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02
julio
Andorra 1940-2000 (1)

 

POSGUERRA

 

 

            Al terminar la guerra civil se extendió ante nuestros padres y abuelos unos largos años muy complejos de vida y muerte, de hierro y terror, los años de las Trece Rosas, de la División Azul, de conspiraciones militares contra Franco, del maquis, de recelos, miseria y autarquía. Años de penurias, porque los países que podían haber ayudado en la reconstrucción estaban enzarzados en una cruenta guerra mundial. Años de aislamiento internacional con el que los países demócratas y comunistas intentaron ahogar la dictadura de Franco.

            En 1939 el país estaba en la ruina, agotado, hambriento y falto de mano de obra. En cambio sobraba el miedo. La España que había sido republicana iba a sufrir más que la que había sido nacional desde el principio. Ésta sólo había conocido la represión fascista; aquella, la roja y ahora iba a sufrir la franquista. La mitad de los españoles (los que apoyaron a la República) iban a vivir en alarma sobresaltándose si oían un frenazo al lado de la casa o llamaban a deshora en la puerta.

            Las cárceles estaban hacinadas de presos, medio millón según algunos autores, mal alimentados, faltos de higiene y víctimas de epidemias que los diezmaban. Eran un gasto tremendo para el Estado que debía alimentarlos, y eran la mano de obra que necesitaba el país.

            Acuciado por las circunstancias a Franco no le quedó otra que ser magnánimo. Se liberó a todos aquellos en los que se demostró que tenían las manos limpias de sangre. Se concedió la libertad condicional a los que tenían condenas menores a 6 años, aunque con la prohibición, mientras durara la pena, de acercarse a menos de 250 kilómetros de su residencia[1]. Es decir, que fueron puestos en libertad, pero desterrados de sus localidades; en Andorra se dio algún caso. Cinco meses después de terminar la guerra, en noviembre, una liberación masiva redujo a los presos a 90.000.

            Los que permanecieron en prisión fueron sometidos a lo que se conoció como Redención de Penas por el Trabajo, según la cual se les permitía redimir un día de condena por cada dos trabajados, y aunque se les pagaba el suelo mínimo de un obrero sin cualificar[2] no dejaba de ser una explotación, en la que el Estado se reembolsaba el 29,47 % de dicho jornal como gasto de manutención. Con esta legión de trabajadores Franco realizaría grandes obras públicas como la construcción de 12.000 kilómetros de carreteras[3]; pantanos que sirvieron tanto para el riego, el agua de boca y energía hidroeléctrica[4], y desde luego, la obra icónica del franquismo: el Valle de los Caídos. Muchos reclusos, al concluir su condena, iban a continuar trabajando en estas obras, ahora ya con el sueldo completo. A los que participaron en el Valle de los Caídos se les indemnizó al finalizar las obras y se les facilitó viviendas en Madrid[5].

            Pero no todas las obras públicas las realizaron los presos políticos sino que contrataban a trabajadores de los pueblos. Aquí en Andorra, se acometieron repoblaciones forestales en 1945, en las que muchos de nuestros padres trabajaron siendo muchachos; mi madre, por ejemplo, tenía 12 años; mi padre, 14, y como ellos muchos otros. Una repoblación que fue general en toda España y que comenzó en 1941 sobre 180.000 hectáreas[6].

 

Ilustración 1  Uno de los grupos que repoblaban pinos.

 

            Por otra parte, el aumento de los canales de riego facilitó la creación de pueblos nuevos por toda España a los que acudieron numerosos colonos con la idea de mejorar en la vida. Se les concedía casa y aparejos para la labranza y la ganadería. Mas no era gratis, lo concedido debían pagarlo con las cosechas. Entre estos pueblos nuevos – aprovechando los riegos de la Estanca – estaban Valmuel y Puigmoreno, entre cuyos colonizadores tenemos a familias andorranas.

            A pesar de todos estos intentos, la escasez persistía. Durante la guerra la España republicana había padecido hambre que se extendía ahora por todo el país al reunificarse las dos zonas. Fue obligatorio el racionamiento de los alimentos de primera necesidad[7]. Para ello se creó la Cartilla de Racionamiento. Eran unas tarjetas con cupones, inicialmente familiares, pero en 1943 se convirtieron en individuales, asignándose a cada persona una tienda concreta para comprar los artículos racionados, cantidad que solía variar según la semana o el mes.

            Había cartillas de primera, segunda y tercera categorías, según el nivel social del consumidor, su estado de salud o su posición familiar. Los hombres adultos[8], aunque variaba según el trabajo que tenían, podían acceder al 100 % de los alimentos; las mujeres y mayores de 60 años, al 80 %; los menores de 14 años, un 60 %.

            Muchas casas pudientes que tenían criadas las obligaban a entregarles su cartilla de racionamiento si es que querían trabajar en aquella casa. Así la familia se beneficiaba de su ración y le daban de comer lo que ellos querían.

            El hambre se sufrió menos en los pueblos, pues quien más quien menos tenía un huerto  para paliarlo, pero tampoco era para cantar victoria, porque había grandes diferencias dentro de la España rural; en Andalucía, por ejemplo, se pasaba más hambre que en Aragón.

            No ocurría lo mismo en las ciudades, aunque algunos se construían minihuertos utilizando baldes y similares[9] en las terrazas. De hecho, los de las ciudades sólo comían bien cuando recibían la visita de sus parientes pueblerinos, que acudían a la capital cargados de chorizos, longanizas y pan blanco, el cual era un artículo de lujo y llamaba mucho la atención, porque en la ciudad todavía lo comían negro. El hecho pasó al cine español que ridiculizaría la figura del rústico paleto que iba a la ciudad con comida, una imagen que todavía recogía Paco Martínez Soria en «La ciudad no es para mí», con sus dos pollos cuando va a vivir a casa de su hijo.

 

Ilustración 2  Paco Martínez Soria en «La Ciudad no es para mí». Se pueden ven los pollos bajo el brazo.

 

            Los años 40 y los primeros de los 50 fueron de intenso sufrimiento con largas colas para obtener alimentos, ropas remendadas, estilográficas a plazos, cepillos de dientes reacondicionados[10].

            Lógicamente en donde hay escasez hay contrabando, y en la España de la época éste recibió un nombre propio: estraperlo. Los estraperlistas utilizaron  todo tipo de pillerías para el contrabando de aceite, carne, vino… numerosas veces con la complicidad de los inspectores de abastos, fácilmente sobornables por el poco sueldo que recibían[11]. Tampoco exigían mucho, en ocasiones una cántara de aceite bastaba para que hicieran la vista gorda[12].

            En 1945 en el diario «Madrid» se leía: Los carniceros venden de estraperlo la carne mientras los almacenistas acaparan el aceite y sube el precio del pescado[13].

            El estraperlo no se centró en la alimentación sino que se extendió a medicamentos como la penicilina. César Montañés recoge en su obra[14] cómo se consiguió para poder administrarla a Pilar Comín Galve:

 

La aparición de los antibióticos y especialmente de la penicilina, marca el principio de una nueva era de la Medicina, y el descubridor de ésta, Sir Alexander Fleming, será eternamente uno de los grandes benefactores de la Humanidad. Descubierta en 1928, la conflagración mundial del 39 – 45 fuerza y generaliza su empleo y terminada la contienda, aparece, de contrabando, en nuestro País.

            Andorra no resultó lenta en hacer uso del casi milagroso producto terapéutico ya que, en marzo de 1946 se aplicaba a la enferma Pilar Comín Galve, constituyendo el primer caso de empleo de la penicilina en nuestro pueblo y, posiblemente, en la comarca bajoaragonesa. El hecho, por sencillo que parezca en la actualidad, es digno de aparecer destacado en la historia de Andorra, en honor al descubridor del antibiótico y como agradecimiento a los millones de vidas salvadas. El suceso resultó así de maravilloso, pues rescataba una vida que parecía definitivamente perdida.

            En febrero de 1945, Pilar Comín tenía una hija pasando el difícil trance con toda felicidad. Mas a los pocos días, como mujer hacendosa y creyéndose libre del peligro de una recaída, cometió la imprudencia de lavar unas ropas[15] lo que hizo aparecer los primeros síntomas de una afección local que a los pocos días se convertía en una infección general de la sangre. Alarmados los familiares, se acordó con el médico de cabecera, D. Casimiro, llamar a consulta al Dr. Pérez – Ricart de Alcorisa, pero con residencia en Zaragoza. La enferma gravísima, en coma y con frecuentes síncopes, reclamaba soluciones drásticas y, sin pérdida de tiempo, se desplazó un coche a Zaragoza para traer el esperado remedio y un poco de confianza. La llegada del Doctor y su visita poco alivio trajeron a la tragedia familiar, porque el diagnóstico fue inhumanamente duro, por sincero. La vida de la enferma pendía de un hilo sutil que el más leve movimiento podía romper y, ello imposibilitaba su traslado a centros con más amplios recursos terapéuticos. Y surgió la palabra mágica: Tal vez la Penicilina…

            Pero este medicamento no estaba todavía al alcance de las familias corrientes, pues las existencias de la preciada penicilina circulaban por cauces ocultos y su comercialización era contrabando. En consecuencia el acicate de una ilusión movió a los hombres, quienes trasladados a la Capital y convenientemente asesorados, se hicieron con los dos primeros frascos del antibiótico que vieron sus ojos. Regresaron a su lugar de origen y fueron inyectados a Pilar con aspecto ya de cadáver, mediante técnicas de aprendizaje. Contra todo lo previsible, la enferma daba muestras de una reacción positiva al tratamiento a partir de la segunda dosis. Se repitieron los viajes a Zaragoza, intervino en la busca el Catedrático Martín Sauras y se forzaron presiones y recursos, hasta alcanzar la decimotercera inyección, que completaba la superación de una crisis con caracteres de milagro científico. Fueron unos inolvidables días de marzo de 1946, en la posguerra de la más destructora pugna sufrida por el hombre, desde sus orígenes.

            Para terminar, señalaremos que desde prueba tan sorprendente, en Andorra hubo una permanente reserva de frascos de aquel tesoro blanco y maravilloso, más valioso que el oro mismo. Los guardaba en su bodega, envueltos en hielo, D. Pedro Bendicho, constructor de nuestras carreteras y, frente a nuestros problemas, persona previsora.

 

            El estraperlo finalizaría en 1952 coincidiendo con el fin del racionamiento. Podemos extender, por tanto, la posguerra desde 1939 hasta 1952, aunque en esto tuvo mucho que ver la Guerra Fría y la finalización del aislamiento internacional con la presentación de las cartas credenciales del nuevo embajador de USA el 2 de marzo de 1951.

            El aislamiento internacional comenzó al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en donde se habían eliminado dos dictaduras fascistas[16] y emergía una poderosa dictadura marxista tan avarienta como las anteriores, la URSS, que en el tratado de paz se apoderó de media Europa convirtiendo a los países subyugados en satélites comunistas[17]. El continente quedó dividido en dos bloques que se iban a vigilar recelosamente hasta finales de siglo.

            El aislamiento empeoró tras aprobarse por votación en la ONU, siendo los países marxistas quienes más empeño pusieron para conseguirlo. Fueron 34 votos a favor, 6 en contra[18] y 13 abstenciones, en la que se condenaba al régimen franquista por fascista y totalitario. Hubo una desbandada diplomática y sólo permanecieron en España el nuncio del Vaticano y los embajadores de Suiza, Portugal e Irlanda[19].

            La reacción del régimen fue de lo más fanfarrona, una muchedumbre enardecida se congregó en la Plaza de Oriente animando a Franco. En una de las pancartas se leía: Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos.

            Si buscaban ahogar a la dictadura estaban muy equivocados, Franco permaneció impertérrito. La situación de España iba a empeorar todavía más de lo que estaba, pero no cedería. A ver quién podía más.

            En realidad jugaba con ventaja.

            La guerra mundial había creado unos aliados insólitos: el comunismo y la democracia. Franco estaba convencido de que no podía durar. Sólo tenía que esperar y resistir. Cuando se rompiera el idilio, las democracias con su adalid (USA) a la cabeza, volverían los ojos hacia él, un furibundo anticomunista que podía llegar a ser un apreciable aliado.

            Sin ningún tipo de ayuda únicamente quedaba el autoabastecimiento[20] en donde surgirían genialidades como el gasógeno[21] para suplir la falta de gasolina, aunque era un invento que ya se conocía, dado que tuvo un uso muy extendido en Europa después la Primera Guerra Mundial por las dificultades de abastecerse de petróleo y sus derivados en el mercado mundial. La poca potencia que daba al motor hacía que los camiones fueran casi al paso en las cuestas, lo que facilitaba que la chiquillería asaltara la caja para agenciarse con los productos agrícolas que portaba y paliar el hambre. Tengo oído que, aquí en Andorra, también se dio el caso.

 

Ilustración 3  Coche de línea con gasógeno

 

            Sin embargo, la autarquía sólo estaba creando más hambre al combinarse el aislamiento con una pertinaz sequía. El estraperlo hacía su agosto mientras pelotones de indigentes hacían colas interminables para conseguir la sopa sobrante en los cuarteles. Fue entonces cuando Argentina, uno de los países que habían votado contra el aislamiento, acudió en ayuda rompiendo el boicot. Con la firma del protocolo Franco – Perón, Argentina envió trigo y carne a crédito.

            La ruptura que esperaba Franco no tardó en producirse. En 1948 los soviéticos bloquearon Berlín dando comienzo a la Guerra Fría. En 1949 los comunistas se hacían con el poder en China. En 1950 intentaron lo mismo con Corea, para impedirlo los Estados Unidos entraron en guerra. USA se convenció de que debía reforzar su presencia en Europa, y España le pareció una buena opción[22]. Comenzaron las negociaciones que culminaron con la apertura de la embajada en 1951. Con el beneplácito estadounidense el resto de embajadores comenzaron a regresar a Madrid. Su conocimiento del comunismo, su terquedad y las circunstancias internacionales habían logrado a la postre un importante éxito diplomático y político notable para Franco.

            En 1950 España entraba en la UNESCO.

            En 1953 se firmaba el Pacto Hispano – Norteamericano mediante el cual USA facilitaba material de guerra y ayuda económica a cambio de establecer bases militares.

            En 1952 se celebraba en Barcelona el Congreso Eucarístico. Cuatro años antes, en 1948, con ocasión del Congreso Mariano Diocesano de Madrid, la Virgen de Fatima había salido de Portugal peregrinando por  diversas localidades españolas antes de visitar la capital. A Andorra llegó por Alloza; se pusieron arcos de flores por las calles que recorrió.

 

Ilustración 4 – Niñas andorranas portando imágenes de la Virgen de Fátima

 

            En 1953 se firmaba el Concordato con la Santa Sede, que otorgaba a la Iglesia católica un extraordinario conjunto de privilegios: matrimonios canónicos obligatorios para todos los católicos; protección contra la intrusión policial sobre propiedades de la Iglesia; exención del servicio militar para el clero…

            En 1955 España ingresaba en la ONU.

            El mundo estaba cambiando y el miedo iba desapareciendo. No es de extrañar que 1951, el mismo año que se abre la embajada estadounidense, se declarara una huelga general, que fue calificada como reiterados intentos de subversión. Estudiantes de la Universidad de Madrid se enfrentaron en la calle con un grupo de falangistas con el resultado de dos heridos graves[23]. En Barcelona, coincidiendo con el nacimiento de la primera nieta de Franco[24] los universitarios se lanzaron a la calle protestando por el encarecimiento del tranvía cantando, en la plaza de la Universidad:

 

Franco, Franquito, que ya eres abuelito

Y tienes que poner el tranvía a realito

 

            Con el auge de las protestas, la apertura y el cambio del panorama político internacional el Caudillo se percató que no podía continuar su gobierno como hasta ahora y se adaptó a las circunstancias relajando cada vez más el régimen, sobretodo a partir de 1960, convirtiendo la dictadura en una dictablanda, hasta el punto que Alexandr Solzhenitsin[25] dijo en 1976 refiriéndose a la dictadura franquista: Si nosotros (los soviéticos) gozásemos de la libertad que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos boquiabiertos.

            En la década de 1950 quedaban atrás las penalidades de la guerra; el hambre; la conspiración de la Falange para derrocar a Franco, con ayuda de Hitler, e introducir a España en la guerra mundial; los maquis; el gasógeno; el animar los maestros a los escolares para que se apuntaran a la Falange[26]

            Otras cosas no cambiaron como la «Pirenaica», emisora clandestina que emitía desde Moscú, y que se oía por toda España, incluida Andorra, bajando el volumen para que no la oyera la pareja de la guardia civil que patrullaba las calles por la noche. Y también siguió preceptivo que todos los pueblos tuvieran el yugo y las flechas a la entrada y salida de la localidad. Yo lo recuerdo en la pared de una de las casas en la carretera que entraba al pueblo por la Umbría.

 



[1] Juan Eslava Galán. «Los años del miedo». Editorial Planeta S. A. 2008.

[2] 4,75 Ptas. /día.

[3] Más de la mitad de las carreteras españolas estaban hechas con lo que se conocía como madacán (piedra machacada cubierta de una fina capa de arena y compactada por una apisonadora) sin asfalto. El cuidado de estas carreteras estaba en mano de los peones camineros, que se limitaban a rellenar los baches y rozar las cunetas. Cada equis kilómetros se alzaba la casa del peón caminero. Entre el Ventorrillo y la cuesta de la Calzada había una, a cargo del tió Caminero.

[4] Según Juan Eslava Galán entre 1940 y 1963 se construyeron 322 presas que permitieron el establecimiento de 297 embalses, de los cuales 132 se destinaron a riego, 46 al abastecimiento de poblaciones y 107 al aprovechamiento hidroeléctrico.

[5] Alberto Bárcena Pérez. La Redención de penas en el Valle de los Caídos». Editorial San Román. 2015.

[6] Pío Moa. «Años de Hierro». La Esfera de los Libros. 2007.

[7] Carne, tocino, huevos, mantequilla, queso, bacalao, jureles, aceite, arroz, garbanzos, alubias, lentejas, patatas, boniatos, pasta de sopa, puré, azúcar, chocolate, turrón, café, galletas y pan.

[8] https://www.larazon.es/cultura/historia/20211105/6hz372w2w5d2dpsz57izrgggfu.html

[9] Juan Eslava Galán. «Los años del miedo». Editorial Planeta S. A. 2008.

[10] Raymond Carr. «España 1808 – 1975» Biblioteca Historia de España. RBA Coleccionables. 2005.

[11] En realidad todos los funcionarios tenían sueldo bajo. Los alcaldes no cobraban nada o, si recibían alguna nómina, era tan ínfima que les obligaba a vivir de otros trabajos.

[12] Juan Eslava Galán. «Los años del miedo». Editorial Planeta S. A. 2008.

[13] José Martí Gómez. «La España del estraperlo (1936 – 1952)». Editorial Planeta. 1995.

[14] Juan César Montañés y Montañés. «Un siglo de Historia de la Villa de Andorra». Patronato de Cultura y Turismo de Andorra. 2009.

[15]  Se lavaba a mano en los lavaderos públicos. Si nos fijamos en la fecha, era pleno invierno.

[16] Quedaba una tercera, la franquista.

[17] Los Países Bálticos, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Rumania, Albania y Yugoslavia.

[18] Votaron contra del aislamiento: Argentina, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador y Perú.

[19] Juan Eslava Galán. «Los años del miedo». Editorial Planeta S. A. 2008.

[20] Autarquía.

[21] Aparato que funciona usando la gasificación, procedimiento que permite obtener combustible gaseoso a partir de combustibles sólidos como el carbón, la leña o casi cualquier residuo combustible

[22] José Luis Corral. «Una historia de España». Edhasa. 2008.

[23] José Luis Corral. «Una historia de España». Edhasa. 2008.

[24] 1951.

[25] Escritor e historiador ruso, Premio Nobel de Literatura en 1970. Crítico del socialismo soviético, contribuyó a dar a conocer el Gulag, el sistema de campos de trabajos forzados de la Unión Soviética en el que él estuvo preso desde 1945 hasta 1956.

[26] Nunca los borraron después por mucho que lo pidieran de adultos, debiendo abonar la cuota mensual. En cambio, a las mujeres sí les daban de baja si lo solicitaban. Esto terminó después de la muerte del Dictador.

 

 

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