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05
marzo
POLVO AL VIENTO (56)

CUARTA PARTE

DESPERADO

CAPÍTULO 8

14 de julio de 1881

Temprano por la mañana Pat Garrett y sus compañeros montaron a caballo y subieron a las colinas. Contemplaron Fort Sumner con los prismáticos. El pueblo comenzaba su quehacer diario. Esperaron unas dos horas a que tuviese más vida. Luego Poe se aproximó a la localidad para espiar.

Eran las diez de la mañana cuando entraba en Fort Sumner y con una población pequeña, en la que se conocían todos, en donde los anglosajones no llegaban a la media docena siendo la mayoría población hispana, le vieron el plumero tan pronto habló. Sus preguntas sobre Billy fueron recibidas con recelo; las respuestas, vagas y engañosas, hasta el punto que no sacó nada en claro.

Asqueado, Poe cabalgó hasta el rancho de Milnor Rudolph, a siete millas, próximo a la diminuta localidad de Sunnyside, a quien Garrett le había dicho que acudiera a pedir información si fracasaba, aunque se le olvidó advertirle que Milnor era amigo de Billy.

-Sí –respondió Rudolph -, he oído que Kid está en Fort Sumner, pero no me lo creo –mintió -. El chico es demasiado inteligente como para estar allí sabiendo que lo buscan y más con una recompensa por su captura o muerte.

No tuvo con Milnor Rudolph más éxito que con los mexicanos.

Se reunió con Garrett y McKinney hacia el atardecer informándoles de su fracaso.

-Bien –afirmó Pat -, está claro que Billy no está aquí. Vayámonos y busquémoslo por…

-No –cortó Poe -. Está aquí. Mis confidentes no suelen equivocarse.

McKinney estaba de acuerdo.

Pat Garrett, temeroso de que sospecharan que realmente no quería enfrentarse a Billy, aún siendo tres, no le quedó más remedio que ceder.

-Como queráis. Nos apostaremos cerca de la casa de una muchacha de la que está prendado. Si está en Fort Sumner como aseguras John, irá a visitarla. Entonces lo capturaremos.

Pero el tramposo, en lugar de llevarlos a casa de Celsa, aprovechando que no conocían la localidad, los condujo a la de una anciana viuda, cercana a un huerto rico en melocotoneros, sabiendo que Kid no asomaría la nariz por allí.

Dos horas pasaron escondidos entre los árboles, lentas, largas, aburridas y en silencio, porque Pat había prohibido hablar para no descubrir su presencia. Quienes sí hablaban era un grupito al otro lado de la barda del huerto, que llevaban una animada conversación en español, aunque demasiado lejos para escuchar las palabras con claridad.

***

Al final había podido llegar puntual al baile; apenas había comenzado cuando asomó por la puerta.

Billy Barlow acudió risueño tan pronto lo vio.

-¿Ves aquella viejita? –preguntó después de saludarlo.

Una muchacha mexicana, una preciosidad, aunque no podía compararse con Celsa.

-La tengo en el bote –añadió Barlow.

-¡Adelante con ella! –sonrió.

-No es tan fácil. Hay un problema.

-¿No dices que la tienes en el bote?

-Porque cree soy tú –gimió mustio -. Se me acerca y me pregunta, ¿eres Billy?, y yo me digo, ¿de qué me conoce? Pero claro, me llamo así, con lo que contesto que sí. Y comienza a hablarme y… bueno, de la forma como hablaba me di cuenta que me confundió contigo.

No era de extrañar. Tenían ambos la misma estatura, delgados, edad similar, sólo que Barlow era más moreno que Kid al ser medio mexicano.

-Quieres que te siga el juego –adivinó.

-Creo que estoy enamorado.

Flechazo, creo que se llama, pensó contemplando a la joven con ojos lánguidos.

-Dile que eres Billy Barlow, no Billy Bonney.

-¿Y que me plante?

-Terminará enterándose y más en este pueblo en que todos me conocen.

-¡No mames! –estaba asustado -, ¡No seas pendejo!

-Yo no diré nada, pero se enterará igual y entonces sí que te plantará, porque se sentirá engañada.

Barlow sentía palpitar su corazón, Kid estaba en lo cierto, pero no tenía valor para desengañarla.

-Ya veré cómo lo lidio entonces. Kid, te lo suplico.

Billy arqueó las cejas.

-Como quieras, pero mira, Celsa está con ella, van a hablar.

-¡Hija de la chingada!

-Vamos, preséntame.

Se acercó rápidamente seguido de un pálido Barlow.

-Isadora –no sabía qué decir -, este es mi amigo…

-Billy Barlow –se adelantó Kid con una sonrisa traviesa -, encantado de conocerla.

Celsa le miró extrañada preguntándose qué planeaban aquellos dos, mientras Kid se extendía en elogios sobre su amigo el Chavito, allí presente.

-Bueno, tampoco te pases –murmuró el verdadero Barlow, rojo de vergüenza y con la sensación de que Billy se pitorreaba de él.

-Es muy vergonzoso, ¿verdad?

-Sí –reconoció Isadora con ojos brillantes. Era tan guapo, tan simpático, encantador y al mismo tiempo tan tímido.

Mejor dejarlos solos, pensó Kid.

-¿Me concede este baile? –solicitó a Celsa.

-Encantada, señor Barlow –respondió sospechando lo que ocurría.

***

Los del huerto ya se habían ido. A uno lo vieron salir por la puerta donde estaban ellos, pero tan lejos y en penumbra que tan solo distinguieron que vestía un sombrero de ala ancha, un chaleco oscuro, pantalones y estaba en mangas de camisa.

Un año más tarde Pat Garrett escribiría que aquel hombre era Billy the Kid, y a nadie se le ocurrió preguntarle cómo lo supo si no le vio la cara y estaba demasiado lejos para reconocerlo, según su propio escrito.

-No está en Fort Sumner. Habría venido a esta casa a ver a su novia –mintió -. Estamos perdiendo el tiempo, propongo que nos vayamos del pueblo.

-He oído decir que su novia es Paulita Maxwell –dijo McKinney.

-¿Quién te ha dicho eso?

-Jim East. Me contó cómo la familia Maxwell te pidió permiso para que los visitara cuando lo detuviste. El abrazo que le dio Mrs. Maxwell sólo se da a alguien muy cercano a la familia.

-Un futuro yerno –dedujo Poe.

Pat Garrett callaba sin desengañarlos.

-Y lo que hizo Paulita…

-¿Qué hizo?

-Quería estar a solas con Kid.

-Para ayudarle a escapar.

-Sin duda; no dejaba de ser su novio.

Garrett se atusó el bigote con un suspiro.

-No es aquí donde hemos de vigilar –dijo Poe -. Es en casa de los Maxwell.

***

Estaban saliendo del baile cuando Saval lo cogió del brazo.

-¿Puedo hablar contigo? A solas –añadió al ver que Celsa se detenía.

La expresión de su hermano intrigó y preocupó a la muchacha, que caminó hacia la calle sin hacer ningún comentario.

-Pat Garrett está aquí –dijo cuando estuvo seguro que Celsa no le oía.

Aquello explicaba su semblante grave.

-¿Estás seguro?

-Jesús Silva lo ha visto en el huerto que está al lado de la casa de la vieja Adelita. Según me ha dicho, estaba emboscado.

Billy no respondió, pensativo.

-Hay más –continuó el mexicano -. Esta mañana había un forastero haciendo preguntas sobre ti.

-¿Quién?

-Nadie lo conoce.

-¿Dónde está ahora?

-Se fue hacia el mediodía.

¿Uno de los hombres de Pat o un cazarrecompensas? Después de todo, Garrett no necesitaba enviar a nadie a preguntar; sabía que estaba en Fort Sumner, él se lo había escrito en la nota.

Así que tendría que lidiar con dos frentes.

-¿Ocurre algo?

La voz de Celsa interrumpió sus pensamientos. La muchacha había retrocedido al ver cómo el rostro de Billy se oscurecía tras hablar con su hermano.

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