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19
diciembre
POLVO AL VIENTO (45)

TERCERA PARTE

FORAJIDO

CAPÍTULO 15

Carlyle

Al implicarse en el tráfico de dinero falsificado Billy abrió la caja de Pandora. Pronto se extendió el envío de billetes falsos en una gran variedad de transacciones por el condado de Lincoln involucrando a un número significativo de residentes, entre ellos William Wilson; el ranchero de White Oaks, W. W. West, y James Dolan. A lo largo de 1880, el mismo en que Thomas Alva Edison patentaba la bombilla incandescente de filamento de carbono, el tráfico de dinero falso se intensificó hasta el extremo que los federales tomaron cartas en el asunto.

Billy tuvo la suficiente inteligencia de mantenerse al margen con ligeros escarceos esporádicos, tan separados que esperaba no ser molestado por la justicia en este tema.

No ocurría lo mismo con sus robos de ganado. En marzo arrampló con 200 cabezas de Chisum como represalia de haberle delatado a Joe Grant. En mayo fueron 54 en el Panhandle, que escondió con la cueva de Los Portales, les cambió la marca y vendió en White Oaks. En junio se tomó un descanso para asistir, con Tom Folliard y Charlie Bowdre, a la boda de Susan McSween, que se casaba con George Barber. En julio se llevó varias reses de Azul Agua, el rancho de John Newcomb…

John Chisum y otros grandes ganaderos estaban sufriendo pérdidas constantes con la actividad del adolescente y los periódicos se hicieron eco en seguida alimentando, engordando y exagerando como era su costumbre, hasta que el único rostro de la delincuencia en Nuevo México fue el suyo. Los diarios terminaron convirtiéndolo en la principal causa de los problemas del condado de Lincoln y otras comarcas, incrementando sin proponérselo su popularidad, que se veía reforzada por su encanto juvenil y su carisma; sobre todo desde que los escritores de novelas baratas vieron en él un filón, lanzándose una serie de aventuras y tropelías sobre Billy que, sin ser ciertas, contribuyeron a convertirlo en un mítico bandolero.

Así fue como todos terminaron pendientes de él, que únicamente robaba ganado, y nadie se fijaba en los financieros, en los políticos y jueces, ni en quienes detentaban el poder manipulando, engañando, intimidando, sobornando; ni en su tráfico de influencias, desfalcos, lavado de dinero, cohecho, quiebras fraudulentas, malversación de fondos públicos y delincuencia organizada. Nada de esto veían. A los periódicos y sus lectores sólo se les llenaba la boca con un ratero que únicamente robaba vacas y al que, aquel diciembre, el periodista W. S. Koogle bautizaría con el nombre con el cual pasó a la Historia: Billy the Kid.

Su notoriedad se había incrementado de tal manera que no tardó en aparecer el judas de turno.

La aventura de Joe Grant le había despertado la ambición a Pat Garrett, después de una conversación que tuvo con el capitán J. C. Lea. Terminar con Billy podía proporcionarle una gran popularidad que le permitiría entrar en la política por la puerta grande, pero no se atrevía a enfrentarse a él y menos solo. No fue hasta que se acercaron las elecciones a sheriff de Lincoln que tuvo la idea: presentarse al cargo. Si lo conseguía tendría toda clase de medios.

Buscando apoyos se entrevistó con Chisum y otros rancheros perjudicados por Billy, convenciéndolos de que era el hombre que necesitaban para poner fin a los Rustlers, la banda de Kid. Todos se volcaron con él. Difamaron a Kimbrell, el otro candidato, presentándolo como amigo de Billy the Kid, y que por eso era tan tibio persiguiéndolo, permitiéndole toda clase de desmanes y multiplicaron, en la campaña, las fechorías del chico para hacerlo más deleznable y a Kimbrell más incompetente. Sólo uno sería un buen sheriff y todos sabían quién era: el honrado Patrick Garrett.

Enterado de la jugada, a Kid no le hizo ninguna gracia, porque todos aquellos que habían estado fuera de la Ley y ahora la defendían, eran más papistas que el Papa, y para demostrar que sí habían cambiado a sus superiores, no tenían ninguna piedad, escrúpulo, miramiento o comprensión con los que hasta aquel día habían sido sus compañeros de correrías. Sabía que no podía esperar nada bueno si Pat Garrett resultaba elegido.

En octubre, durante la campaña a sheriff, buscando una salida, escribió una carta al abogado Ira Leonard, diciéndole que deseaba dejar de huir de la Ley y se ofrecía como testigo, contra los falsificadores de dinero, a cambio del perdón prometido por el Gobernador Wallace.

Queriendo ayudarle Leonard mostró la carta al federal encargado de la investigación del dinero falso, Azariah Wild, proponiéndole que aceptase a Billy como testigo y que a cambio le concedieran el perdón. Wild aceptó y Leonard escribió una nota a Billy diciéndole que acudiese a White Oaks en una semana para entrevistarse.

Lo que no sabían ninguno de los dos es que era una trampa del federal, para que Billy se confiase y bajase la guardia.

Edgar Walz, furioso con Billy porque no dejó el revólver en el cadáver de Chapman y le comprometió con Dolan, había informado a Wild de que uno de los trabajadores de su rancho conocía el escondite de los Rustlers. Si le pagaba mil dólares les conduciría a la banda de Billy.

Entusiasmado Azariah Wild reclutó un grupo de antiguos miembros de los Seven Rivers Warriors para capturar al chico y escribió a sus superiores para que los nombraran alguaciles; salvo que el primitivo plan quedó olvidado. No necesitaba ir a su guarida, ahorrándose así el dinero, porque Billy iba a venir a White Oaks como un pardillo.

Pero alguien debió irse de la lengua, porque la diligencia que transportaba la carta de Wild fue detenida por los Rustlers, el correo registrado y la misiva del federal leída por Kid, quien se enteró de todo el tinglado y no acudió a la cita, robando, para darles más motivo de persecución, 60 cabezas de ganado a un rancho, 400 de otro y siete caballos a John Chisum.

Mientras se largaba con todo lo sustraído Pat Garrett ganaba las elecciones a sheriff. Dado que no podía ejercer legalmente hasta enero, y estaban en noviembre, el federal Azariah Wild falsificó un documento concediéndole el permiso necesario, convencido como todos que sólo Garrett podría terminar con Kid Bonney.

Pat Garrett no perdió el tiempo, viajó a Fort Sumner a entrevistarse con Barney Mason, un hombre que había estado un tiempo con los Rustlers y lo intimidó para que fuera su soplón. Por mucho miedo que le tuviera a Billy más le temía a Garrett y aceptó traicionar al chico.

Pat se enteró así que Billy, con su descaro habitual, tras vender el ganado tenía intención de presentarse en White Oaks, ahora que no lo esperaban, para hablar con Leonard.

Ambos se desplazaron al pueblo con Azariah Wild y sus hombres, pero llegaron tarde. Sí, los Rustlers habían estado allí, se habían abastecido en el almacén ¡y se habían ido sin pagar!

-¿Y Billy?

-No iba con ellos.

Sin duda estaría en casa de Ira Leonard.

Tampoco.

Kid había estado, pero Leonard no. Después de un mes el abogado se había cansado de esperar y se había vuelto a Lincoln.

***

Habían soltado la jauría. A sus perseguidores tradicionales se habían añadido ahora Azariah Wild, Pat Garrett y seguían apareciendo más, Wild Hudgens, James Carlyle… Era cuestión de tiempo que lo capturaran y así, el 27 de noviembre, unas semanas después del viajecito a White Oaks, Carlyle lo tenía acorralado en la estación de paso de Greathouse – Kuch.

Carlyle tenía cierto renombre entre los agentes de la Ley. Billy no lo conocía personalmente, pero sí había oído hablar de él. No le extrañó pues que le enviara una nota instándole a rendirse. No tenía escapatoria, escribió, Tom Longworth había sido enviado a buscar refuerzos.

Entra y hablaremos de rendición, respondió Billy para ganar tiempo.

A cubierto, el chico vio a Carlyle aproximarse. Frunció el entrecejo, aquel hombre le resultaba conocido. Se apartó de la ventana intentando recordar.

Carlyle entró en la casa. Deslizó la vista entre los hombres que lo rodeaban, no conocía a Billy, pero todos eran demasiado viejos por lo que había oído hablar. Los ojos se detuvieron en Tom Folliard, el único que se correspondía por la edad.

-Vengo a pedirte que te rindas, Billy. Estás rodeado.

-Yo no soy Billy –aclaró Tom.

-Lo soy yo –sonó una voz a su derecha.

Kid estaba sentado indolentemente en una silla. Ambos se reconocieron al verse bien.

Sombrero Jack –pronunció Billy – ¿Vienes finalmente a buscar lo que robaste?

-Henry –balbuceó. Había palidecido.

-Dejad de rodearle. Si alguien lo mata, seré yo.

La voz no sonó autoritaria, pero todos obedecieron. Sombrero Jack sabía que hablaba en serio.

Tras el hurto, sintiéndose perseguido había tenido miedo de regresar a por el producto robado. Luego había oído que Henry había sido apresado en su lugar y que después había huido. Él siguió un tiempo con sus correrías hasta que decidió pasarse al otro lado de la Ley, creyendo que ganaría más dentro que fuera de ella. Cambió de nombre y consiguió ser nombrado sheriff. Nunca creyó que el pasado iba a golpearle de aquella manera.

Billy se aproximaba. Carlyle retrocedió temeroso, pero no tanto como para no pensar fríamente, hacia la ventana. Con un poco de suerte saltaría por ella y huiría. Después, cuando llegaran los refuerzos, asaltaría la estación. No podía permitir que Billy viviera, no podía darle la oportunidad de hablar y decir quién era en realidad.

Billy dudaba entre matarlo sin darle opción a defenderse, dársela, golpearlo primero o simplemente estrangularlo. Sombrero Jack había sido el desencadenante de toda la vida que había arrastrado. Si hubiera vuelto a por lo robado, él no habría sido detenido, no habría escapado de la cárcel de Silver City y todo lo ocurrido después no había pasado nunca. No sería un desarraigado perseguido a muerte por todo Nuevo México, seguiría siendo Henry Antrim, no Billy the Kid.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó Carlyle.

Habían llegado a la ventana.

-Voy a matarte.

Carlyle saltó por la ventana sin darle tiempo a nada.

-¡Cuidado, huye! –oyó gritar Billy, luego tres disparos.

Cuando miró por la ventana, Carlyle yacía muerto por sus hombres en la nieve.

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