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29
mayo
POLVO AL VIENTO (16)

CAPÍTULO 15

Temporero

Una semana más tarde Billy estaba totalmente restablecido y acompañó, con un caballo prestado por la familia, a Jim y John hasta el rancho de Chisum.

El ganadero escuchó las referencias de los hermanos Jones, pero no se convenció; aquel muchacho parecía demasiado joven. Antes de decidirse a contratarlo lo sometió a algunas pruebas. Se veía muy verde, aunque sí sabía lo más elemental y como desbravador era bueno. Decidió darle un voto de confianza.

Al atardecer Kid salió del barracón destinado a los vaqueros para pasear. Se sentía contento, después de unos meses revueltos su vida volvía a encarrilarse.

-Tú eres el que ha domado el potro esta tarde.

Kid miró a quien había hablado. Una chica bonita de unos catorce años, que estaba sentada en el porche de la casa principal.

-¿Me ha visto usted? –preguntó acercándose. Por las buenas ropas debía ser la hija de Chisum.

La muchacha rió.

-Es la primera vez que me tratan de usted.

-Bueno, usted es la hija del amo.

-La sobrina.

-Viene a ser lo mismo; yo sólo soy un empleado.

-¿Por qué no te sientas conmigo?

Obedeció.

-Me llamo Sallie, ¿y tú?

-Billy –respondió pensando que Sally tenía un rostro precioso.

-He oído decir a mi tío que marcháis mañana.

Tenía una sonrisa encantadora, una conversación amena y parecía no poder apartar los ojos de él. Su ligera fragancia a jazmín embriagaba al chaval.

Cuando quisieron darse cuenta llevaban más de una hora hablando y sólo se interrumpieron cuando oyeron la voz de Chisum.

Sally se despidió de Billy y entró en la casa. Kid saludó a su patrón dispuesto a regresar al barracón.

-William Bonney, ¿no? –aseguró Chisum en un tono seco.

Era un hombre con el rostro triangular, barbilla redonda y bigote en abanico. Las orejas las tenía grandes, la nariz larga; el cabello lacio y corto con raya a la derecha; cejas pequeñas pero pobladas; ojos de visionario con los párpados superiores caídos en un pliegue que le daban expresión de tristeza, aunque era dureza metálica lo que emitían ahora.

-Sí señor –confirmó el chico.

-Supongo que te darás cuenta de la distancia que hay entre los de tu clase y mi sobrina.

-No entiendo –ahora fue su tono el seco, aunque procuró ser educado -, qué tiene que ver la clase con conversar o hacerse amigos.

-Que debe quedar en amigos, eso tiene que ver.

Quiso atravesarlo con su mirada, pero no lo consiguió al tropezar con la del adolescente. Ambos la sostuvieron en silencio.

-No lo olvides –dijo girándose para entrar en casa.

-No lo olvidaré –oyó a su espalda.

El contrato con Chisum terminaba una vez llevado el ganado a Dodge City, pero no fue renovado como hicieron con otros.

-¿Es que he trabajado mal? –preguntó al capataz cuando le dio su paga.

A pesar de trabajar en ranchos desde niño sabía que aún era mucho lo que ignoraba, ya que se había centrado más en ser desbravador que en otra cosa, sin contar que, debido a su corta edad, muchas de las actividades le habían estado vedadas por su poca talla, peso y fuerza. Pero en la actualidad los años ya no eran impedimento y tenía ansia por aprenderlo todo de su oficio. Tenía una mente activa y fértil. Estaba convencido de que había dado lo mejor de sí.

-No, al contrario. Sinceramente, si el rancho fuera mío te habría renovado, pero el amo es Chisum.

Kid miró a los ojos del capataz.

-Entiendo –murmuró.

-Pues ya sabes más que nosotros –intervino Jim -. Usted sabe que ha trabajado mejor que cualquiera de los que ha renovado.

-Repito que el dueño es Chisum y está en su derecho de contratar al que le plazca.

-Venga, vámonos a gastar la paga –concilió John, consciente que el capataz no tenia culpa.

-¿Por qué te ha hecho esto el viejo? –quiso saber Jim.

-Tengo mis sospechas.

Lo que no esperaba Billy es que Chisum diese malas referencias al resto de los rancheros.

Era costumbre, cuando se buscaba trabajo de cowboy, de decir con quienes habían trabajado. En el condado se conocían todos, lo cual facilitaba que se supiera si era un vago, honrado o un granuja.

Las referencias que recibían de Billy sus posibles empleadores eran dispares: por parte del capataz, buenas; por parte de Chisum, no muy halagüeñas. Si alguno llegaba a contratarlo lo hacía como temporero.

A las pocas semanas había estado en más ranchos de los que recordaba, pero lentamente las buenas referencias iban superando a las malas de Chisum, por lo que George Coe decidió arriesgarse con él contratándolo para un tiempo largo.

Unos días después George se convenció de que el muchacho no sólo era un buen trabajador sino también agradable en el trato, simpático y honesto. Así que debía ser cierto lo que se rumoreaba, que las malas referencias de Chisum eran porque lo había descubierto retozando con su sobrina; un cazadotes, decían. Bueno, él no tenía hijas.

Se lo llevó consigo a cazar en alguna ocasión a fin de conocerlo mejor, descubriendo que tenía una puntería envidiable. Nunca disfruté de mejor compañía, diría George Coe años más tarde. Me contó muchas historias divertidas. Siempre encontraba un toque de humor a todo, estando de forma natural lleno de diversión y alegría. Aunque a menudo era serio en situaciones de emergencia, su buen humor quedaba patente incluso en tales situaciones. Su disposición era notablemente amable; rara vez pensaba en su propia comodidad primero sino en la de los demás. Lo que más le llamó la atención de sus conversaciones es que Billy apenas había tenido infancia, porque desde muy joven, salvo excepciones, sólo se había relacionado con adultos.

En ocasiones les acompañaba el primo de George, Frank, que se hizo amigo enseguida de Billy, quien se esforzaba en su trabajo para neutralizar la mala fama que el tío de Sally le había creado.

Kid se sentía agradecido con George Coe por la oportunidad que le brindaba. La confianza cada vez mayor por parte del ranchero hizo que empezara a pensar que sería bueno echar raíces de una vez. Desde que huyó de Silver City que había estado más veces fuera de la Ley que dentro, aunque se hubiera limitado al robo de ganado; algo que por otra parte hacían todos, incluso los grandes ganaderos. La diferencia es que a éstos, como Murphy, Dolan o Riley, no los perseguía la justicia y a los pequeños ladrones, sí.

Ahora tenía la gran oportunidad de cambiar. Se había desentendido de Jesse Evans y George le había ofrecido un empleo; debía esmerarse para conservarlo.

Coe era un buen hombre y aunque no dejaba de ser el patrón se comportaba como un amigo, con lo que Billy, cordial por naturaleza, no tardó en corresponderle, lo cual se extendió a las amistades del ranchero que lo acogieron como uno más, sobre todo Doc Scurlock y Charlie Bowdre, que lo reconocieron como el crío que había ido a su fábrica de quesos en Arizona buscando trabajo, y que ante la típica pregunta de qué había estado haciendo estos años, Billy se cuidó mucho de comentar que estuvo con forajidos.

-¿Qué fue de la fábrica?

-La cerramos a los pocos meses –respondió Charlie -. Demasiado riesgo y poco beneficio.

-Recuerdo que eso ya me lo comentasteis entonces.

-Resultó profético. Y tú, ¿qué piensas hacer, te quedarás aquí o seguirás ruta?

-Me gustaría adquirir una casa ahora que tengo un empleo más o menos fijo.

-Hay buenos ranchos por la zona. Este, el de Chisum, Tunstall…

-Nuestro patrón –aclaró Doc.

-¿No teníais uno?

-Sí, uno pequeño, como Dick Brewer, pero Murphy nos ha obligado a abandonarlo.

-Dios maldiga a Jesse Evans y toda su gente.

-¿Jesse Evans? –disimuló.

-Un secuaz de Murphy, nos robó todos los caballos.

-¡Ah, si tuviera a uno de esa maldita banda delante de mí, lo asaría a balazos!

-Ya –musitó Billy sin saber dónde mirar.

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