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12
junio
POLVO AL VIENTO (18)

CAPÍTULO 17

John Tunstall

En algún momento de aquellas últimas semanas había habido una inflexión en su vida, aunque Billy ignoraba el instante preciso. Nada salía como calculaba. George Coe, por ejemplo, no lo rechazó cuando le explicó por qué iba a trabajar para Tunstall y confesó que había estado en la banda de Jesse Evans.

-Lo importante es que no estás ahora –había respondido quitándole importancia y desde luego, no lo habría despedido por ese motivo, así que si no se quería ir, el puesto seguía siendo suyo.

Era algo que nunca esperó. El ranchero tenía mejor concepto de él que él mismo.

-Se lo agradezco mucho –la voz le temblaba emocionada – pero ya le he dado mi palabra a Tunstall.

– Comprendo. La palabra que se da es lo que define a un hombre.

-Sí –lúgubre -, eso me dijeron una vez.

Con la perspectiva de los años tenía la sensación que no la cumplió realmente cuando la dio al sheriff de Silver City, pero no volvería a pasar, se prometió.

-Adiós, señor Coe.

-Billy…

Kid detuvo el movimiento.

-¿Sí?

-Me has tratado de usted todo este tiempo a pesar que te he dado mi amistad, pero ahora que ya no eres empleado mío te agradecería que me tutearas como haces con mi primo.

Kid sonrió. Asintió con la cabeza.

-Gracias por todo, George.

-Estarás bien con Tunstall, es un buen hombre.

Eso esperaba, pero tenía sus dudas por la forma como lo contrató, y no era por el patrón sino por los compañeros, de cómo reaccionarían ahora que sabían que había sido uno de The Boys.

Pronto comprobó que sus temores eran infundados. No sólo Charlie y Doc resultaron ser buenos compañeros sino todos, porque muchos lo habían conocido cuando trabajaba de jornalero en los otros ranchos y la imagen que se habían forjado de él pesaba más que su pasado. Como muy bien le había dicho George Coe lo que contaba era lo que era en el presente, no lo que había sido.

No, no sabía cuándo había ocurrido aquel vuelco en su vida, pero lo había conseguido. Tenía un trabajo honrado y la gente le apreciaba y le respetaba por lo que hacía, por sus opiniones…

La verdad es que todos parecían apoyarle para que se sintiera como en casa. Si salía de ellos o seguían las instrucciones de Tunstall lo ignoraba ni le importaba. Estaba John Middleton, bastante más viejo que él, de mal carácter y gran bebedor; Rudabaugh, rudo, camorrista y amargado, que había pasado por muchas calamidades en su juventud; Tom Pickett, Wilson, Fred Wayte, que quería establecerse en un futuro por su cuenta y llegó a proponer a Billy en una ocasión que fuera su socio.

Con Dick Brewer la relación sólo fue cordial. A pesar de entender su reacción no podía olvidar que le había encañonado. En ningún momento se llevó mal con él, pero Kid mantuvo las distancias: Brewer era el capataz y él un simple empleado.

Tunstall era un caso aparte. Al principio no supo qué pensar de él. Cuando John le hablaba lo hacía siempre con deferencia, no hacía ninguna distinción entre él y el resto de vaqueros, ni le echaba en cara nunca el robo de los caballos ni comentaba su relación con Jesse Evans y cuando daba una orden, ya fuera a él o a cualquier otro, parecía que pedía un favor. Chisum era más vejatorio al impartir las suyas.

Al poco tiempo Billy se percató que no sólo apreciaba sino que admiraba y respetaba a John Tunstall. Era distinto a todos los hombres con los que había tratado. Poseía una cultura que abrumaba al muchacho y una colección de libros impresionante. Billy se quedó con la boca abierta cuando vio por primera vez la biblioteca particular del británico.

-¿Te gusta leer? –preguntó Tunstall al ver la expresión de su rostro.

-Hace años que no leo nada.

-No he preguntado eso. Una cosa es que no se pueda, otra que no guste. Si quieres puedes leer todo lo que quieras en tus ratos libres aquí, pero te agradecería que no sacaras ningún libro de la habitación, porque al final siempre se extravía alguno.

-¿En serio no le importa que los lea?

-¿Por qué ha de importarme? Estás en edad de aprender y hay cosas en los libros que pueden ayudarte en el día a día. Este por ejemplo, habla de cómo mejorar las reses en los cruces entre las distintas razas.

Billy había visto hacer tales cruces en los ranchos y dudaba que hubieran leído el libro, pero se guardó su opinión, porque quizá uno que no entendiera de ganado necesitase el libro.

La cultura era sólo una de las facetas de Tunstall, aunque Kid estaba seguro que era la originaria de las demás. Trataba a sus empleados con educación; según la edad los llamaba señor y les inculcaba parte de las costumbres inglesas, acaso en un intento de civilizarlos y no fueran tan rudos y patanes, como jugar al croquet, deporte muy popular entre la sociedad británica, que por aquellos años organizaba los primeros torneos.

De las pocas fotos autentificadas que existen en la actualidad de Billy the Kid, una de ellas lo muestra apoyado en un palo de croquet vistiendo un suéter a rayas y el sombrero con el que aparece en el famoso tintype en donde porta sus armas. Este otro es un daguerrotipo que muestra a un grupo de personas, compañeros suyos, tras una partida y que los investigadores suponen que fue realizado durante la boda de uno de ellos.

La relación entre John Tunstall y Billy Bonney terminó siendo muy especial. Tunstall estaba fascinado con Kid. El chico aprendía rápidamente y no le temía a nada.

-Es el mejor muchacho que he conocido –dijo a George Coe unas semanas más tarde cuando éste le preguntó cómo les iba -. Todos los días descubro algo nuevo en él. Es un crío aún, pero conseguiré que aflore el hombre que vive en su interior.

Coe asintió con la cabeza, Billy causaba esa sensación.

-Como premio a su buen hacer, le regalé un buen caballo, una buena silla y nuevas armas. Tenías que haber visto como se emocionó, dijo que era la primera vez en su vida que alguien le daba algo. Desde entonces parece dispuesto a hacer cualquier cosa para complacerme.

La leyenda hizo que Kid considerara a Tunstall como un padre. Pudiera ser, pero muy improbable cuando la diferencia de edad entre ambos rondaba entre los siete y diez años. No hay duda, sin embargo, que Billy cogió un gran afecto a su patrón, pero no fue el único. Los hechos posteriores demuestran que no sólo Kid sino todos sus empleados tenían en gran estima a John Tunstall.

El personaje del vaquero no siempre ha estado bien entendido. Su rasgo distintivo era la fidelidad absoluta. Siempre que el dueño se portara bien con él y cumpliera con la paga y la comida, podía confiar implícitamente en su fidelidad y honestidad. Si el vaquero además apreciaba a su patrón, estaba dispuesto a defenderle con las armas sin importarle las posibilidades de éxito o quién era el enemigo.

Fue esta forma de entender la lealtad lo que hizo estallar la guerra en el condado de Lincoln.

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