TERCERA PARTE
FORAJIDO
CAPÍTULO 17
Stinking Springs
Llevaban dos días huyendo a través de la nieve cuando llegaron a un antiguo caseto de piedra abandonado en Stinking Springs. No poseía puerta que lo cerrara y el suelo era de tierra prensada, pero tenía el tamaño suficiente para guarecerlos. Había anochecido y el tiempo volvía a empeorar.
Siguiendo su costumbre, Billy introdujo su yegua en el interior del edificio; Wilson le copió la idea. Al resto de caballos los ataron en el exterior al hastial del techo. Luego cenaron y se dispusieron a dormir.
Billy tardó en conciliar el sueño. En aquellas cuarenta y ocho horas sólo había hablado lo necesario. Apenas se había alejado cuando oyó el tiroteo; regresó y se unió a sus compañeros en la huida, para comprobar más tarde que faltaba Tom. Pickett comentó que debió recibir varios impactos, porque estaba entre él y los que disparaban. Todos se temieron lo peor; Billy además se sintió culpable. Si no hubiera sido tan egoísta…
Deseó levantarse, salir y pasear un poco, pero hacía muy mala noche y seguramente despertaría a los demás; estaban demasiado agotados para molestarlos. Así que no se movió y continuó sumido en sus negros pensamientos.
No culpaba a Garrett por la muerte de su amigo en aquella encerrona, se culpaba a él, a su egoísmo. Los remordimientos le habían quitado el sueño y la sonrisa de la boca en las últimas horas. Sabía que ambos regresarían, que el tiempo todo lo cura, pero de momento era imposible. No luchó contra sus pensamientos, no buscó justificación, dejó que vinieran y se fueran de su mente libremente, sin retenerlos, porque agua pasada no mueve molino y Tom no iba a resucitar por mucho que se martirizara.
Eres tonto, Billy.
Le pareció escuchar su voz, incluso lo veía ante él con su cálida sonrisa.
¿En serio crees que nos vamos a hacer viejos con la vida que llevamos?
Estaban en el bar de San Patricio, donde se conocieron. Billy abrió los ojos al darse cuenta. Estaba soñando.
***
Pat Garrett detuvo el caballo e hizo desmontar a sus hombres. Estaban a algo más de 300 metros de Stinking Springs, un manantial de filtraciones, que tenía en sus proximidades una vieja casa de piedra de seis por nueve metros. Si Billy se había detenido, sólo podía estar en ella; no quería arriesgarse a que lo descubriera.
Kid y su gente se había vuelto a refugiar primeramente en el rancho de Wilcox y enviado, al amanecer, al socio de éste, Brazil, a Fort Sumner a averiguar las actividades de Garrett. Brazil, comprendiendo que Billy estaba acabado, lo traicionó y denunció al sheriff. Pat le dijo que regresara al rancho e informara al muchacho que seguía en el pueblo, que no se atrevía a salir.
Billy olió a chamusquina.
Cuando Pat Garrett llegó al rancho, hacía unas horas que se había marchado. Por suerte para Garrett había dejado de nevar y helado lo suficiente para que las huellas de los caballos quedaran bien marcadas, sólo tuvo que seguirlas. Cuando la falta de luz lo imposibilitó sabía ya la dirección que había tomado.
Pat dejó las monturas allí, dividió a sus hombres en dos grupos y se acercaron, armados con sus rifles, por ambos lados de la casa. Eran las tres de la mañana.
Tres potros estaban atados fuera del edificio, ensillados.
-Sólo hay tres caballos –dijo McKinney -, perseguimos a cinco.
-Los otros estarán dentro, con ellos –respondió Garrett e inmediatamente ordenó que entraran sigilosamente y cayeran sobre los bandidos. Pero se negaron; se ve que no les pareció bien entrar ellos mientras él se quedaba fuera, a salvo. Prefirieron quedarse a la intemperie, pasando frío, y esperar las tres horas y media que faltaban para que amaneciera.
A Pat Garrett no le quedó otra que someterse al motín e ideó una nueva táctica.
-Nuestro objetivo es Billy –les dijo -, si lo matamos el resto se rendirá.
-Cuando salgan habrá todavía poca luz, ¿cómo sabremos quién es a esta distancia?
-Por el sombrero –respondió y les describió el que Kid se compró en Lincoln cuando esperaba para firmar la paz.
McKinney escuchaba en silencio comprendiendo que nuevamente iban a disparar sin avisar, como habían hecho con su primo, pero esta vez no hizo ningún comentario.
Colocaron mantas sobre la nieve al pie de la colina y se tumbaron en ellas. Con sólo levantar un poco la cabeza podían ver el hueco de la puerta.
***
Charlie Bowdre fue el primero en despertar. Encendió un pequeño fuego y se puso el sombrero. Se lo quitó murmurando; se había vuelto a confundir y cogido el de Billy, que estaba al lado. Eran tan similares que si no se fijaban bien los cogían cambiados. Se daban cuenta al ponérselos, porque el tamaño de la cabeza era distinto.
Cogió su sombrero y un morral. Salió a alimentar el caballo.
El ruido de los disparos despertó a todos, que desenfundaron instintivamente, pero el único que apareció por el hueco de la puerta fue Charlie, que no se derrumbó al suelo, porque lo cogieron en brazos al desplomarse.
***
Pat Garrett sonrió triunfal. ¡Al fin! Luego diría que le dieron el alto, que desenfundó y tuvieron que matarlo. ¿Quién dudaría de su palabra?
-¡Garrett! –gritó una voz -. ¿Me oye usted?
-¿Quién eres?
-Soy William Wilson. Han herido mortalmente a Charlie Bowdre y quiere salir.
¿Charlie Bowdre?
¿Qué hacía él con el sombrero de Billy?
Maldijo su suerte.
–Ok –respondió tragando bilis -, que salga con las manos en alto.
***
Tenía una bala en la pierna y dos en el cuerpo. La primera debía haber afectado alguna arteria, porque sangraba profusamente. Billy le hizo un torniquete, aunque tenía sus dudas de que sirviera de algo. Las otras dos heridas eran graves y una bala debía haber tocado el pulmón por su manera de respirar.
-Lo comprendes, ¿verdad, Billy? –murmuró apenas sin voz Bowdre. Se refería a que quería salir.
-Claro, Charlie, y fuera te atenderá un médico. Pronto verás a tu mujer.
Bowdre sonrió tristemente.
-No está bien mentirle a los amigos, chico.
Billy no estuvo seguro de lo que dijo al mezclarse su voz con un acceso de tos que expulsaba sangre; se estaba ahogando con ella. Le quitó el cinturón desarmándolo. Tal como estaba, si bajaba los brazos, temió que terminaran acribillándolo.
***
-Viene desarmado.
-Tendrá un arma oculta –respondió Garrett -. Billy le habrá dicho que, puesto que ya está muerto, se vengue matando a tantos como pueda de nosotros. Vosotros no lo conocéis como yo.
***
Desde el hueco de la puerta Billy no lo perdía de vista. La fatalidad había dispuesto que mataran a sus dos mejores amigos con cuatro días de diferencia. Lo veía caminar difícilmente, renqueando con visibles esfuerzos. Cuando dobló las rodillas y se desplomó, supo que había muerto.
Se quedó unos segundos contemplándolo con ojos graves. Uno de los hombres de Garrett se acercaba al fallecido.
Cuando se giraba hacia el interior sonó un disparo. Uno de los caballos cayó muerto obstruyendo parcialmente la puerta. No tuvo ninguna duda de que había sido Pat Garrett quien disparó; el sheriff sabía cómo se escapó de los militares cabalgando ladeado cuando salió de la casa en ruinas el año anterior. Obstaculizando la salida de aquella manera le imposibilitaba incluso el intento.
Estaban atrapados.
-¡Billy! –gritó Garrett.
-¡Dime!
-Será mejor que te rindas.
-Déjame pensarlo.
-Tienes la casa rodeada ¿Cuánto tienes de comida y agua? ¿Cuánto crees que podrás resistir?
-Hoy es Nochebuena, ¿por qué no nos dejas marchar? Ya sabes, como un obsequio navideño.
La risa de Pat Garrett le llegó muy clara.
-Entrégate y tendrás una buena cena. No te prometo más.
-¿No prometes más? ¿Significa que me dispararás al salir?
-¡Diablos, no! ¡Sabes que no! –mintió -. No os haremos nada si te rindes.
-Te creo –mintió a su vez -. Merry Christmas, Pat!
–Merry Christmas, Billy!
La conversación le había dicho algo a Kid y es que Garrett no iba a atacar, esperaría a que se rindieran por hambre.
-No podemos entregarnos –dijo Wilson.
-¿Hay otra alternativa? –quiso saber Billy.
-Tengo las alforjas llenas de dinero falso.
El chico frunció el ceño. Se acercó al caballo de Wilson. Buscó en los talegos.
-Por eso lo metiste.
-No pueden atraparnos con este dinero. La condena sería…
-Tenemos que rendirnos –dijo Pickett -. Hacer una salida es un suicidio y no entregarnos es morir por hambre.
-Hay otra solución –comentó Billy pensando rápidamente -. Enterraremos el dinero.
-Quemémoslo mejor.
-Si lo quemamos nos quedamos sin él. Si lo enterramos quizá algún día lo podamos recuperar.
-Descubrirán que hemos cavado –dijo Rudabaugh.
-No, no lo descubrirán, yo me encargo de eso.
La seguridad de Billy volvía a ser abrumadora. Ninguno dudó de sus palabras.
***
En el exterior se oía el ruido de la excavación.
-¿Qué intentan hacer?
-Ojos de buey, ¿qué sino? La casa sólo tiene una ventana al norte y otra al oeste. Ninguna está en nuestra dirección.
-¿Troneras en la roca? ¿Es que son estúpidos?
-Están desesperados.
-Es idea de Billy –aseguró Pat Garrett -. Con él puede esperarse cualquier cosa. Aunque sea piedra, si se le mete en la cabeza lo conseguirá y desde ellas nos disparará. Alejémonos antes de que terminen esos ojos de buey.
Y cumpliendo órdenes del arrojado sheriff retrocedieron más allá del alcance de sus rifles.
***
-¡Pat! –gritó Billy a última hora de la tarde.
Tres gritos dio sin que le oyera nadie. Al final sacó un trapo blanco agitándolo. Uno de los que hacían la guardia avisó a Garrett que se acercó lo suficiente para hablar.
-¿Qué quieres?
-¿Sigue en pie la cena?
Pat había enviado un jinete al rancho de Wilcox a por provisiones y prepararse para un asedio largo. En cierto modo se sintió decepcionado por lo rápido que había cedido Kid.
-Desde luego. Ríndete y tendrás una gran cena de Nochebuena.
-Te tomo la palabra.
Asomó Tom Pickett ondeando la tela blanca en su mano derecha. Tras él salieron William Wilson y Dave Rudabaugh. Iban desarmados.
Billy no salió.
-¿Qué estará tramando? –murmuró Garrett.
***
Sólo, Billy hizo andar a los caballos para camuflar mejor la excavación. Luego apiló en la misma todos los rifles, las pistolas y los cinturones de las armas. Echó encima el estiércol que habían expulsado desde que se cobijaron en el caseto e incluso consiguió, manipulándolo que uno se meara en las armas. No satisfecho, también se orinó él.
Era muy tarde cuando se decidió a salir.
Tan pronto lo vio ante él, desarmado, indefenso, con los brazos en alto, Garrett se dijo que la mejor solución era dispararle descaradamente, pero no se atrevió; entre sus hombres estaba Paco Anaya, que era simpatizante del muchacho y le acusaría del asesinato. De todas formas, tampoco necesitaba matarlo; el chico ya estaba acabado, sólo tenía que encontrar el dinero falso que, según Azariah Wild, Kid tenía en su poder y los federales se encargarían de él. Se pudriría en la cárcel si no lo ahorcaban antes.
Quien sí levantó el rifle para dispararle a sangre fría fue Barney Mason. Estaba a punto de apretar el gatillo cuando se lo impidió Jim East, otro de los amigos de Billy que estaba en el grupo de Garrett.
Lo encadenaron con grilletes por los tobillos a Dave Rudabaugh y lo esposaron. Sólo entonces entró Garrett raudo en la casa, pero no halló nada del supuesto dinero, únicamente los caballos y las armas. Azariah estaba mal informado.
-¿A qué viene esta chiquillada, Billy? –preguntó malhumorado al salir – ¿Por qué has hecho eso a las armas?
Kid rió travieso.
-Como son buenas y las has conseguido gratis, al menos entretente limpiándolas.
Mientras los hacían subir en el mismo carro con el que transportaban a Charlie Bowdre, para llevarlos a Fort Sumner, Billy oyó a uno llamar a otro Kip. Así llamaba Tom a su primo.
-¿Eres Kip McKinney? –preguntó.
El aludido lo miró con ojos llameantes. Asintió.
-¿Cómo…? –carraspeó, le dolía preguntarlo – ¿Cómo murió Tom?
-Como se merecía por acompañarte…
La frase hirió a Billy, pero no replicó.
-… solo y abandonado –sentenció McKinney.
Ahí Billy lo atravesó con la mirada.
-Lástima –dijo -. Era el mejor de los tres.
Ahora fue McKinney quien calló sintiéndose avergonzado, no tanto por la frase como por la mirada, que no pudo sostener. No había sido culpa suya, no le habían avisado, pero ¿cómo iba a entender la abuela de Tom, que su nieto había muerto solo y abandonado estando su primo allí?