Sin Comentarios
09
noviembre
SAN MACARIO - Patrón de la Villa de Andorra

 

INFLUENCIAS DE SAN MACARIO

A comienzos del siglo II casi nadie en el imperio había considerado que la entonces naciente Iglesia Católica tuviera posibilidades de establecerse en el mundo grecorromano, con sus numerosas religiones y filosofías, sus miles y  miles de templos y teatros, sus estadios y gimnasios. Y sin embargo, la primitiva comunidad eclesiástica formada por judíos cristianos, había pasado a ser de judíos y gentiles gracias a San Pablo, para convertirse únicamente en una comunidad de gentiles con todo su bagaje cultural grecorromano. Los cristianos judíos, los originales, habían terminado convirtiéndose, para los católicos, en aquellos trescientos años y tras la legalización del catolicismo, en una mera secta superviviente de épocas anteriores, considerada, desde el Concilio de Nicea, herética, cuando en realidad, dichos cristianos judíos representaban la herencia legítima del primer cristianismo[1], porque no habían recibido las influencias romanas ni la helenización que terminaron convirtiendo el catolicismo en un paganismo camuflado.

Los efectos negativos de la helenización de la predicación cristiana fueron evidentes, como ya hemos visto. De acuerdo con sus orígenes hebreos, la verdad del cristianismo no podía ser vista, ni teorizada; por el contrario, debía ser realizada, practicada. Pero en el cristianismo helenista los argumentos se centraron cada vez menos en ser discípulo de Cristo de un modo práctico y cada vez más en la aceptación de una enseñanza revelada: sobre Dios y Jesucristo, sobre Dios y el mundo[2], todo lo cual facilitó la aparición de la mentalidad, en el cristianismo de la gentilidad, que originó la absorción de las formas paganas en las creencias cristianas. En otras palabras, si el cristianismo católico tuvo éxito en su instauración como religión única y su aceptación por el gobierno romano, fue porque se daban las condiciones idóneas, la fruta estaba madura. La actitud beligerante de los obispos católicos hizo el resto para conseguir instalarse perpetuamente en el poder.

San Macario pertenecía a la rama católica, creía por tanto en la divinidad de Jesucristo y que era consustancial con el Padre. Esta visión, como se verá en su biografía, provocó que sufriera roces con los arrianos.

Pero el concepto católico del cristianismo poseía otras facetas aparte de la principal. Facetas por todos conocidas, ya que han llegado a nuestros días y mantenían relativa fuerza hasta hace unos años. Por ejemplo, la visión sexual.

Hemos visto cómo se cambiaron los 10 Mandamientos DADOS por Dios y este acto originó consecuencias:

  1. La eliminación del segundo mandamiento, aquel que decía no te harás estatuas ni imágenes, no te postrarás ante ellas y no les darás culto, permitió toda la iconografía posterior y el culto a la Virgen y a los santos; tema puntual que prohibía dicho Mandamiento.
  2. La eliminación de no cometerás adulterio podría haber originado un libertinaje sexual, no fue así porque fue sustituido por no cometerás actos impuros.
  3. Para redondear dicha sustitución se creó otro mandamiento nuevo: no consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Estos dos últimos mandamientos tuvieron en el cristianismo católico posterior una gran influencia. Todavía en el catecismo actual se nos dice que los pecados contra estos mandamientos son: la lujuria y la masturbación, la fornicación y la pornografía, la prostitución, la violación y las prácticas homosexuales.

El quebrantamiento de los Mandamientos es considerado PECADO MORTAL, el castigo es la CONDENACIÓN ETERNA en el Infierno.

La Iglesia no solo prohíbe el acto, prohíbe también el pensamiento. Y así como en el acto uno se puede reprimir, por mucho que le cueste, el pensamiento no. El pensamiento es libre, aunque el catecismo diga que el pecado no es tener dicho pensamiento sino regodearse en él.

Estos dos nuevos mandamientos de una presunta Ley de Dios, pero en realidad humana, se van a unir en la mentalidad del cristiano primitivo con la influencia gnóstica y la agustiniana (influida a su vez por el maniqueísmo) dando lugar a un comportamiento que hoy resulta chocante, pero en absoluto en aquella época. Al contrario, quien lo conseguía era considerado el no va más de la santidad.

De esta época es también el concepto del Pecado Original, cuyo inventor o teórico fue San Agustín, el cual influiría también en todo lo relativo al tema sexual en el devenir de la Iglesia.

Lógicamente el Catolicismo es mucho más rico que lo narrado, pero para lo que nos interesa (comprender la actitud de San Macario) es suficiente. Igualmente todo el pensamiento de San Agustín es mucho más extenso y brillante que lo que vamos a tratar, sin embargo por la misma razón vamos a comentar solo dos puntos.

 

1.- LA INFLUENCIA DE SAN AGUSTIN EN EL CRISTIANISMO

 

Desde San Pablo, exceptuando Martín Lutero, no ha habido en el mundo persona que haya influido más en la Iglesia Católica que San Agustín, el cual fue contemporáneo de San Macario.

A pesar de ser hijo de Santa Mónica no creció como católico siendo al menos hasta los 30 años maniqueo[3], doctrina que luego combatió.

En su juventud fue un hombre mundano, disoluto, según sus propias palabras[4], pero con una mente ágil e inteligente. Tras el bautismo escribió numerosas obras profundas y esplendidas sobre el alma humana, la búsqueda de la felicidad, el tiempo o la eternidad, que influyeron en la cristiandad aún estando con vida, modelando el catolicismo de su época y que consecuentemente influyó en San Macario como en todos los demás católicos hasta épocas muy recientes.

Su extenso trabajo literario y filosófico trata sobre: dogmas como la Trinidad, Teología, el hombre, el alma, escritos contra las herejías[5], mariología, soteriología[6], cristología, tratados sobre las Sagradas Escrituras (en donde dedicó tres tomos al Evangelio según San Juan), etc. Escribió también una regla monástica: la Regla de San Agustín.

Cabe destacar que sus teorías sobre la Virgen María y Cristo perviven todavía hoy en la Iglesia Católica y así nos las enseñan.

De San Agustín es el concepto del Pecado Original que todavía defiende la Iglesia, el cual desde Adán se transmitía a través del acto sexual y por tanto lo heredaban los hijos. Consecuencia de este pensamiento fue que se llegaba a la conclusión que el placer sexual (no el acto destinado a la procreación) era pecaminoso por sí mismo y debía suprimirse. Tesis, esta última, cuyo origen de influencia hay que buscarla en su juventud maniquea; así como la anterior (la del Pecado Original) es una evolución de la teoría del pecado de San Pablo.

La Iglesia ha seguido las directrices de San Agustín hasta la época actual que además se ajustaban como un guante a los dos nuevos mandamientos que había instaurado.    

           

Ilustración 7 – San Agustín. Pintura de Sandro Botticelli. 1480

 

 

2.- LA INFLUENCIA GNOSTICA EN EL CRISTIANISMO

El gnosticismo estaba por todo el Imperio Romano, pero el hallazgo de los manuscritos de Nag Hammadi indica que Egipto era un foco importante.

Aunque duramente combatido cabe destacar que algunas de sus ideas influyeron en el catolicismo en conjunción con las agustianas.

Dado que en Egipto existía una importante Iglesia Gnóstica, que era contemporánea de San Macario, es indudable que la Iglesia egipcia estaba impregnada de ella y, por tanto, nuestro patrono también.

2.1.- La Gnosis

La gnosis no era en absoluto homogénea existiendo visiones muy dispares, pero poseían algunos puntos en común. Uno en cuestión es el que nos interesa:

            Un Dios bueno había creado al ser humano en espíritu y otro Malo había creado el mundo y había aprisionado el espíritu humano en el cuerpo físico, que él había creado del barro. El espíritu era inmortal, pero el cuerpo no y se prolongaba el encadenamiento del espíritu al cuerpo reencarnación tras reencarnación.

El concepto básico del tema es que el cuerpo es la cárcel del espíritu y por tanto es su enemigo. Es decir: el cuerpo es el enemigo del hombre, porque el hombre es espíritu. La misión del cuerpo es encadenar al hombre[7] en la Tierra, que es el verdadero infierno.

¿Adónde conduce este razonamiento?

Nos lleva a la conclusión, que ha pervivido en el catolicismo hasta hace bien poco, de que el cuerpo es nefasto, que todo lo que lleva a la satisfacción del cuerpo es pecaminoso; que el cuerpo tiene una voluntad propia a la que hay que dominar como sea para que no nos condene al Infierno, incluso si es preciso infligiéndole daño.

No todos los piadosos que se autolesionan es por este motivo, los hay que se provocan dolor para sufrir en sus carnes la pasión de Jesús. La práctica ha llegado a los tiempos actuales a través del cilicio.

El tema de la autolesión puede parecer una barbaridad desde nuestro punto de vista actual del siglo XXI, pero hay que verlo con los ojos del siglo IV para entenderlo:

Nos encontramos en una época en que hay diversas facciones del cristianismo, que están en lucha entre sí. Cada una de ellas no solo defiende su postura con uñas y dientes es que además están convencidas, pero que MUY CONVENCIDAS, de que su visión cristiana es la Única Verdadera. Y esto lo creen los católicos, lo creen los arrianos y lo creen los gnósticos.

Este convencimiento, esta creencia, esta fe, los convierte en fanáticos de su visión religiosa y el que no cumple con ella como debe va de cabeza al Infierno para toda la eternidad.

San Macario, como buen cristiano de su tiempo, no quiso sufrir las penas del Infierno. Esto lo llevó, como a muchos otros, a huir de los peligros de mundo[8] e intentar someter como fuera a aquel cuerpo traidor que le había tocado en suerte.

3.- EL ASCETISMO Y EL MONACATO

3.1.- Causas y motivos de la aparición del monacato eremita

Como ya adelantamos la paganización del cristianismo provocó una adulteración de las enseñanzas originales de Jesucristo. Frente al monoteísmo absoluto de su origen judío surgió un politeísmo con una serie de dioses menores que, por vergüenza, se han dado a llamar santos y vírgenes.

Si en los últimos tiempos del Bajo Imperio romano centenares de funcionarios se dedicaron a impedir la difusión de pensamientos, noticias e intervenir la correspondencia para crear climas artificiales de opinión, falsear los resultados y difamar a los adversarios políticos (vamos, lo mismo que hoy[9]), la Iglesia no iba a ser menos, porque, tras el triunfo del Catolicismo, la jerarquía cristiana heredó dicha censura intentando modificar el pasado. De esta forma, no solo destruyó las obras de Celso, Porfirio, Juliano, etc., opuestas a la concepción cristiana del mundo, sino que los títulos de esos libros específicos se borraron del catálogo de sus autores, quedando los demás intactos. Es como si nunca hubiesen sido escritos ni existido[10]. Si hemos sabido de ellos fue gracias a los árabes.

No fueron pues las invasiones bárbaras las que trajeron el oscurantismo medieval sino el fanatismo de la Iglesia. San Agustín, por ejemplo, decía: Vanidad es profesar las ciencias mundanas y piedad confesaros a Vos[11], para después añadir que la Retórica y otras ciencias romanas no le habían servido de nada, lo cual fue reinterpretado por el resto del clero como que eran funestas y obras del diablo.

En pocos siglos Europa iba a retroceder económica y espiritualmente un milenio. Plagas del campo, caos social, privilegios, barbarie, expolios… y como respuesta y solución el Papado de Roma recabaría el apoyo de nobles y reyes para bautizar por la fuerza a sajones, daneses, prusianos, lombardos, eslavos, judíos y, más tarde, musulmanes que caigan en su zona de influencia. Todo por la salvación del alma y la pureza de la fe, que se contaminará, a instancias de la misma Iglesia, con los ecos politeístas de los que se adueña en cada nueva región convertida, igual que había hecho con la Roma pagana  de los tiempos de Constantino.

En vida de nuestro patrón San Macario, y tras convertirse en la religión oficial del Estado, comenzaron a verse misas, ofrendas, limosnas y oraciones devotas que remediaban toda clase de males, dentro de un retorno general a la cura por ensalmos que solo exigirá, para los ensalmadores, mientras el mundo se encamina al medioevo, vestir el hábito de alguna orden conocida.

Tras llenar los viejos templos paganos de exvotos, reliquias, iconos, momias y réplicas de brazos y piernas[12]  − permitiendo que los eclesiásticos vendan la vida eterna a cambio de dinero y otros bienes −, el cristianismo insistirá en poner fuera de la ley cualquier tipo de superstición.

Frente a todo este ambiente, cuyo germen lo hayamos en la época de San Macario, aparecerá el movimiento monacal eremita en un intento de restaurar la pureza de la vida cristiana primitiva, siendo uno de los primeros impulsores San Antonio Abad.

Ilustración 8 – “Las tentaciones de San Antonio”, de Martin Shongauer. Sus tentaciones, visiones (o alucinaciones) tuvieron notable influencia en la demonología cristiana.

3.2.- El ascetismo y su adulteración

Se entiende habitualmente por ascetismo, una vida de austeridades y mortificaciones corporales, aunque este concepto se aleja algo del significado original de la palabra griega Asketes, que designa simplemente al que se ejercita a la manera de un atleta. La Iglesia modificó su sentido, aplicándolo a la práctica de toda clase de renunciamientos con vistas al progreso espiritual, y basados en la teoría de que siendo la naturaleza corporal con sus pasiones y sus deseos la fortaleza del mal inherente en el hombre desde la caída de Adán, es necesario reducirla por el ayuno y la penitencia.

La base del ascetismo cristiano la hallamos en cierta interpretación de las epístolas de San Pablo:

Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. Pues la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne, pues uno y otro se oponen de manera que no hagáis lo que queréis. (Gálatas, 5: 16 – 17)

Mortificad vuestros miembros terrenos, la fornicación, la impureza, la liviandad, la concupiscencia y la avaricia, que es una especie de idolatría, por las cuales viene la cólera de Dios (Colosenses, 3: 5 – 6)

En otras palabras, y según la interpretación comentada, el dolor es grato a Dios siempre que constituya una mortificación de la “carne”.

La finalidad del ascetismo es la purificación del espíritu a través del autodominio, la lucha contra las pasiones y las fuerzas del mal, el esfuerzo por alcanzar las virtudes y desarrollarlas a través de la meditación y del estudio, pero también de privaciones en el comer y el beber (ayuno, abstinencia de ciertos alimentos y bebidas), el dormir (velas nocturnas), hablar (silencio), el trato sexual (continencia), los bienes terrenos (pobreza voluntaria), etc. Mas en ocasiones a esto se añade toda serie de torturas, las más de las veces con derramamiento de sangre, que el asceta se aplica a sí mismo o se hace aplicar por otro y que parecen realmente despreciar el cuerpo humano buscando el sufrimiento por el sufrimiento[13] y que cuya aplicación, falsa en su mayor parte como veremos, a San Macario es lo que ha hecho que algunos lo consideren un sadomasoquista, cuando ni lo era ni castigó su cuerpo.

Pero el sambenito le cayó.

No hizo las barbaridades de auto castigo que se nos cuentan porque cuando él se hizo eremita vivían, primero en comunidad no solos como ermitaños, y después para evitar los excesos, se habían establecido reglas monacales que regulaban tanto la convivencia comunal como las penitencias para evitar abusos corporales que perjudicasen la salud.

[1]  Han Küng. “La Iglesia Católica”. Círculo de Lectores. 2002

[2]  Han Küng. “La Iglesia Católica”. Círculo de Lectores. 2002

[3]  Fundada por Mani era una religión dualista muy similar al gnosticismo.

[4]  San Agustín, “Confesiones”. Colección Austral Espasa – Calpe S.A. 1980.

[5]  Maniqueísmo, donatismo, arrianismo, pelagianismo, etc.

[6] Rama de la Teología que estudia la salvación.

[7]  Vamos: al espíritu.

[8]  Este fue el motivo de que se hiciera ermitaño y no quisiera nunca abandonar su posición.

[9]  Douglas Rushkoff. “Coerción”. Círculo de Lectores. 2002.

[10]  Antonio Escotado. “Historia General de las Drogas”. Espasa Calpe S.A. 1998.

[11]  San Agustín, “Confesiones”. Colección Austral Espasa – Calpe S.A. 1980.

[12]  Un ejemplo lo tenemos en el Santuario de la Virgen de la Balma

[13]  Casos del monacato sirio e irlandés (Voz “ascetismo”. Diccionario Enciclopédico Salvat. Tomo III. 1975)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *