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06
marzo
SAN MACARIO – Patrón de la Villa de Andorra

LA PERSONALIDAD DE SAN MACARIO

Hay que dejar claro, en primer lugar, que es imposible valorar la forma de ser de San Macario. La personalidad de cualquier individuo es considerada como el resultado final de una interacción entre un conjunto único de factores biológicos y el medio ambiente. Esto quiere decir que la personalidad humana tiene muchísimos factores que hay que tener en cuenta para poder ser valorada. En el caso de nuestro patrón ignoramos casi todos esos factores.

De toda la riqueza de la que se compone un ser humano solo nos ha llegado una mínima parte de San Macario y su análisis conduciría a errores de bulto en cuanto a la psicología de nuestro patrón.      

No obstante sí podemos hacer una valoración, siempre a grandes rasgos, de su conducta (una vez conocida su biografía dentro del contexto en que vivió), porque ésta está determinada tanto por la datación biológica como por la sociedad humana.

Existen tres conjuntos de principios para comprender la conducta a cualquier edad:

  • herencia
  • maduración
  • medio ambiente

1.- Herencia

No podemos valorarla, porque desconocemos cómo y quiénes eran sus padres.

Hay que tener en cuenta también que la conducta no está directamente heredada a pesar de que los especialistas en genética estudian cómo aquella puede verse influenciada por ésta.

2.- La Maduración

La conducta puede ser el resultado de:

  • el crecimiento físico o maduración
  • el aprendizaje
  • una combinación de ambos

Respecto a este tema, ¿qué podemos decir?

Bien, ya hemos visto que su familia no era rica (ignoramos si lo fue antes de la persecución de Diocleciano) y que desde niño tuvo que ponerse a trabajar. Esto indica que no pudo tener estudios y que los debió adquirir una vez ingresado en el monasterio de San Pacomio. Recordemos que, al hablar de éste, comentábamos que el analfabeto que se hacía monje era sometido a un largo proceso de aprendizaje.

San Macario, cuando se hizo monje, tenía ya treinta o cuarenta años, y a partir de cierta edad, cada año que pasa es más difícil el aprendizaje. La edad en que empezó a estudiar, el haber llegado a presbítero, a abad, y supuestamente haber escrito una Regla Monástica, es orientativo de que nuestro patrón era una persona sumamente inteligente.

Aquella persona que tiene que ganarse la vida desde la más tierna infancia suele generar una personalidad fuerte, que combinada con la inteligencia, nos da una persona reflexiva, la cual se piensa dos veces las cosas antes de hacerlas, y que acaso le cueste tomar una decisión, pero que una vez tomada es difícil que dé marcha atrás.

Este es el caso de San Macario. Teniendo en cuenta las expectativas de vida de la época, los 30 – 40 años que tenía cuando decidió abandonar el mundo, entraban casi en la definición de edad madura. Recordemos que la media de vida en Andorra en el último cuarto del siglo XIX eran 56 años[1] y estamos hablando del siglo IV. Esto nos confirma que fue una decisión muy meditada, y una vez la tomó no salió del monasterio más que obligado por las circunstancias y no por decisión propia.

Tenemos pues que, al menos, nuestro santo era inteligente y reflexivo.

Es poca cosa, pero no se puede concretar más, de momento, por falta de datos al respecto.

¿Explican estos dos rasgos parte de su comportamiento en la época y sociedad (es decir, el medio ambiente) en que vivió?

3.- El Medio Ambiente

A nivel psicológico cada ser humano tiene un medio ambiente propio, que es diferente de los demás. Por ejemplo, en una misma familia, cada hermano tiene un medio ambiente distinto. En primer lugar, el primogénito nació con unos padres más jóvenes e inexperimentados en paternidad; durante unos años además fue hijo único y terminó con un hermano pequeño. En segundo lugar, el benjamín tiene el siguiente medio ambiente: unos padres más viejos y experimentados y un hermano mayor, además nunca vivirá como hijo único.

La interacción entre factores genéticos y medio ambiente en la conducta humana es constante y no se pueden separar. Sería comparable a la flauta. ¿De dónde procede la música, de la flauta, de quien la hace sonar? Evidentemente de ambos. Aquí ocurre lo mismo. No podemos saber cuándo un comportamiento equis, es debido a la herencia, al medio ambiente o a los dos al mismo tiempo; porque no es la raza, el sexo o el tipo físico al que pertenezca el individuo por herencia lo que determina su constitución psicológica, sino el grupo cultural en que fue criado, las tradiciones, actitudes y puntos de vista impresos en él, y la clase de capacidades fomentadas y estimuladas; es decir, todo el conjunto de cosas que llamamos socialización.

De aquí que es imposible comprender a San Macario si estudiamos su vida FUERA de la época y sociedad en que le tocó vivir.

De aquí también el esfuerzo de conocer primero el sentir del siglo IV antes de repasar su biografía.

Vistas ambas, ¿hasta qué punto podemos decir que fue influido por su socialización?

Pero primero, ¿qué es la socialización? Es el aprendizaje de conductas aceptadas y aprobadas por la sociedad. Cuando un niño ha sido socializado ha aprendido a comportarse de acuerdo a ciertas maneras estandarizadas de comportamiento que son características del grupo en que fue criado.

3.1.- La influencia socializadora en San Macario

Se puede hablar de cuatro niveles de socialización, cuatro grupos culturales, en el que se cría el ser humano:

  1. Familia
  2. Escuela
  3. Los amigos
  4. La Sociedad

3.1.1.- La influencia de la familia

Es el primer nivel de socialización y uno de los más importantes. En ella se aprenden las normas sociales.

Al respecto, poco podemos decir sobre San Macario. ¿Eran sus padres paganos? Se da por sentado que no, que eran cristianos.

Si recordamos las relaciones entre paganismo y cristiandad, San Macario creció en un ambiente en el que se había admitido el cristianismo y comenzaba a ser protegido por el Estado. Pero en vez de fomentarse la convivencia surgió, en el cristianismo, un aborrecimiento hacia todo lo pagano y aquellas facciones cristianas que no comulgaban con la católica.

Este odio hacia lo pagano y lo no católico se fomentaba ya en la familia, la cual era influenciada por los sermones de los sacerdotes. Todo producto del fanatismo originado de que, fuera del catolicismo, no había salvación y que la obligación de todo cristiano católico era salvar a los demás, a pesar de que éstos no quisieran.

Salvar el alma, aunque pierda el cuerpo, fue el lema de la Inquisición, siglos más tarde.

Si nuestro patrón, en su primera juventud, llegó a albergar tales sentimientos los perdió a lo largo de su vida. Ya hemos visto que sus hechos demuestran que era tolerante. O al menos lo fue tras su ingreso en el monasterio.

3.1.2.- La influencia de la escuela

Es el segundo nivel de socialización. La de San Macario fue la escuela de la vida, igual que nuestros abuelos y muchas partes actuales del mundo: trabajar de niño, para poder subsistir.

Por las circunstancias, crecería rápido y no tendría infancia, como tampoco la tienen hoy en día en muchos países, ni como la tuvieron nuestros abuelos o padres en la posguerra del 36.

A muchos nos costará entenderlo, pero aquellos que lo sufrieron en sus carnes lo entenderán mejor, a pesar de que existiesen juegos y momentos buenos.

Sabemos que trabajó de ayudante de panadero a una edad cercana a los cinco años. Faltaban todavía una década aproximadamente para el Concilio de Nicea, pero es la época en que comienzan (año 315) a ser destruidos los templos paganos por las hordas cristianas y sus sacerdotes inmolados. San Macario todavía era demasiado niño para poder entender estos acontecimientos, pero es indudable que oiría hablar a las personas mayores sobre lo perversos que eran los paganos, seguidores del diablo, y su condenación al infierno.

Es muy probable que, por su edad, creyera todo lo oía.

3.3.- La influencia de los amigos

La socialización por parte de los amigos es muy importante en la adolescencia. Durante este período de la vida humana hay un cambio de valoración de los padres y de los compañeros de la misma edad. Se pone a los progenitores en entredicho y se sobrevalora a los amigos, con ellos el muchacho adquiere nuevos valores y opiniones de lo que es apropiado e inapropiado y lo que debe desearse.      

Ya hemos visto que era inteligente y reflexivo. Es muy probable que, con la adolescencia, como les ocurre a todos los adolescentes del mundo, empezara a replantearse todo lo anterior y a llegar a sus propias conclusiones. Y así, si en su infancia había llegado de buena fe a odiar o temer a los paganos y no católicos, este sentimiento comenzaría a desaparecer en su adolescencia. Y con toda seguridad el grupo de amigos que frecuentaba influiría en su evolución mental.

A sus 15 años edad aproximadamente, se celebró el Concilio de Nicea.

Como he dicho no hay datos que indiquen actividad religiosa por parte de nuestro patrón a esa edad, pero una cosa es la actividad y otra los pensamientos.

Que no tenía ninguna intención de abandonar el mundo y hacerse monje es patente, porque aún tardó al menos 20 años.

A lo largo de su juventud trabajó como mercader de frutas y confitero. Su vida siguió paulatina hasta que algo, lo que fuera, lo llevó a la decisión de abandonar el mundo y encerrarse en un monasterio. El motivo no lo sabremos nunca. Hemos barajado varias opciones en este ensayo, algunas más extensamente que otras, pero todas son conjeturas.

De lo que no hay ninguna duda es que fue una decisión muy meditada.

3.4.- La influencia de la sociedad

El cuarto nivel de socialización es la propia sociedad en general, la propia cultura del país o región en que se vive. En San Macario tendremos que distinguir entre la externa del monasterio (la del mundo) y la de éste.

3.4.1.- La influencia social del mundo

Hemos visto que San Macario vivió un periodo de continuas guerras civiles, de persecución del cristianismo hacia lo paganos y de los cristianos contra los cristianos. Fue, pues, un período difícil, de desconfianza, de delaciones, de rencillas y odios. Una época que, para entenderla, podríamos compararla analógicamente y salvando la distancia, con la preguerra civil española, en el periodo de octubre de 1934 a julio de 1936. Aquel sentimiento latente que estalló en nuestra cruenta guerra civil debió ser  similar al que existía en la juventud de San Macario.

¿Hasta qué punto impactó este ambiente en nuestro patrón?

A esto hay que añadir su relación personal con su familia, vecinos, amigos, amores… No hay nada que indique que no tuviera novia ni que no llegara a estar casado en aquel tiempo, como tampoco hay nada que lo confirme.

Tenemos, en nuestro patrón, un período oculto que se extiende desde su infancia hasta su ingreso en el monasterio.

Como todo podemos deducir que la influencia social del mundo fue lo que le llevó a la determinación de abandonarlo ya fuera por algo general o personal.

3.4.2.- La influencia del monacato

Fue la que dirigió toda su vida hasta el final en aquellos sesenta años aproximados que aún le quedaban.

Por lo poco que sabemos de aquel período de su vida, ingresó en el monasterio siendo una persona normal y corriente, mientras que otros ya eran clérigos o monjes.

A partir de su incorporación al monacato eremita se rigió, como todos, por la Regla de San Pacomio, la cual señalaba cómo recibir a los acólitos nuevos, cómo atender a los enfermos, cómo almacenar los alimentos, cómo debía trabajar y comportarse un monje, etc. Una regla que detallaba cada instante de la vida. Veamos, como ejemplo, el tema de fallecimiento de un familiar:

Cuando avisen que está enfermo uno de los parientes o allegados de los hermanos que allí viven, el portero avisará primero al padre del monasterio. Este llamará al prepósito de la casa a que pertenece el hermano, lo interrogará, y juntos pensarán en un hombre de confianza y observancia a toda prueba y lo enviarán con el hermano a visitar al enfermo. (Para el viaje) llevarán la cantidad de víveres que haya dispuesto el jefe de la casa. Si la necesidad los obliga a permanecer más tiempo (de lo previsto) fuera del monasterio y a comer con sus padres y parientes, no consentirán en ello, antes bien, irán a una iglesia o monasterio de la misma fe. Si los parientes o conocidos les preparan u ofrecen alimentos, no los aceptarán o comerán a menos que sean los mismos que se comen habitualmente en el monasterio. No probarán salmuera, ni vino, ni otra cosa fuera de las que están habituados a comer en el monasterio. Cuando hayan aceptado alguna cosa de sus parientes, comerán sólo lo suficiente para el viaje, el resto lo darán a su jefe de casa que lo llevará a la enfermería.

Si muere el padre o el hermano de alguno, este no podrá asistir a las exequias a menos que el padre del monasterio se lo permita.

¿Qué conclusiones podemos sacar de esto? Sencillamente que muchas de las acciones de San Macario estuvieron mediadas por la norma que regía el monasterio en que vivió. En términos militares: se regía por las Ordenanzas y no por voluntad propia. Y como él todos sus compañeros so pena de ser expulsados de la orden. Veamos más ejemplos:

 No se podrá ir a la tarde a untarse y suavizarse las manos después del trabajo sin la compañía de un hermano. Nadie ungirá su cuerpo enteramente, salvo en caso de enfermedad; ni se bañará o lavará completamente con agua sin estar manifiestamente enfermo.

Nadie podrá bañar o ungir a un hermano sin haber recibido orden para ello.

Que nadie hable a su hermano en la oscuridad.

Que nadie duerma con otro hermano sobre la misma estera.

Que nadie retenga la mano de otro.

Cuando los hermanos estén de pie, caminando, o sentados, habrá siempre entre ellos la distancia de un codo.

Nadie se permitirá sacar una espina del pie a otro, excepto el jefe de la casa, su segundo, o aquel que haya recibido tal orden.

Nadie se cortará el cabello sin orden del superior.

Son normas estrictas, pero algunas de sentido común. Por ejemplo, lo del agua. No olvidemos que estaban en un desierto, había que economizar toda el agua posible, de ahí que, la orden de no bañarse sin permiso, sea completamente lógica.

4.- Las penitencias de San Macario

Con todo lo visto, podemos demostrar que San Macario no se sometió a penitencias de ningún tipo, simplemente se limitaba a cumplir las Ordenanzas.

No hay ninguna norma en la Regla Monástica que siguió que empujara a cumplir penalidades. Gran parte del ascetismo que seguían era por las propias condiciones del hábitat.

Todo sobre las penitencias, que nos han hecho creer, en realidad formaba parte de la Regla Monástica.

Ya el capítulo 2 la Regla indicaba que:

Los hermanos deben ser liberados de los errores de sus almas y glorificar a Dios en la luz de los vivientes (Sal 55). Es necesario que sepan cómo deben vivir en la casa de Dios, sin caídas ni escándalos. No debe embriagarlos ninguna pasión, por el contrario, han de permanecer en las normas de la verdad, fieles a las tradiciones de los apóstoles y de los profetas. Observen las reglas de las solemnidades, tomando por modelo de la casa de Dios la sociedad de los apóstoles y de los profetas, celebrando los ayunos y las oraciones habituales. En efecto, los que desempeñan bien el servicio siguen la regla de la Escrituras.

La finalidad del monacato eremita en la orden pacomiana también constaba en la Regla e iba a influir mucho en San Macario:

La plenitud de la ley es la caridad; para nosotros que sabemos en qué tiempos vivimos, es la hora de arrancarnos del sueño; la salud está mucho más cerca de nosotros que cuando comenzamos a creer. La noche está avanzada, el día, próximo, despojémonos de las obras de las tinieblas (Rom 13:10-20) que son las discusiones, las murmuraciones, los odios y la soberbia que infla el corazón (Gal 5:20).

Veamos lo que, sobre la misma nos da a conocer San Jerónimo en el prefacio que escribió de las normas pacomianas:

Los enfermos son restablecidos gracias a cuidados admirables y comidas copiosas. Los que se hallan en buena salud se benefician de una abstinencia más severa; ayunan dos veces por semana, los miércoles y viernes, salvo durante el tiempo que va de Pascua a Pentecostés. Los demás días, los que lo desean comen después de la hora sexta y a la tarde se vuelve a poner la mesa a causa de los que trabajan, de los ancianos, de los niños y del intensísimo calor. Algunos comen poco la segunda vez, otros se contentan con una sola comida: el almuerzo o la cena. Algunos toman sólo un poco de pan y salen del refectorio. Todos comen al mismo tiempo. Cuando alguno no quiere ir a la mesa, recibe en su celda solamente pan, agua y sal, todos los días o día por medio según lo desee.

4.1.- La Regla Monástica de San Pacómio

Redactada en lengua corta, al cabo de poco tiempo se hizo una versión griega, versión que, hacia el año 404, fue traducida al latín por San Jerónimo. Cubría todas las aspectos de la vida del monje, con la peculiaridad de que a más responsabilidad, más observancia de las normas.

A medida que San Macario ascendía en rango también tuvo que cumplirlas.

4.2. Conclusión del tema de las penitencias

¿Qué podemos concluir?

Que San Macario no se sometió a ninguna de las barbaridades que sus distintas biografías, exageradas las menos y embusteras las más, nos quieren hacer creer.

No era ningún sadomasoquista

No estaba mal de la cabeza

Simplemente cumplía las Ordenanzas de los distintos monasterios pacomianos en los que vivió.

Si en algún momento se sometió a ascetismos más rigurosos (ascetismos, no penitencias) fue porque la fortaleza de su organismo se lo podía permitir, a diferencia de otros, y eso originó que hubiera quienes quisieran imitarle o temieran a hacerlo por el riesgo de perjudicar su salud.

5.- El Catecismo de la orden pacomiana

En los monasterios pacomianos no solo existía la Regla Monástica por la que se regían sino que existía otro tipo de conducta basado en lo que se ha dado por llamar el “Catecismo de San Pacomio”.  Catequesis que cumplió San Macario y que tiene detalles que ayudan a entender mejor a nuestro patrón.

Veamos lo que dice respecto a la paciencia y los malos pensamientos:

La paciencia, en efecto, te revela todas las gracias. Los santos fueron pacientes y consiguieron las promesas. El orgullo de los santos es la paciencia. Sé paciente para ser contado en las filas de los santos, confiando que recibirás una corona incorruptible.

¿Un mal pensamiento? Sopórtalo con paciencia, hasta que Dios te dé la calma. ¿El ayuno? Persevera con firmeza. ¿La oración? Sin descanso, en tu habitación entre tú y Dios. Un solo corazón con tu hermano; la virginidad en todos los miembros, virginidad en tus pensamientos, pureza de cuerpo y pureza de corazón; la cabeza inclinada y el corazón humilde, bondad en el momento de la cólera.

Si un pensamiento te oprime, no te desalientes sopórtalo con valor diciendo: Todos me rodearon, pero yo en el nombre del Señor los rechacé (Sal 117:11). De improviso te llega el auxilio de Dios, los alejas de ti, Dios te protege y la gloria divina camina contigo, porque el coraje camina con el que es humilde y tú serás saciado como lo desea tu alma (Is 58:11). Los caminos de Dios son la humildad de corazón y la bondad. Pues está escrito: ¿A quién cuidaré sino al humilde y al pacífico? (Is 66:2). Si caminas por las sendas del Señor, él te custodiará, te dará fuerza, te colmará de ciencia y de sabiduría, pensará en ti en todo tiempo, te liberará del diablo y en tu muerte te dará la gracia en su paz.

Sobre la vida monástica:

Si hemos prometido a Dios la vida monástica, “hagamos las obras de la vida monástica que son: ayuno, pureza, silencio, humildad, ocultamiento, caridad, virginidad, pero no sólo del cuerpo, sino aquella virginidad que es (escudo) contra todo pecado. En el evangelio, en efecto, algunas vírgenes fueron rechazadas a causa de su pereza; aquellas, en cambio, que vigilaban valerosamente entraron en la sala de bodas. Qué cada uno de nosotros pueda entrar en ese lugar para siempre.

Consejos diversos:

Hijo mío, no condenes a ningún hombre, si ves que alguno es alabado, no digas: “Este ya ha recibido su recompensa.” Cuídate de este pensamiento pues es muy malvado. Dios no ama a quien se alaba a sí mismo y odia a su hermano. Pues quien se dice a sí mismo: “yo soy,” cuando no es nadie, se engaña a sí mismo (Ga 6:3). ¿Quién podrá ayudarlo si es orgulloso, si se presenta del mismo modo en que se presenta Dios diciendo: Nadie es como yo (Ex 9:14)? Oirá en seguida su propio reproche: Descenderás a los infiernos, serás arrojado con los muertos, debajo tuyo estará la podredumbre, te cubrirán los gusanos (Is 14:ll-19). En cuanto al hombre que ha adquirido la humildad, se juzga solo a sí mismo, diciendo: “Mis pecados sobrepasan los de los demás,” no juzga a nadie, no condena a nadie. ¿Quién eres tú para juzgar a un siervo que no es tuyo? Al que esta caído, en efecto, su Señor tiene el poder de hacerlo levantar (Rm 14:4). Vigila sobre ti mismo, hijo mío, no condenes a ningún hombre, gusta de todas las virtudes y custódialas

Hijo mío, sé misericordioso en todas las cosas, porque está escrito: Esfuérzate por presentarte ante Dios como un hombre probado, un trabajador irreprensible (2 Tm 2:15). Vuélvete hacia Dios como el que siembra y cosecha, y almacenarás en tu granero los bienes de Dios. No ores ostensiblemente como aquellos hipócritas, sino renuncia a tus deseos, obra para Dios obrando así por tu propia salvación. Si te aguijonea una pasión: amor por el dinero, envidia, odio y otras pasiones, vela sobre ti, ten un corazón de león, un corazón valiente, combate las pasiones, destrúyelas como a Sijón, Hog y todos los reyes de los Amorreos. El Hijo amado, el Unigénito, el rey Jesús, combate por ti para que puedas heredar las ciudades enemigas. Rechaza todo orgullo lejos de ti y sé valiente. Mira: cuando Jesús, el hijo de Navé, fue valeroso, Dios le entregó en sus manos a sus enemigos. Si eres pusilánime, te haces extraño a la ley de Dios; la pusilanimidad te colma de pretextos para ceder a la pereza, a la incredulidad y a la negligencia, hasta que perezcas. Ten un corazón de león, grita también tú: ¿Quién nos separará del amor de Dios? (Rm 8:35), y di: Aunque mi hombre exterior se desmorone, el interior se renueva día a día (2 Co 4:16)

La lujuria:

Hijo mío, huye de la concupiscencia, porque entenebrece la mente y no permite conocer el misterio de Dios; te hace extraño al lenguaje del espíritu; te impide llevar la cruz de Cristo, y no deja que tu corazón esté sobrio para alabar a Dios. Cuídate de los apetitos del vientre, que te hacen ajeno a los bienes del paraíso. Cuídate de la impureza, ella provoca la ira de Dios y de sus ángeles.

Hijo mío, cuídate de la fornicación, no corrompas los miembros de Cristo. No obedezcas a los demonios. No hagas de los miembros de Cristo, miembros de una prostituta (1 Co 6:15). Piensa en la angustia del castigo, pon delante de ti el juicio de Dios, huye toda concupiscencia, despójate del hombre viejo y de sus obras y revístete del hombre nuevo (Col 3:9). Piensa en la angustia (que experimentarás) en el momento de salir de este cuerpo.

Cuídate atentamente de la fornicación. Ésta ha herido y hecho caer a muchos. No te hagas amigo de un joven. No corras detrás de las mujeres. Huye de la complacencia del cuerpo, porque las amistades inflaman como llamas. No corras tras ninguna carne, porque si la piedra cae sobre el hierro, la llama se inflama y consume todas las sustancias. Refúgiate siempre en el Señor, siéntate a su sombra, porque quien vive bajo la protección del Altísimo, habitará a la sombra del Dios del cielo (Sal 90:1), y no vacilará nunca (Sal 124:1). Acuérdate del Señor y que suba a tu corazón el pensamiento de la Jerusalén celestial; estarás bajo la bendición del cielo y la gloria de Dios te custodiará.

El llamado Catecismo de San Pacomio es extenso y ya hemos visto otras de sus enseñanzas al comentar la biografía de San Macario. No cal, por tanto, seguir extendiéndonos. Es suficiente para hacernos una idea de las motivaciones e ideario de nuestro patrón.

CONCLUSION

Podemos ver que, aunque no podemos comentar la personalidad completa de San Macario, sí podemos afirmar que su conducta fue debida, como nos ocurre a cualquiera de nosotros, a la socialización del tiempo y  sociedad en que vivió. Gran parte de su comportamiento posterior como anacoreta es explicable a través de la catequesis que recibió en los monasterios y a la regla monacal que rigió su vida.

Su creencia sincera de que la observancia de ambas le evitaría el infierno prometido por la Iglesia Católica y ganaría el cielo hizo que intentara esmerarse en todas sus acciones. Pero no únicamente en su ascetismo, sino también en su evolución interior como persona y en su relación hacia los demás.

Desgraciadamente sus biógrafos se basaron en la necesidad propagandística imperante, para la conversión de masas, en una época en que se hacía el máximo hincapié en los auto castigos y penitencias. De ahí que lo realmente importante de San Macario lo relegaron a un segundo o un tercer plano. De esta manera convirtieron a nuestro patrón en un obseso por el sufrimiento, en alguien que, si no era sadomasoquista, estaba mal de la cabeza, un desequilibrado…

Ya hemos visto que no.

San Macario NO era así.

Si nuestro santo abandonó el mundo fue por un motivo, si no quiso volver, fue por el mismo motivo. En los monasterios del desierto se rigió por la Regla Monacal y el Catecismo de San Pacomio. Tras su regreso al mundo, continuó haciéndolo adaptándolos a las circunstancias.

Fue en principio, una persona de gran inteligencia, prudente y meditabunda. Tras su ingreso en el monacato procuró llegar a ser humilde y bondadoso, prefiriendo los tesoros del Cielo a los de la Tierra, tal y como le enseñaban.

¿Fue suficiente para ganarse la santidad?


[1]  En el período 1901 – 1931, ascendió a 60 años.

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