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31
julio
POLVO AL VIENTO (25)

SEGUNDA PARTE

LA GUERRA DEL CONDADO DE LINCOLN

CAPÍTULO 3

El molino de Blazer

Billy se quedó en San Patricio para recuperarse de la herida, acompañado de Charlie Bowdre, pero no disfrutó de ningún descanso. Habían salvado a McSween de una trampa, pero la muerte de Brady, que no dejaba de ser un agente de la Ley por muy corrupto que fuera, significó la puntilla que aceleró el final de los reguladores, porque no fue un sheriff cualquiera a quien habían baleado sino al representante del grupo mafioso de políticos, abogados, militares, etc., que conformaban el Círculo de Santa Fe, los cuales no estaban dispuestos a consentir que una docena de pelagatos les toreara.

Aunque quienes conocieron a Brady les importó poco su final sí lamentaron la forma cómo ocurrió. Su muerte hizo mucho daño a la opinión pública de la facción de Tunstall y muchos de sus simpatizantes se pusieron ahora en contra.

Con todo, sólo el nombre de William Bonney apareció en los papeles relacionado con el asesinato de Brady, y en el acto apareció un cazarrecompensas dispuesto a conseguir una prima si es que la daban. Se llamaba Andrew L. Buckshot Roberts, de 45 años. Asesino a sueldo, había participado en el de Tunstall y trabajaba para Murphy y Dolan como sicario profesional.

Desde la cama Billy lo oía discutir con Bowdre. Se había dado prisa, sólo había pasado un día de la muerte de Brady. Se levantó con cuidado para no hacer ruido y escuchó. Buckshot decía que sabía que Billy estaba en casa y exigía a Bowdre que se lo entregara, éste se negaba. Los tonos subieron y se agriaron. Finalmente Buckshot desistió y se fue.

Charlie Bowdre encontró a Billy completamente vestido en el dormitorio.

-¿Nos has oído?

-Lo raro era no oíros.

-Creo que deberíamos irnos. No sé de cuanta gente dispondrá, pero no me gustaría que nos atacaran siendo sólo dos. Recuerda que ya lo hizo una vez.

-Pienso lo mismo. Está anocheciendo, cuando lo haga del todo nos iremos con los demás.

-¿Al molino de Blazer?

Kid asintió con la cabeza.

-Es donde dijeron que estarían.

Con un aserradero en sus inmediaciones el molino de Blazer (Blazer’s Mill) estaba ubicado en el tramo alto del río Tularosa, cerca de la reserva india. Su propietario, Joseph H. Blazer, a quien llamaban doctor por haber sido sacamuelas en el Ejército durante la guerra civil, tenía el edificio alquilado como sede para la Agencia Apache de los Mescaleros, cuyo director, Frederick Godfrey, vendía los alimentos, mantas y toda clase de provisiones que recibía del Gobierno, para que las entregara a los indios, a la tienda de Murphy – Dolan a precios muy económicos, puesto que a él le salían gratis.

La esposa de Godfrey no queriendo ser menos granuja que su marido (por eso de la igualdad) cocinaba y vendía la comida, destinada a los apaches, a los viajeros que se detenían en el puesto, con lo cual la sede, en vez de Agencia era Fonda.


El rato que faltaba para ponerse el sol pasó lentamente. Ambos amigos empezaron a sospechar que quizá Buckshot estuviera solo, pero ninguno bajó la guardia; lo conocían bastante bien. A poco de comenzar la guerra, cuando los reguladores estaban en casa de Billy, durante los días en que Dick Brewer les informó que eran proscritos, Buckshot la había atacado con un grupo de hombres de Murphy. El que ahora no lo hiciera es lo que les hacía creer que estaba solo.

Cuando salieron aprovechando la oscuridad Buckshot los estaba esperando. El cazarrecompensas no se había engañado al suponer que intentarían huir durante la noche, pero también ellos esperaban que estuviera, con lo que no los cogió desprevenidos y erró el disparo. Hubo un intercambio de balas mientras conseguían escapar.

Dos días después estaban en el molino de Blazer cuando llegó Buckshot, que todavía los perseguía ignorando que se habían reunido con el resto de reguladores.

Buckshot Roberts llegó al molino al final de la tarde, diría años después A. N. Blazer, testigo ocular de los hechos y que tenía trece años en aquel tiempo, no habían pasado ni cinco minutos desde que Roberts desmontó cuando empezaron los tiros.

Buckshot se refugió en una habitación vacía con la carabina de repetición. Nunca esperó hallar a todos los reguladores. Convencido de que Billy y Bowdre estarían solos no había pedido ayuda; ahora estaba en una encerrona. De cazador se había convertido en cazado.

Vio que Brewer asomaba la cabeza por encima de la pila de leña y disparó volándosela.

Escondido, Billy iba contando los disparos que efectuaba Buckshot, cuando llegó al último salió corriendo hacia él. A resguardo, mientras recargaba la carabina, Buckshot vio al chico venir rápidamente; cerró la puerta de un puntapié. Billy se tiró deslizándose por el suelo y disparó contra la puerta atravesándola y se parapetó antes de que Buckshot disparara otra vez.

No ocurrió nada.

Los minutos pasaron.

Nadie se movía.

Finalmente el más arrojado abrió la puerta con precaución. Buckshot yacía en el suelo moribundo. Falleció poco después.

Oficialmente se acepta que fue Bowdre quien lo mató porque le había herido en el vientre al principio del tiroteo, aunque hay quien dice que la bala tenía un trayecto ascendente, que se correspondería con la que disparó Billy.

Lo enterraron al lado de Dick Brewer.

Los reguladores regresaron silenciosamente a casa de Billy en San Patricio. Estaban consternados. Dick Brewer, su líder, el hombre en quien todos confiaban y respetaban, el más capaz de todos, estaba muerto.

Eligieron un nuevo jefe, Frank McNab, aunque por bueno que esperaban que fuera, sabían que no sería como Brewer.

Aunque ya todo serían reverses seguían sin rendirse. El 29 de aquel mismo mes de abril hubo un nuevo combate en el rancho de Fritz Spring, con la fatalidad de que ahora fue McNab quien murió. Otra vez sin líder le sucedió Doc Scurlock. Nueva batalla, justo al día siguiente en Lincoln para el desespero de Dolan, quien pensó entonces emplear una táctica nueva: la guerra de propaganda.

Hasta ahora la prensa se había limitado a calificar a los reguladores como forajidos, pero estaba claro que era insuficiente. Era preciso cargar más las tintas, que todos se convencieran de que no eran más que asesinos.

Fue de esta guisa que el “Santa Fe New Mexico” publicaba el 4 de mayo, dos meses después de los acontecimientos, que los cuerpos de Morton y Baker tenían cada uno 11 balas, una por cada miembro de los reguladores. Una patraña cuyo esfuerzo significaba un nuevo intento de poner a la opinión pública en contra de los vaqueros de Tunstall.

También falsearon el episodio siempre que pudieron. Dolan, sin ir más lejos, dijo que a McCloskey lo habían matado los propios reguladores, porque intentó proteger a los prisioneros, a quienes asesinaron teniéndolos maniatados, de rodillas y suplicando por sus vidas. Pat Garrett daría su propia versión diciendo que quien mató a Morton y Baker fue Billy the Kid al verlos huir, para que se convencieron todos cuan peligroso era el menor a quien él, como sheriff honesto, asesinó a traición.

Con todo el poder informativo en manos del Círculo de Santa Fe llevaban las de ganar y por ello la versión de Frank McNab, que fue la que Dick Brewer explicó al juez Wilson, cayó en el olvido prevaleciendo la de sus enemigos.

Ni aún con esas.

Murhpy y Dolan no ganaban para disgustos.

Diez días después de la edición del “Santa Fe New Mexico” los reguladores les robaban una manada de caballos y, para colmo, habían recibido ayuda económica desde Londres del padre de Tunstall. También Chisum prometió dinero para no ser menos generoso que el británico, pero nunca pagó nada.

El robo de los caballos fue el 14 de mayo y había disparos casi todos los días, en Río Ruidoso, en San Patricio, en el rancho de Chisum, en el de George Coe… mientras, Alexander McSween temiendo por su vida, cambiaba constantemente de localidades no sintiéndose seguro en ninguna parte, pero sin colaborar con los hombres que luchaban y morían por él.

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