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10
octubre
POLVO AL VIENTO (35)

TERCERA PARTE

FORAJIDO

CAPÍTULO 5

Los reguladores se disuelven

En Puerto Luna vendieron algunos caballos, asistieron al baile local y prosiguieron camino a Antón Chico donde vendieron el resto a buen precio.

Entraron en la cantina a celebrarlo. Billy, para no romper la costumbre, pidió agua.

Mientras les servían apareció el sheriff con ocho hombres. Se había corrido la voz de que Kid y su banda estaban en el pueblo y pensó que era una buena oportunidad para detenerlo.

-Tranquilos – dijo a media voz Billy cuando vio que uno de los suyos hacía un ademán hacia el arma.

Avanzó hasta ponerse a la altura del sheriff Romero.

-¿Tiene usted alguna orden de arresto? –preguntó afablemente sabiendo que no, puesto que estaban en otra jurisdicción.

El sheriff se sintió descolocado. Había esperado alguna amenaza o incluso alguna reacción violenta. En cambio aquel boy le hacía una simple pregunta.

-Eso no tiene nada que ver –rezongó.

Sentía sudores en la espalda.

La expresión amable de Kid no se alteró.

-Mire –analizó educadamente -, sin duda nosotros tenemos mucha más experiencia que ustedes en tiroteos. Aunque nos maten a todos, que es lo más probable, ¿cuántos de ustedes no morirán también? ¿No le parece sheriff que es un precio demasiado caro, para no tener ninguna orden de arresto?

Romero no respondió, pero Billy detectó incertidumbre en sus ojos y temor en sus acompañantes, gentes del lugar, tenderos, comerciantes, sastres, cerrajeros… oficios sin ninguna destreza en las armas, que habían sido reclutados como ayudantes del sheriff hacía pocos minutos.

-Le ofrezco una cosa –continuó el muchacho aprovechando el silencio -. Le doy mi palabra que no armaremos camorra ni crearemos problemas el tiempo que estemos aquí.

-¿Cuánto tiempo será?

-Un par de días. Hemos visto que están en fiestas y queremos divertirnos. Diversión sana, por supuesto.

Romero no sabía muy bien qué hacer, pero el forajido tenía razón, aunque los mataran a todos, ellos también tendrían muertos y ninguno de sus hombres, tampoco él, querían aquel final; la fama de aquel joven era despiadada.

Además, no estaban buscados en su condado. No incumplía la Ley si no los detenía puesto que allí no habían delinquido.

Decidió confiar en la palabra de Billy y rezó para que fuera el tipo de persona que la cumplía.

-De acuerdo, me parece bien –aceptó.

Kid asintió con la cabeza sonriendo amistoso.

-Me agrada su sensatez. Venga, les invitamos a todos a una ronda.

Compartieron fraternalmente las bebidas, rieron con algún comentario de Billy y nadie habría dicho al verlos que había estado a punto de armarse la de San Quintín.

Cuando Romero abandonó la taberna no sabía cómo catalogar a Billy Bonney. Nunca hubiera esperado aquella forma de ser en un hombre de su infamia.

Tres días después los reguladores pasaron cuentas del dinero que les quedaba de la venta de los caballos habiendo descontado del mismo la estancia en Antón Chico.

Terminada la guerra y la manada vendida nada les unía ya. El grupo se deshizo. Los primos George y Frank Coe, con sus haciendas saqueadas y perseguidos como proscritos, se fueron a Colorado; José Chávez se quedó en Texas; otros emigraron a Arizona. Se dieron la mano cuando se despidieron.

Anteriormente Billy siempre había huido del peligro, lo hizo cuando se fugó en Silver City y cuando mató a Cahill en Arizona, incluso cambiado de nombre, pero esta vez, aunque su sentido común le decía que permaneciera en Texas, donde nadie lo perseguía y podía comenzar de cero, el corazón le empujaba a regresar a Fort Sumner.

No podía quitarse de la cabeza a Celsa Gutiérrez, sus bonitos ojos negros, su tierna sonrisa, su olor a adelfa, aquella rosa roja que parecía susurrarle amor y hermosura. Nunca había sentido por ninguna muchacha lo que sentía por ella. Necesitaba volver a verla. No sabía si estaba enamorado o no, pero sí era algo especial; quería estar con ella.

El corazón adolescente le pudo a la cabeza; aquello lo sentenciaba a seguir luchando contra Dolan y la Ley en el Territorio de Nuevo México.

No fue solo, lo acompañaron Tom Folliard y cuatro compañeros más.

En Fort Sumner se reunió con Doc Scurlock y Charlie Bowdre, que había conseguido trabajo con Pete Maxwell gracias a Doc.

Charlie informó que había decidido abandonar a la señora McSween al comprobar que ya no corría peligro.

-De todas formas, Jim French sigue con ella, no se fía porque Susan quiere continuar la lucha de su esposo. Ha contratado a un abogado, un tal Chapman.

Pero él ya no quería saber nada de aquello, así que decidió ir a Fort Sumner a ver a su novia.

-¿Tienes novia aquí? No lo sabía.

-Sí, íbamos a casarnos cuando mataron a Tunstall y comenzó todo este lío.

Habían tenido que posponerlo, pero ahora seguirían adelante. Además, tenía un empleo allí mismo, con lo cual la futura señora Bowdre estaba encantada al no tener que separarse de su familia.

En aquellos momentos Charlie tenía intención de regresar con Doc a Río Ruidoso, para hacer la mudanza. Billy se ofreció para ayudarles.

Ni Doc ni Charlie intentaron vender sus ranchos, simplemente los abandonaron.

Mientras Billy aprovechaba el viaje para pasar por San Patricio a recoger ropa limpia y de mudar, los periódicos daban a conocer sus continuos y horribles atracos al mando de su aterradora banda.

A Pete Maxwell no le hizo ninguna gracia que regresara Billy, pero consideró conveniente llevarse bien con él, por lo que le permitió obtener viviendas, para sus compañeros y él mismo, en el antiguo hospital indio situado en los aledaños de la población. No es que Billy le cayera mal, sino que, como a Saval Gutiérrez con su hermana Celsa, le preocupaba que Paulita se enredara con un forajido.

Luz Maxwell, en cambio, apreciaba sinceramente a Billy. Después de conocerlo no creía ninguna de las habladurías que habían corrido entre él y Sally Chisum, y la forma como había salvado la vida de su futuro yerno no la olvidó en la vida. De hecho permitió que Kid entrara en su vivienda como una amistad más, para alegría de Paulita que estaba encantada; el joven le gustaba muchísimo. Y aunque a Pete esto le quitaba el sueño, Luz estaba muy tranquila confiando en el buen juicio de Billy. Además, se había percatado de las miraditas del chico a Celsa, con lo que estaba segura que Paulita, como mucho, sólo llegaría  a ser una buena amiga.

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