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10
marzo
Aguja de marear (6)

VIDRIERA ROTA (2)

Aguja de Marear

1976

6

            Mac no hacía más que dar vueltas en la cama, intranquilo. No podía apartar de su mente la conversación con Isabel, sobre todo lo último. Ve a drogarte, es para lo único que sirves. Para lo único, pero ¿qué se creía?

            Golpeaba nerviosamente su muslo tamborileando con los dedos.

            ¿Qué se iba a creer? La verdad. Tenía la droga en la pata de la cama, una doble, antigua, que habían comprado sus tíos a poco de casarse, y no hacía más que rumiarle en la cabeza. Si no hubiera sido por la frasecita haría rato que la habría consumido. Pero no daría su brazo a torcer, no le iba a dar la razón a aquella enteradilla.

            No estaba sufriendo el síndrome de abstinencia, su hábito no había llegado a ser tan frecuente como para provocárselo, simplemente le apetecía tomarla, le llamaba, y al no acceder se incrementaba su nerviosismo. Nerviosismo que buscaba paliar empalmando un cigarrillo tras otro, tirando la ceniza y colillas por la ventana al patio de luces.

            Para lo único.

            Soltó una imprecación.

            Al final brincó de la cama y deambuló por la habitación sintiendo palpitaciones y sensación de enloquecer si no consumía aquel maldito producto.

***

            … cabezota, cabezota, cabezota…

            Era lo único que conseguía escribir Isabel en su diario, tan obsesionada con Mac como éste con la heroína.

            Hasta ella llegaban los sonoros resoplidos de su padre durmiendo la mona. Fermín había emigrado a Barcelona con intención de cambiar de vida, pero se obstinaba en no acudir a ningún centro de alcohólicos rehabilitados, temeroso de lo que pudieran hacerle aquella pandilla de borrachuzos. Además, él no estaba tan mal como para eso, no los necesitaba.

            cabezota

            Se había convertido en un chico atractivo. Lástima que fuera tan terco como su padre. Había intentado razonar con él, incluso puesto dura, pero no había conseguido nada. Mac no olvidaría tan fácilmente como había creído su obsesión de haber matado a un hombre. Porque era esto lo que impedía que reaccionara. Todo lo que había padecido por ayudar a su padre parecía olvidado, pero esto…

            Se había desentendido de todos, incluso de su mejor amigo, convirtiéndose en su ser solitario.

            No se había equivocado en su juicio. Mac buscaba una forma de recibir un castigo por su crimen y puesto que no había recibido ninguno, se lo aplicaba él mismo. Consumía drogas como el beato se aplicaba el cilicio. Se mataba lentamente por no soltarse un tiro.

            cabezota

            Tenía la mente bloqueada. Cuanto más pensaba en hallar un medio para ayudarle más regresaba la palabreja.

            No quería ayuda de nadie, el muy…

***

            Que era un niño.

            Aquello era bueno.

            Que no servía para otra cosa.

            A ella le gustaría ver en su lugar.

            Eres tan vulnerable.

            Tan bueno.

            Maldita zorra.

            ¿Qué le importaba a ella?

***

            No comprendía cómo una persona inteligente tuviera tal cerrazón mental. Mac no era ningún tonto, no lo había sido nunca. Sus ojos seguían brillando vivos e ingeniosos, seguían siendo honestos, aunque esto último no hubiera sabido verlo años atrás, cuando fingía querer tirarla de las coletas, sin hacerlo nunca, simplemente por el gusto de hacerla rabiar.

            Vulnerable. Esa era la palabra.

            A pesar de su carácter peleón siempre había sido sensible, demasiado sensible para salir inmune de aquel atolladero en que se metió para salvar a Fermín.

            Tenía el rostro grave del muchacho en la mente, lo visualizaba en la conversación, impertinente y crío, como si quisiera enfadarla y consiguiéndolo con la misma facilidad de antaño. Ella, estúpida, había picado el anzuelo y lo había mandado al diablo, justo lo que Mac deseaba. Y justo cuando él terminó cediendo ella le cerró las puertas herida en su orgullo, total porque la había llamado puta. Pero no lo había dicho en serio, buscaba zaherirla para que ella le dañara.

            Escribió estúpida al lado del cabezota.

***

            Seguía teniendo un genio de mil demonios. El carácter no le había cambiado aunque físicamente estuviera para echarle un buen polvo, pensó recordando sus piernas rectas, su pecho erguido y hermoso rostro.

            Le gustó cuando le acarició el cabello y habría deseado besarla si no hubiera sido tan… ¿tan qué? Ahora no lo sabía.

            Le había llamado buena persona. A él.

            Pobre del que se enamorara de ella.

            Sólo sirves para drogarte.

            Ya le enseñaría para lo que servía.

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