató que Pete iba a encender una lámpara. Lo encañonó.

-¡No enciendas! ¡No le avises!

Aunque fue un cuchicheo, su voz tenía una octava de histerismo.

Volvió a mirar por la ventana. Tenía la boca seca.

Allí estaba. Le daba la espalda, pero era él. Lo reconocería en cualquier sitio; la voz joven, la estatura, la delgadez.

***

La penumbra del porche no dejaba ver las caras de los agentes de la Ley, pero la de Barlow ahora se veía perfectamente al estar en el centro del patio.

Poe se dio cuenta que su compañero se había relajado. McKinney le había dicho que conocía a Kid Bonney, con lo cual aquel joven debía ser otra persona, acaso algún empleado de los Maxwell. Llevaba ropa mexicana y un cuchillo para cortar carne en la mano.

-¿Quiénes son? –repitió Barlow otra vez en español.

Ahora Garrett lo oyó perfectamente.

Friends –respondió McKinney.

***

¿Qué hacían sus hombres que no lo acribillaban? ¿Tenían miedo, los cobardes?

Pat Garrett retrocedió cautelosamente, sin ruido, que no le oyera. De pronto el terror que tenía desde que el chico escapó se convirtió en pavor. Se agazapó tras la cama.

Pete Maxwell no se movía del lecho. También había oído la voz, le resultaba conocida aunque hubiera jurado que no era la de Billy. Sin embargo, la reacción del intrépido sheriff no dejaba lugar a dudas de quién estaba fuera.

***

Amigos, había respondido en inglés uno. Barlow no estaba tan seguro de que lo fueran.

***

Finge no entender la respuesta, se dijo Pat Garrett; Kid quería hacerse pasar por mexicano.

El sheriff tenía el revólver en la mano, sudada. Si tuviera la certeza de acertarle a aquella distancia… No se atrevió. Si fallaba el tiro estaban muertos los tres.

Se convenció de que no iba a averiguar más. Pero dos desconocidos que sólo hablaban inglés no era nada bueno.

Quizá Pete podía decirle algo más, después de todo estaban en el patio de su casa.

Caminó de espaldas hacia la puerta sin quitarles el ojo.

***

Pat Garrett palideció en la oscuridad cuando vio que retrocedía hacia el edificio.

***

Echó la mano hacia atrás buscando la puerta. Sólo halló el hueco. ¿Estaba abierta? Aquello le extrañó. Aunque no echaran el pestillo siempre se cerraban de noche, para que no entraran alimañas dentro de las casas. Aquella región era rica en serpientes de cascabel, zorrillos, ciempiés, escorpiones… con gran actividad nocturna.

***

Ni Poe ni McKinney se movieron; aquel joven no era quien esperaban. Tampoco les extrañó que desconfiara de ellos ni que entrara en la casa; sin duda para advertir a su patrón de que había dos forasteros en el patio.

***

Barlow seguía caminando de espaldas por el pasillo sin perderles de vista. Había trabajado un tiempo para los Maxwell y conocía la disposición de la casa.

***

Cada paso que oía le provocaba un brusco latido en el corazón.

Una sombra se detuvo en la puerta de la habitación, sin entrar.

Garrett respiraba entrecortadamente.

***

Estaba con el cuello girado. Aún los veía. No se habían movido. Entró de espaldas en el dormitorio lanzándoles un último vistazo.

-Pete, ¿quiénes son? –preguntó en español.

La voz no era la de Kid, pero su silueta sí. Desconcertado Maxwell preguntó:

-¿Eres Billy?

-Sí. ¿Quién es…?

Esa gente, iba a decir, pero no pudo terminar. La bala que le entró por la espalda se lo impidió.

***

El terror que tenía Pat Garrett hizo que disparara tan pronto oyó el . Había tenido que sujetar la pistola con las dos manos por lo que le temblaba el pulso de miedo al ver que entraba, y tan pronto disparó se tiró a un lado dominado por el pánico al tiempo que disparaba otra vez sin apuntar.

Desde el suelo vio el cuerpo de Billy caído, pero no se atrevió a moverse.

Asustado Pete salió corriendo al patio.

-¡No disparen! ¡No disparen! –gritaba a los ayudantes del sheriff.

Sólo entonces tuvo valor Pat Garrett de salir corriendo atropelladamente. En el exterior viendo que Billy no le perseguía consiguió serenarse.

-¿Qué ha pasado? –preguntó McKinney.

-Era Billy the Kid –respondió bizarro -, creo que lo tengo.

Poe no conocía a Billy, pero le había parecido un mexicano.

-Pat –dijo -, ese no era él. Creo que tenías razón esta tarde de que no vendría a esta casa. Le has disparado al hombre equivocado.

¿Otra vez?

Pat Garrett titubeó.

No, no.

Su porte… la silueta…

-Conozco muy bien su voz –mintió -. Es él.

-Te equivocas –ahora fue McKinney quien habló. Estaba muy seguro, le había visto bien la cara.

Garret porfió.

No se ponían de acuerdo.

Había una forma muy sencilla de salir de dudas: entrar y ver el cuerpo, pero ninguno se atrevía y menos Pat Garrett. Seguro que el tunante de Billy se estaba haciendo el muerto, esperándoles.

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