Sin Comentarios
18
septiembre
POLVO AL VIENTO (32)

TERCERA PARTE

FORAJIDO

CAPÍTULO 2

Fort Sumner

El rancho de Fran Coe estaba lleno de reguladores, todos en la misma situación que Billy, algunos habían llegado a pie, pero los más robando caballos y, con el asalto a la reserva india, había más monturas que reguladores.

Cuando Billy llegó al rancho se encontró con la desagradable sorpresa de que le acusaban del asesinato del agente indio.

-¡Pero si ni siquiera he estado allí! –protestó.

-Ya lo sé –dijo Scurlock -, pero es lo que se corre. Para tu desgracia te has hecho demasiado popular.

-¡Si eso es popularidad!

Aventó el sombrero a una silla con rabia. Era uno de copa alta que se había comprado cuando trabajaba con George Coe, para la muda de los domingos. No tenía otro para sustituir el mexicano perdido ni dinero para comprarse más.

-Has llamado en exceso la atención en esta guerra.

-Sólo he sido uno de tantos.

-Cierto. Nosotros lo sabemos, pero para Dolan y compañía tú has destacado siempre, para ellos eres el cabecilla.

Kid no contestó, mohíno.

-Billy –dijo Scurlock afectuosamente -, te van a perseguir. Tom me ha comentado que quieres dejarlo ahora que McSween ha muerto; es algo que deseamos todos, pero a ti te perseguirán. Les has herido en su orgullo y eso, en gente con tanta soberbia, es peor que cualquier cosa que pudiera haber hecho Tunstall.

Los ojos de Kid eran sombríos cuando los puso en Scurlock.

-¿Qué me aconsejas?

-No soy quien ni sé qué decirte. Mi intención, hablo de mí, es desaparecer.

En los siguientes días no llegó ningún rezagado más y Doc aprovechó, ya que estaban todos reunidos, para hablarles. Les dijo que muerto McSween la guerra había terminado, pero eso no quería decir que hubiera paz, porque todos eran proscritos, con lo cual serían perseguidos y tiroteados.

-Por suerte, no os conocen a todos. Mi consejo es que regreséis a vuestras casas, no tenéis que seguir nuestro destino. Vivid en paz los que podáis.

Los más recientes se fueron casi todos, sólo quedaron los reguladores originales. Tom Folliard también se quedó diciendo que no tenía dónde ir.

A los que permanecieron Doc les dijo de vender los caballos sobrantes, pero no allí sino en otro condado, donde legalmente el sheriff Peppin no pudiera hacerles nada, si es que podía encontrarlos, porque desde la batalla de Lincoln los reguladores aparecían y desaparecían sin dejar rastro.

Camino de Texas, donde pensaban vender los caballos se encontraron con Chisum, que también se dirigía allí con su ganado.

Billy sonrió al ver a Sallie. Se acercó descubriéndose la cabeza al saludarla.

-Nunca creí que te convirtieras en un infame.

El tono seco y metálico de la muchacha hirió a Kid.

-¿No creerás lo que dicen de mí?

-Dicen muchas cosas y ninguna buena.

-Todas mentiras –cortó.

Pudiera ser verdad. Sí, seguro que lo era, Billy nunca la había mentido, pero la joven se dio cuenta que estaba marcado, que nunca podría llevar una vida normal y aunque lo amaba supo que no quería esa vida para ella.

Nunca llegó a haber nada entre ellos, como había pronosticado acertadamente Billy a Dick Brewer, quedando una sincera amistad que guardaba las distancias y que se fue enfriando lentamente. La última vez que llegaron a coincidir ni siquiera se saludaron fingiendo no conocerse.

Entre tanto Doc había acordado acompañar a Chisum, ya que ambos grupos iban en la misma dirección.


Fort Sumner estaba al norte del río Pecos, en el condado de De Baca. Había sido un fuerte militar hasta 1868, veinte años antes. Su misión había sido controlar las poblaciones apaches de navajos y mescaleros. Tras el cierre, al quedar éstos reducidos en reservas, el Gobierno Federal lo puso en venta. Fue comprado por Lucien Bonaparte Maxwell, un vividor mezcla de irlandés y francés canadiense, que había hecho su fortuna alquilando sus tierras, en donde se había descubierto oro, a los mineros que acudían a explotarlas. También les vendía los materiales, las herramientas, los víveres y toda clase de suministros, con lo que el oro que obtenían en un duro trabajo terminaba en los bolsillos de Lucien.

En 1870 vendió la mayor parte de su tierra a una compañía británica por más de un millón de dólares y se mudó al recién adquirido Fort Sumner. Convirtió los antiguos alojamientos de oficiales en una hermosa casa colonial española de una planta rodeada por un gran patio interior. El resto de viviendas las dejó para sus empleados, casi todos mexicanos, y compró unas cuantas miles de cabezas de ganado.

De esta forma el antiguo fuerte se había convertido en una especie de cortijo al estilo de la vieja España, pero Lucien Maxwell no se conformaba con ser un gran terrateniente o importante ganadero y estimuló para que fueran acudiendo inmigrantes ante sus ofertas de trabajo. Fort Sumner se transformó en una pequeña y próspera aldea que no cesaba de crecer. A Lucien se le empezó a conocer como el Emperador de Nuevo México, aunque lo disfrutó poco, pues murió cinco años después, en 1875.

En 1878 Fort Sumner seguía creciendo bajo una población mayoritariamente hispana. Se podía considerar ya un municipio cuyo dueño, por así decirlo, era la familia Maxwell, compuesto por la matriarca Luz (viuda de Lucien) y sus hijos. Para estas fechas la localidad poseía diversas casas, una herrería, una carpintería, ambas propiedad de los Maxwell, y una nevera, también de ellos, según algunos estudiosos que basan la existencia de este edificio en los antiguos planos del fuerte. Otros en cambio niegan o ignoran que hubiese nevera. Había también un juzgado de paz, un templo, una cantina y un salón de baile donde solían acudir los jóvenes para alternar y divertirse.

Fort Sumner estaba en la zona de paso de los ganaderos en la ruta de Nuevo México a Texas con lo que nadie se extrañó cuando llegaron el grupo de Chisum y los reguladores.

La intención era hacer noche y continuar al día siguiente, pero el ambiente festivo que se respiraba hizo que los últimos decidieran quedarse un par de días más. Llevaban bastantes meses de guerra, de tiroteos incesantes y de tensión; necesitaban relajarse.

Doc les advirtió: se quedaban para divertirse, así que no quería conflictos con los lugareños, ya tenían bastantes problemas como para añadir otros. Eso significaba beber con moderación. Hubo voces de protesta, pero Doc se mantuvo firme, había quienes tenían mal beber y no pensaba tolerarlo. Algunos miraron a Billy, que asintió con la cabeza pensando que Doc tenía toda la razón.

A Scurlock no se le pasó por alto las miradas. Desde el episodio del sitio en Lincoln había dos jefes en los reguladores, porque los que estuvieron allí y algunos más habían ascendido a Billy a la categoría de líder, no sólo Dolan. Si el muchacho hubiera sido ambicioso estarían ya en guerra por el poder. Pero el chico no había cambiado, se comportaba como siempre y aceptaba sin discutir el liderazgo de Doc. Era una de las cualidades que le gustaba de Billy, su falta de ambición y de codicia. No tenía más posesiones que su caballo, su ropa y sus armas, de hecho no tendría nada más en toda su vida, y era feliz con ello. Se preguntó si sería por eso que se le veía siempre despreocupado o sonriente, porque se contentaba con lo que tenía y no deseaba nada más. Vivía el presente sin pensar en el futuro, sin tener ningún proyecto para el porvenir. Quizá fuera producto de la guerra en que vivían, porque en cualquier momento podían estar muertos, pero acaso fuera más bien porque la inocencia de la infancia se resistía a abandonarle dada su juventud.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *