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03
abril
SAN MACARIO - Patrón de la Villa de Andorra

LA SANTIDAD DE SAN MACARIO

1.- LA EVOLUCION ESPIRITUAL DE SAN MACARIO

Un santo no nace, se hace. Por ello, tan importante como la comprensión de su personalidad es la de su evolución espiritual, pues se supone que es ésta la que otorga la santidad.

Nadie nace enseñado y de la misma manera que uno comienza su oficio como peón y va ganando conocimiento y experiencia en su profesión hasta llegar a ser oficial, jefe de equipo o incluso dueño de su propia empresa, así también prospera la espiritualidad.

Pero igual que la experiencia laboral se obtiene trabajando fuerte, otro tanto sucede con la evolución espiritual: hay que trabajársela, no se regala.

1.1.- El concepto de espiritualidad

Es imprescindible, antes de proseguir, establecer los conceptos de las prácticas externas religiosas y la interna, porque hay que aclarar que la espiritualidad no reside en oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

Quiero decir  con esto, que la espiritualidad de San Macario no la encontraremos en su ascetismo y penitencias.

1.1.1.- El concepto del Templo de Dios

La espiritualidad es algo interno. Las prácticas externas pueden ayudar a algunas personas a hallar el camino interno, pero no son por sí mismas espirituales.

El propio Jesús advirtió sobre la inutilidad de las prácticas externas religiosas a lo largo de los Evangelios. Algo perfectamente lógico si tenemos en cuenta que Dios está en nuestro interior, según nos dicen tanto Jesús como San Pablo, siendo nosotros mismos el Templo de Dios y no esos edificios a los que llamamos iglesia, catedral, basílica o ermita. Más aún, San Pablo dice rotundo:

El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos construidos por la mano del Hombre. (Hechos de los Apóstoles, 17: 24)

Y por si quedara alguna duda en la Epístola a los Corintios nos dice:

¿No sa­béis que sois Templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el Templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el Templo de Dios, que sois vosotros, es santo (1ª de Corintios 3:16 – 17)

1.1.2.- El concepto del Reino de Dios

Aunque el Papa Benedicto XVI, en su obra “Jesús de Nazaret”, considera que el verdadero Reino de Dios es el propio Jesucristo[1], lo cierto es que Jesús nos dice, en los Evangelios, que el Reino está dentro de cada uno de nosotros; lo cual cae por su peso, ya que si Dios está en nuestro interior, lo lógico es que su Reino esté con Él.

¿Es esto lo que quiere dar a entender Jesús en el Evangelio según Tomás al decir?[2]:

Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos, y os daréis cuenta de que sois los hijos del Padre viviente. Pero si no llegáis a conoceros a vosotros mismos, moráis en la pobreza y vosotros sois la pobreza.

El tema del Reino de Dios como algo que está dentro de cada ser humano está extensamente tratado en el Evangelio gnóstico de Tomás, el cual estuvo vigente durante toda la infancia y adolescencia de San Macario, aunque prohibido por la Iglesia Católica desde el año 325, a raíz del Concilio de Nicea.

1.1.3.- La superioridad de la práctica interna

Si Dios y su Reino están dentro nuestro, quiere decir que hay que buscarlo en nuestro interior y no fuera. Es decir, hay que utilizar la introspección y no los ritos.

Cuando recéis no seáis como los hipócritas, que prefieren rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. Os aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (Mateo, 6: 5 – 6)

¿Se refiere Cristo a la inutilidad de las prácticas externas religiosas frente a la interna cuando dice?

Vosotros los fariseos limpiáis por fuera la copa y el plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. (Lucas, 11: 39)

Las prácticas externas religiosas serían pues, como mucho, unas simples herramientas para hallar el camino interno en aquellas personas que las necesiten.

1.1.3.1.- Ejemplos de prácticas externas (los ritos)

No hay que confundir las prácticas externas de la religión con el propio comportamiento. Lo externo sería por ejemplo: la confesión, la propia celebración de la Eucaristía o comulgar por Pascua de Resurrección, por citar algunos de los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia. Lógicamente hay muchas más, se podrían añadir los sacramentos y todos los dogmas con que han ido enriqueciendo el catolicismo, si bien hay quienes sostienen que el dogmatismo mata la espiritualidad.

¿Se refiere Jesús a los sacerdotes que defienden todas estas prácticas externas cuando dice?:

Muchos me dirán aquel día: ¡Señor! ¡Señor!, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos arrojado a los demonios y hecho muchos milagros en tu nombre? Entonces yo les diré: “Nunca os conocí. Apartaos de mí, agentes de injusticias” (Mateo, 7, 22 – 23)

Por otra parte y en cierto modo el dogma prohíbe la introspección, ya que los dogmas creen expresar verdades ciertas, indudables que no están sujetas a ningún tipo de revisión o crítica. Buda, por ejemplo estaba en contra del dogmatismo y de las supuestas verdades establecidas:

No aceptéis lo que oigáis decir, no aceptéis la tradición, no aceptéis una declaración porque figura en nuestros libros, así como tampoco porque esté de acuerdo con vuestra creencia ni porque sea lo que dice vuestro maestro. Sed lámparas para vosotros mismos. Quienes, ahora o después que yo haya muerto, confíen sólo en sí mismos y no busquen ayuda en nadie más que en sí mismos, esos serán los que llegarán más alto[3]

¿Se refiere Jesús a los dogmas y a quienes los defienden cuando dice?:

¡Ay de  vosotros, doctores de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los demás! (Lucas, 11: 52)

 Jesús dijo: “Ay de los fariseos, porque se parecen a un perro que se ha acostado en el pesebre y ni come él ni deja comer al ganado (Evangelio según  Tomás)[4]

1.1.3.2.- Ejemplos de la práctica interna (lo espiritual)

Entran dentro del comportamiento del ser humano la forma como se relaciona con los demás, si los trata bien o mal, si es altruista o egoísta, si se deja llevar por la paciencia o la ira, etc. Comportamientos que tienen mucho que ver con el Amor.

El Amor es una fuerza que está por encima de credos particulares, de intereses, razas y nacionalidades.

El Amor es la Unidad de todas las religiones, es la fuerza a la que sirvieron Buda, Jesucristo, Mahoma y Moisés.

Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que toca o unos platillos que resuenan. Aunque tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo amor no soy nada. Aunque reparta todos mis bienes entre los pobres y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

El Amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera (1ª de Corintios, 13: 1 – 7)

Actuar movidos por el Amor es llevar una auténtica vida religiosa, porque forma parte de lo interno, de la espiritualidad, y según el amor que sintamos hacia nosotros mismos, en primer lugar; hacia la familia y amigos, en segundo; y hacia el resto de personas (neutrales y enemigas)… según el amor que sintamos hacia ellos, así nos comportaremos con ellos.

Pero el Amor no es una cosa que se tenga o no se tenga, se tiene que aprender, porque es el cimiento de la espiritualidad.

1.1.3.3.- A modo de parábola o ejemplo

Así pues, ¿a qué compararíamos la evolución espiritual?

Sería similar al carné de conducir.

Todo aquel que se ha sacado el carné, sabe que el aprendizaje consta de una parte teórica y otra práctica. Te tienes que examinar de las dos y si suspendes cualquiera de ellas no te dan el carné.

Uno, por tanto, puede saberse todo el código de la circulación, pero si después conduce como le da la gana, sin aplicarlo, no le sirve de nada. Si conduce así antes del examen suspenderá y si lo hace después, se matará él o matará a alguien.

Otro tanto ocurre con la espiritualidad. Si la práctica, que es nuestro comportamiento, no se corresponde con nuestro conocimiento teórico, no nos sirve de nada, por mucho catecismo que sepamos, digamos la Biblia de carrerilla o no salgamos de misa.

La base teórica, por ejemplo, de los gnósticos era el Conocimiento de los Secretos Divinos, y todos sus textos hablan de las enseñanzas secretas de Jesús. La de Martín Lucero y los protestantes, en el momento del cisma con el catolicismo, fue la Fe. Para ellos la Fe era suficiente para la Salvación (el cristiano se justifica por la Fe), pero el Concilio de Trento estableció, para los católicos, que la Fe (es decir, la parte teórica) sin Obras (la parte práctica) era una Fe vacía: la Salvación consistía en la Fe y en las Obras.

Pero de la misma manera que no se conduce igual cuando se es novato que cuando se lleva unos cuantos años (siempre se conduce mejor), también el nivel espiritual va progresando. A este respecto es comparable al oficio, en donde, comenzando de peón, se escala en categoría.

Concluyendo, la espiritualidad comienza en un nivel mínimo y va creciendo a medida que la trabajamos usando como argamasa el Amor. Algo similar, si lo recordamos, a la parábola de Jesús sobre el grano de mostaza y el Reino de Dios.

1.2.- Los inicios espirituales de San Macario

1.2.1.- San Macario abandona el mundo y huye al desierto

Por lo que sabemos de su vida, San Macario tenía una idea muy clara cuando abandonó el mundo para ingresar en el monasterio pacomiano: no ir al Infierno ni sufrir sus penas.

No fue algo que naciera de él sino porque así se lo enseñaba la Iglesia.

1.2.1.1.- La “Salvación” a través del miedo

Debido al fanatismo y a la lucha entre las distintas sectas cristianas por el poder, por la distinta visión que se tenía de Jesús y en qué y cómo consistía la Salvación, se anatematizaban, estas ramas, las unas a las otras y se comenzó a utilizar, como arma en esta lucha, el castigo eterno para todo aquel que abandonaba el camino recto.

Un ejemplo de esta lucha lo hallamos en el Evangelio gnóstico de Judas, publicado con cierto revuelo no hace muchos años[5]. Hay, en este Evangelio, una crítica hacia la Eucaristía, en el sentido de que no tiene ninguna utilidad, y hacia todo el cristianismo enseñado y sostenido por la Iglesia Católica, lo cual no quedará sin castigo, pues el Dios Verdadero (no el de la Iglesia) castigará a todo aquel que crea en dicho cristianismo falso.

Es indudable que cuando se escribió el Evangelio de Judas existía una lucha de poder entre el cristianismo gnóstico y el católico, ya en su parte más cruenta. Se puede catalogar dicho Evangelio dentro de lo panfletario, como parte de una guerra de propaganda entre lo gnóstico y lo católico. O al menos, de una sección del gnosticismo, ya que había un gnosticismo cristiano y otro pagano; y dentro del gnosticismo cristiano existían muchas ramas y corrientes distintas, sin relación unas de otras y que defendían conceptos diferentes; el de Judas pertenece a la secta o corriente gnóstica llamada cainita o sética.

A mi entender, desde el punto de vista de la enseñanza de Jesús, el Evangelio de Judas no sirve para nada. Desde el punto de vista histórico sí tiene un gran valor, pues nos informa de la riqueza en variantes del cristianismo primitivo y la guerra inmisericorde entre las distintas facciones cristianas en vida de San Macario.

Podemos entender, por tanto, porqué se hizo hincapié en el Infierno y cómo la Salvación se desvió del Amor generoso hacia el Miedo al castigo eterno, ya que al no poder convencerse los unos a los otros con razones (recordemos la parábola del elefante y los cuatro ciegos) se fue prestando cada vez más atención, en las predicaciones, a las penas del Infierno y no al amor enseñado por Jesús.

Pero, como toda arma utilizada en las guerras, su uso originó un daño colateral: este sistema de enseñar la doctrina quedó institucionalizada y en el subconsciente de los creyentes. Durante siglos la Iglesia predicó el Evangelio no a través del amor sino por medio del temor al Infierno. Y todavía hoy persiste parte de este sistema. En el Acto de contrición se dice: ‹‹ (…) me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del Infierno ››. Es decir, el miedo al castigo.  El Catecismo nos informa que el Infierno es el lugar donde los malos, apartados de Dios, sufren penas eternas, y que van a él todos los que mueren en pecado mortal, según el que nos enseñaban cuando yo era crío hace 50 años[6]; en el vigente durante el papado de Benedicto XVI estaba el añadido[7]: “por libre elección” a dicho pecado.

Sin entrar a discutir sobre la incongruencia de que un dios infinitamente misericordioso pueda castigar eternamente a alguien, lo que nos indicaría que dicha clemencia   tiene fin[8]… ─ en caso de ser cierta la primera premisa, lo que no sería eterno es el castigo del infierno ─… algo falla en la doctrina; sin entrar a discutirlo repito, esto es lo que nos enseñan hoy a pesar de  que las creencias están más relajadas debido a los librepensadores, ¿cuánto más no estaba hace siglos? ¿cuántos murieron por la Inquisición, que practicó con ellos sacrificios humanos dedicados a Dios, aunque se les llamara oficialmente con otro nombre? Era el miedo la base en que se fomentaba la lealtad a la religión, porque las luchas de los primeros siglos se repitieron en el Renacimientos con el Protestantismo y nuevamente se anatematizaron y excomulgaron y las penas del Infierno siguieron prevaleciendo sobre el amor generoso que predicaba Jesús. Por ello, independientemente de los motivos particulares que pudiera tener al respecto nuestro patrón, éste fue el principal: el miedo al castigo eterno y no su afán de ser santo como dicen algunos de sus biógrafos.

A este nivel, cuando San Macario se fue al desierto, su espiritualidad era como la de cualquiera de nosotros: básica.

1.2.2.- San Macario ingresa en el monasterio

Al ingresar en el monasterio sabemos por la Regla Pacomiana que recibió, como todos los que ingresaban, una base teórica y unas, digamos, herramientas.

La base teórica fue el Evangelio y el Catecismo Pacomiano.

Las herramientas, el ascetismo y las penitencias.

A esto hay que añadir las clases que recibiría para aprender a leer y escribir, ya que por lo que sabemos de las circunstancias de su infancia, no sabría.

Para contribuir en el mantenimiento del monasterio (recordemos que en algunos vivían hasta 1600 monjes) trabajó en su oficio de panadero y también debió hacerlo con el tiempo de confitero y frutero.

Es difícil saber en qué pensó en el preciso instante de cruzar las puertas del monasterio, pero era un hombre igual que nosotros; y cualquiera de nosotros, a pesar de lo que haya decidido, cuando entra en un sitio que desconoce, lo primero que se pregunta es ¿qué me voy a encontrar aquí? Es decir, se tiene incertidumbre, y en los momentos difíciles, que los hay, uno se pregunta si no se habrá equivocado en su decisión. Este último punto es imposible de saber si lo pensó, pero la incertidumbre al ingresar, seguro, porque no era ningún santo en aquel momento y estaría, como lo habríamos estado nosotros, lleno de dudas tras tomar una decisión que cambia nuestro destino en la vida.

1.3.- La espiritualidad de San Macario en el desierto

Para conocer su evolución espiritual hemos de parar cuenta en sus actos según los conocemos por su biografía, ya que cada cual suele comportarse según sus creencias.

Por lo que se nos narra, en este período de su vida la parte destacable es su ascetismo y una serie de auto castigos y mortificaciones absurdas, exageradas e inventadas tras su muerte.

Ya ha quedado patente que la Regla Pacomiana exigía un ascetismo, pero siempre en relación a las fuerzas de cada uno. Nada más. El resto estaba prohibido. Si San Macario hubiera hecho todo lo que se nos dice habría sido expulsado de la Orden de un puntapié.

Quedémonos pues con lo que realmente ocurrió: siguió un ascetismo riguroso.

La finalidad del ascetismo es domar o dominar los apetitos del cuerpo, máxime si el cuerpo (la carne) es enemigo del hombre, según la visión que se tenía en la época en que vivió, y aún vigente al menos hace cuarenta años. Todavía en el texto íntegro del Catecismo actual se puede leer:

En sentido etimológico, la ‘concupiscencia’ puede designar toda forma vehemente de deseo humano. La teología cristiana le ha dado el sentido particular de un movimiento del apetito sensible que contraría la obra de la razón humana. El apóstol san Pablo la identifica con la lucha que la ‘carne’ sostiene contra el ‘espíritu’ (cf Gal 5, 16.17.24; Ef 2, 3). Procede de la desobediencia del primer pecado (Gn 3, 11). Desordena las facultades morales del hombre y, sin ser una falta en sí misma, le inclina a cometer pecados (cf Cc Trento: DS 1515).

En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el ‘espíritu’ y la ‘carne’. Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual[9]

Mas a pesar de las apariencias, como muy bien comprobó Buda, cuando él mismo fue asceta, esto no conduce a la Iluminación, es decir, no hace evolucionar al espíritu.

San Macario, por tanto, en este tiempo consiguió domar los apetitos de su cuerpo (carnales y psicológicos), pero estaba atascado espiritualmente.

En palabras simples: perdía el tiempo.

Sin saberlo.

Pero lo perdía.

Y si tomásemos como verdad todo lo que nos cuentan sus biógrafos, y le dio según ellos loor de santidad, no solo no habría avanzado un paso espiritualmente, sino que además habría hecho el canelo.

En estos años de recogimiento monacal en el desierto si estaba logrando algún progreso no era gracias a su ascetismo sino por la aplicación práctica del Catecismo Pacomiano.

Curiosamente, de esto, que es lo importante, sus biógrafos no nos dicen ni una palabra o al menos no con la claridad con que nos regodean con sus falsas y aleladas penitencias sadomasoquistas.

Por lo que podemos deducir al estudiar los pocos datos reales que se nos dan sobre su comportamiento en las biografías existentes, en esta época su conducta seguía regida por el temor de ir al Infierno y no por el amor generoso hacia los demás. Si perdonaba, pongamos por caso, a alguien era porque así se lo ordenaban y no porque lo sintiera en su corazón. Era como aquel soldado, que no creyendo en la milicia pero viéndose obligado a hacer la mili, cumple a rajatabla las ordenanzas por miedo a ir al calabozo.

En esta época de su vida San Macario tenía un concepto muy equivocado de lo que consistía evolucionar espiritualmente.

Creía, eso sí con toda sinceridad, que la Salvación era algo propio, individual y que básicamente consistía en dominar el cuerpo, tanto a nivel carnal (sexo, gula, etc.) como psicológico (orgullo, vanidad, etc.), pero que no radicaba en nada más. Tenemos pruebas de ello:

  • El ascetismo riguroso al que se sometía.
  • Penitencias con las que se castigaba si veía que el dominio del cuerpo se le escapaba: “… estoy atormentando este cuerpo que tanto me atormenta a mí”.
  • No querer ayudar a sus compañeros: sabemos del caso en que se le pidió dicha ayuda y se negó. Si finalmente accedió fue por la insistencia de los demás y para que dejaran de importunarle.
  • No querer abandonar el monasterio ni siquiera para atender a los enfermos: el episodio en que su superior Pacomio le comenta ir a Roma para cuidarlos.

Si analizamos estos datos llegamos a la conclusión de que el concepto que tenía San Macario sobre la Salvación, en los años que vivió en el desierto, era personal y egoísta. Se hallaba en la situación que describe el Dalai Lama[10]:

(…) Las personas que sólo se implican en su progreso personal carecen de la magnificencia de quienes están dispuestos a soportar el fuego abrasador de los padecimientos del mundo para liberar aunque sea de un solo tipo de sufrimiento a un único ser sintiente (…) Las personas entrenadas en el gran amor deberían abandonar el egocentrismo y dedicarse a la práctica de Buda, cuyo fundamento es la compasión.

Según el diccionario, la compasión es el sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias.

Si repasamos sus actos anteriores comprobaremos que San Macario, en esta época del desierto, carecía de compasión.

Resumiendo, no haría ningún mal, pero bien, tampoco.

Su espiritualidad estaba como el primer día, no había avanzado nada.

1.4.- La espiritualidad de San Macario tras abandonar el desierto

1.4.1.- El impacto de regresar al mundo

Ya hemos visto la manera de cómo se vio obligado a regresar al mundo. En un primer momento lo vio como una catástrofe.

Se rompía todo su esquema de vida.

Mientras estuvo en los monasterios de los desiertos la vida de San Macario había sido muy fácil en el sentido de que estaba toda programada: a tal hora, levantarse; a esta otra, oración; la comida, a tal, etc. En este aspecto había sido una vida muy cómoda sin los inconvenientes que tenemos todos los que no vivimos en instituciones cerradas.

Su única preocupación, mientras estuvo en el desierto había sido cumplir la Regla Pacomiana, el ascetismo y dominar su cuerpo carnal y psicológicamente.

Ahora se encontraba en la calle.

Conviviendo con gente que no pensaba como él.

Que no guardaban abstinencia.

Que no eran ascetas.

Con las preocupaciones mundanas que habían sido las suyas ANTES de ingresar en el monasterio.

Huyendo del Diablo y del Infierno había abandonado el mundo, y ahora Dios (¿o el Diablo?) le obligaba a regresar al mundo.

¿A cuál de los dos responsabilizó de la situación caótica en que se encontraba?

Nunca lo sabremos.

Pero el Macario que abandonó el mundo no era el mismo que regresaba.

1.4.2.- De cómo se adaptó a la nueva situación

            Cuando huyó al desierto nuestro patrón era una persona inteligente, pero analfabeta, poseedora de una experiencia mundana adquirida en esos treinta y pico o cuarenta años que tenía.

Ahora en cambio, a su inteligencia se sumaba la intelectualidad, sabía leer y escribir con soltura; sabía y podía dominar sus instintos humanos, su lujuria, su conducta inadecuada…

A pesar de que no había evolucionado espiritualmente su estancia en el desierto tampoco había sido un atraso. En realidad no se puede correr si primero no se aprende a andar. Su lucha interna, con la aplicación del Catecismo Pacomiano, le había enseñado a ser honesto, a tener un comportamiento y un lenguaje adecuados para intentar ser al menos una buena persona.

En definitiva, estaba mucho mejor preparado ahora que antes para hacer frente al mundo.

Debido a la fama que le precedía y los conocimientos intelectuales que había adquirido en los distintos monasterios pacomianos en los que había vivido, no tardó en ejercer de presbítero en su propia gran ciudad: Alejandría. La ciudad más poblada del Imperio junto a Roma y Constantinopla.

Lo primero que hizo, por lógica, fue adaptar la Regla Pacomiana por la que se regía a la nueva situación, en la medida que pudo.

El ascetismo lo dejó de puertas para dentro en su casa. No hay nada que indique que hiciera uso de él en la calle. Su alimentación, frugal, pero no tan escasa como en el desierto. También se lavaría más, pues no existían en la ciudad las restricciones de agua que había en el desierto.

Sin embargo era imposible llevar la vida programada del monasterio y de ser un simple monje obediente, bajo cuyo mando había tenido como mucho a sus compañeros de tribu, era ahora un pastor de almas con numerosos feligreses a su cargo, que le pedían ayuda y consejo.

Tenía que hacer Misa, oír los remordimientos en las confesiones, asistir o visitar a sus feligreses enfermos, dar consuelo a los afligidos… Tenía unas responsabilidades de las que careció en el desierto.

Y como creía sinceramente en todo lo que le habían enseñado: la Regla, el Catecismo, el Evangelio… procuró que sus palabras coincidieran con sus actos. San Macario comenzó a ser consecuente.

En algún momento indeterminado, tras su regreso y ante la obligatoriedad de relacionarse con la gente y sus sufrimientos, comprendió lo equivocado que había estado. Se dio cuenta que la Salvación que buscaba no era algo personal, que no podía estar aislada del resto de seres, que estaba en el Amor generoso y no en el miedo al Infierno. Adquirió la compasión de la que había carecido en el desierto, porque quizá se dio cuenta en este período de su vida de lo errónea que estaba la visión de la Iglesia sobre la preponderancia del Infierno y que la verdadera doctrina de Jesucristo era el Amor al prójimo no el temor a Dios[11].

Fue entonces cuando la espiritualidad de San Macario comenzó a caminar.

¿Cuál fue exactamente su proceso mental?

No se sabe.

De esta parte tan importante (lo principal de su vida en la génesis de la santidad) sus biógrafos también guardan silencio. Hemos de reconstruirla a base de hipótesis con las escasas pistas que tenemos. De aquí la necesidad de que veamos su vida temáticamente, como estamos haciendo, aún a riesgo de ver y repetir episodios vistos con anterioridad. De estudiarlo todo globalmente y al mismo tiempo lo más probable es que termináramos embolicándonos.

1.4.3.- Hipótesis sobre el cambio de mentalidad de San Macario

Lo único que sabemos seguro es que su visión sobre la Salvación cambió en este período. Ignoramos cómo fue.

Es muy posible que el contacto con la gente, su propia inteligencia y necesidad de Salvación, le hicieran replantearse una serie de temas.

Por la influencia gnóstica y agustiniana se veía el cuerpo (la carne) como enemigo del hombre. La grandeza del espíritu respecto al cuerpo físico reside en que Dios está en el espíritu. Al fijarnos en el aspecto físico de un hombre, en vez de hacerlo en su espíritu, no vemos su verdadero yo, vemos tan solo una imagen. Es similar a quien presta atención a un retrato en lugar de hacerlo en el retratado. El cuento de la Bella y la Bestia se basa en este concepto.

Así pues, cuando un ser humano mira a otro, solo ve a un hombre, porque se fija en su aspecto físico, pero no ve a Dios en dicho hombre, ya que no presta atención a su espíritu.

En su nueva etapa, como presbítero y pastor de almas, San Macario comprendió que no solo había que buscar a Dios dentro de él sino también debía buscarlo o verlo en los demás seres humanos.

¿Fue así como ocurrió el proceso que hizo cambiar su visión y evolucionar espiritualmente?

No lo sabemos.

Ya digo que es una hipótesis.

De lo que no hay ninguna duda es que es en esta época cuando el amor generoso supera al miedo de ir al Infierno.

Sus biógrafos repito, de este período trascendental guardan silencio y nos ocultan las obras buenas, que indudablemente realizó en esta época.

Tras su regreso al mundo los datos de que disponemos orientan a que tuvo éxito en su relación con sus feligreses, el suficiente para llamar la atención a los arrianos y provocar su persecución. Dicho éxito no se consigue con palabras, se consigue con actos. San Macario se había convertido, a fuerza de su lucha consigo mismo, de ser consecuente con los demás, y de adquirir el amor generoso, en un hombre compasivo y bondadoso de cuyas obras buenas ignoramos todo.

1.4.4.- El crisol de la persecución

El proceso de espiritualización terminó de cristalizar con la persecución a la que fue sometido, y que hemos tratado extensamente.

Tras pasar una etapa de dominar las pasiones humanas, otra en la que adquirió el amor hacia sí mismo (pues es imposible dar a los demás aquello que se carece), conseguir amar a amigos y seres neutrales, ahora se halló en la situación de aprender a amar a sus enemigos.

Si lo consiguió, no lo sabemos. No hay nada que lo confirme, pero tampoco hay nada que lo niegue. Sus biógrafos aquí mantienen la conspiración de silencio sobre sus obras buenas a la que nos tienen acostumbrados.

Si lo consiguió su evolución espiritual no podía estar mejor encarrilada.

Sin embargo, y a pesar de todo, San Macario siempre añoró el desierto y tras la persecución o quizá a raíz de ésta, regresó a él antes de dirigirse a Tebas, de cuya región fue Abad.

Este último comportamiento nos indica que su primitivo concepto de Salvación, como algo propio y personal, nunca se fue del todo. De hecho la espiritualidad de San Macario, tal y como nos ha llegado en sus biografías se resume en un único objetivo: mejorarse como persona.

¿Fue suficiente para ser santo?

2.- LOS MERITOS DE SAN MACARIO

¿Hizo méritos San Macario para ser santo?

La pregunta puede tener, para algunos, segundas intenciones máxime cuando en numerosas ocasiones ha primado, en la beatificación por parte de la Santa Sede, el interés a los merecimientos. Un ejemplo de esto lo tenemos en San José María Escrivá de Balaguer, a quien la Iglesia ha concedido una santidad que le niega a María Rafols, cuando la entrega y el servicio hacia los demás fue muy superior en cantidad y calidad en la Madre Rafols que en el fundador del Opus Dei.

Indudablemente, por los datos que conocemos, San Macario no posee, en servicios hacia los demás, nada que supere o iguale a los de Teresa de Calcuta. E incluso, a primera vista, podría haber sido otra beatificación interesada por parte de la Iglesia.

Así que para poder hablar con honestidad sobre los méritos de San Macario habrá que saber primero qué se entiende por santo. Hay distintas definiciones y muchas de ellas no sirven, pero hay una que le cuadra a la perfección: aplicase a la persona de especial virtud y ejemplo.

San Macario, si recordamos lo anterior, fue un ejemplo para sus compañeros anacoretas primero, y para el resto de personas que se hacían cristianos después porque era consecuente entre lo que predicaba y su comportamiento hacia los demás.

Naturalmente estos conversos no se fijaban en las penitencias y auto castigos de San Macario, porque si yo soy un descreído y me viene uno a convencerme de que me convierta, mientras se da de zurriagazos como un descosido, lo que hago es irme bien lejos no sea que me contagie la chifladura.

Quiero decir que, aunque todas las biografías suyas que he consultado, hacen hincapié en sus penitencias, limitar a San Macario a eso es hacerle un flaco favor.

San Macario es mucho más.

La lucha contra uno mismo no se reducía a los castigos, quedarnos solo con eso es falsear su vida.

Para entendernos lo haré a través de un ejemplo. Una adicción, la que sea, convierte a la persona en un enfermo cuyo comportamiento es (cada año que pasa y sufre la enfermedad) el de un canalla, un cabrón hijo de puta que destroza su vida y la de su familia.

Si esto dura mucho tiempo la conducta queda como costumbre y aunque deje de consumir, su manera granujienta de actuar permanece. Para rehabilitarse completamente ha de luchar contra él mismo, abandonar su antiguo comportamiento y adquirir otro nuevo mejorándose como persona

Pero esto no se consigue así sin más. Hay que trabajárselo. Es como el jornal. Uno tiene derecho a un sueldo, pero se lo ha de ganar con su trabajo, en caso contrario el empresario le dará la patada y a la calle. Uno no cambia pues, de la noche a la mañana su manera de actuar, que la ha tenido muchos años, por otra sin mover un dedo. No. Ha de luchar (muy duramente en ocasiones) contra él mismo, ha de cambiar hábitos y modos, a veces incluso su forma de entender la vida, su valoración propia y la de los demás; ha de cambiar resentimientos, ha de pulir la comunicación familiar, recuperar el amor de su cónyuge e hijos, el respeto de la sociedad… Y esto cuesta, no se da gratis, porque nada se da ni nada se consigue con nada. Mas si lo quiere, pone de su parte y se empeña en conseguirlo lo logrará, y muchos de ellos terminan siendo mejores personas de lo que habrían sido sin la dependencia por la experiencia vivida; es posible incluso que, en todo el planeta, alguno haya cambiado tanto que se ha convertido en un santo aunque sea de otra religión no esté reconocido por la Iglesia ni haga milagros.

Pero ninguno se flagela, ni se mete a que le piquen las avispas, ni ninguna salvajada por el estilo.

 San Macario quería ser una persona mejor y no ir al Infierno. Las penitencias fueron únicamente una parte de sus herramientas para conseguirlo, porque era lo que se estilaba en su tiempo (hoy lo haría de otra manera), pero esto no es lo importante en él. No fueron sus penitencias ni castigos lo que le dieron la santidad ni obtuvo méritos con ellos, como tampoco Cristo se constituyó Hijo de Dios por su Pasión , lo fue por su RESURRECCIÓN.

… nacido de la descendencia de David, según la carne, constituido Hijo de Dios poderoso, según el Espíritu de Santidad a partir de la resurrección de entre los muertos[12]

San Macario luchó consigo mismo para evitar la vanidad, el orgullo, la soberbia, la gula, el egoísmo[13], la lujuria, la ira, la envidia, la pereza… luchó contra todas las lacras que convierten al ser humano en lo peor de la creación. Superar estos defectos castigando el cuerpo es un fracaso, hay que utilizar otros medios, medios que empleó pero que sus biógrafos se callan, porque no venden, y dieron a conocer los escabrosos, los llamativos.

En una época en donde se hacía hincapié al castigo eterno en el Infierno, en donde, a través de los dos mandamientos nuevos, que la Iglesia se sacó de la manga, sobre los “pensamientos y actos impuros” se demonizó el cuerpo bajo la influencia coadyuvante del gnosticismo, y en donde todo esto llevó a la gente a creer con toda sinceridad que la práctica del dolor y del sufrimiento eran, como ya he dicho, virtudes necesarias para alcanzar la perfección y la gloria, la vida de San Macario, suficientemente maquillada, apañada y manipulada, era ideal para ganar acólitos.

La biografía de San Macario es propagandística.

No es real.

Tampoco es que sea falsa en sí misma.

Pero cogieron únicamente de ella aquello que les servía de propaganda para la visión que sobre la Salvación tenían en aquel tiempo.

Lo demás se lo callaron. No interesaba.

Eliminaron el Macario – hombre construyéndose un santucho a su medida.

Ilustración 36 – Jeroglífico de San Macario

Ilustración 37 – Ermita de San Macario

Si tomamos el significado de santo como ejemplo a seguir, su santidad no reside en su anacoretismo ni penitencias, sino en su lucha consigo mismo para ser mejor persona.

Creo que no hay nada mejor en Andorra que defina a San Macario como su jeroglífico. Porque su verdadera vida y santidad permanecen ocultas, hay que buscarlas.

3.- LOS MILAGROS DE SAN MACARIO

Dicen que no hay santo sin milagros.

Dado que los milagros son cuestión de fe, y la mía es la de Santo Tomás, no me extenderé en demasía, porque el único milagro en el que creo y considero como tal es el de Calanda, los demás no me creo ninguno. No obstante es interesante analizar algunos de los que supuestamente realizó San Macario.

3.1.- Curación de una enfermedad cutánea

El milagro no es dado a conocer por Paladio.

Según su relato, Macario se negó a recibir y aun a dirigir la palabra a cierto sacerdote[14], cuyo rostro estaba desfigurado por una excrecencia cancerosa. Paladio se apresuró a rogar al santo anacoreta que dijera cuando menos unas palabras de consuelo al infeliz, a lo que Macario respondió que la enfermedad era un castigo de Dios por un pecado de la carne, pero que rogaría por él, en caso de que prometiera arrepentirse sinceramente y no volver a celebrar los divinos misterios. El sacerdote confesó su pecado y prometió enmendarse; el santo le absolvió y le impuso las manos; pocos días más tarde el sacerdote volvió perfectamente curado, glorificando a Dios y proclamando su agradecimiento a Macario[15].

3.1.1.- Análisis del milagro

En medicina existen enfermedades psicosomáticas, es decir, síntomas orgánicos provocados por alteraciones psicológicas (ansiedad, depresión, estrés, etc.). La relación entre estado mental y organismo físico es muy importante, hasta el punto que el estado de ánimo de la persona puede influir en mejorar o empeorar una enfermedad de origen orgánico. Un ejemplo de esto lo tenemos en la psoriasis que empeora visiblemente durante el estrés.

Tenemos pues un anacoreta que padece un sentimiento de culpa extremo porque ha caído en un pecado de la carne. Ya hemos visto lo que esto representaba en aquella época. Lo más probable pues que el enfermo somatizó orgánicamente la culpabilidad y remordimientos que sentía. Al absolverle el pecado San Macario su ánimo se serenó, la sensación de culpa desapareció y lógicamente también se evaporó la lesión cutánea al cabo de unos días.

No hay razón de peso que demuestre realmente que hubo milagro. Cosa distinta es cómo lo interpretaron los testigos, ya que los conocimientos actuales sobre el tema no eran conocidos.

Desde mi punto de vista no hubo ningún milagro aunque así lo creyeran de buena fe los que lo contemplaron.

3.2.- La curación de la hernia infantil

Así como el acontecimiento anterior es real, el presente es legendario puesto que el mito de San Macario con Andorra nunca existió.

Todos los andorranos conocen la historia. Un niño tenía una hernia y un pastor que venía del valle de Andorra comentó que la curación estaba en el Patrocinio de San Macario, con lo que lo encomendaron al santo y su devoción curó al niño.

3.2.1.- Analisis del milagro

Al respecto hay que decir que muchas hernias infantiles se curan por sí solas.

3.3.- El caso de Luis Esquerdo

Alberto Faci, al hablar de Andorra y San Macario nos da a conocer otro milagro de nuestro patrón:

Estando este Caballero en su masía, cazando, y tomando un bocado de conejo, se le atravesó en la garganta un huesecillo de dicho conejo; hizo no pocas diligencias, que su viveza sabía; pero no pudo pasarlo, ni arrancarlo. Vino a la Villa y a su casa y los maestros cirujanos aplicaron todos aquellos remedios, que previene la Medicina y la caridad, pero sin fruto. Encoméndolo a San Macario Doña Jerónima Arcayne, sobrina suya, subiendo a su Ermita, y bajando aceite de su lámpara le ungieron el cuello. Otro amigo suyo viendo que los cirujanos no se atrevían a otra operación, por no vulnerar la parte y hacerle más mal, dijo al paciente, que tomase un poco de agua. Este remedio era de sí infructuoso, pues con cerilla, plomo y otras cosas tan sólidas, no había querido ceder el huesecillo; no obstante, invocando los circundantes a San Macario, al tomar la redomita, hizo el estómago un como conato para arrojarlo, y el paciente para beberle, y luego se halló libre del embarazo, y sano; sin que le sobreviniera inflamación, ni dolor alguno, sobre haber sufrido muchos y exquisitos remedios, desde el día 8 de mayo, hasta el día 10, en que sucedió este, que se creyó Prodigio del Santo. [16]

3.3.1.- Analisis del milagro

Vistos los remedios aplicados y la descripción del acontecimiento Luís Esquerdo tuvo ganas de vomitar. Las arcadas que le daban y el intento de tragar al mismo tiempo originaron una serie de contracturas y espasmos musculares que desatascaron el hueso.

3.4.- La “curación” de Juan López

Alberto Faci da a conocer un último milagro que tiene más posibilidades de ser real. Se trata de la curación del párroco de Castelserás, Juan López de 67 años, que padecía de una hernia, en 1616. Año en que San Macario todavía no era patrón de Andorra.

Ahora bien, resulta que llegó de noche al pueblo y se puso a dormir al pie del altar de San Macario. Al despertar por la mañana estaba curado.

No índica el tipo de hernia, aunque por la descripción (uso de cintos) bien podría ser inguinal o femoral, ni el tamaño de la misma.

Existe la incongruencia de que un señor de sus años llegara de noche (¿a qué hora, al anochecer, de madrugada?) y que el párroco de Andorra no le ofrezca ninguna cama viéndose obligado a dormir en el suelo y en la calle, puesto que antes de tener ermita solo existía un altar callejero al lado de una de las puertas de entrada de la localidad.

Además siendo un milagro más llamativo que los anteriores, ocurrido en Andorra por más señas, nunca ha sido comentado por nadie. ¿Por qué? Ni siquiera es citado por mosén Generoso Vázquez en sus Datos Históricos, lo cual aún es más raro y hace dudar de la autenticidad del mismo, porque conocerlo lo conoció, ya que plagió[17] casi literalmente todos los datos de Alberto Faci para su obra.

También se considera milagro la conversión de la isla, pero dado que ya lo he comentado al hablar de ella, no tengo nada más que añadir.

3.5.- ¿Son indispensable los milagros para la santidad?

A estas alturas, quien me haya leído sabrá que no me creo ninguno de los milagros de San Macario.

Por otra parte, los milagros no me dicen nada, porque el propio Cristo dijo que ‹‹hasta el demonio hace prodigios››. En tal caso si hasta el demonio hace milagros éstos NO son signo de Santidad ni son necesarios. Y menos, no lo olvidemos, cuando la Iglesia ha proclamado santos a asesinos o que incitaron al asesinato, como San Dámaso[18] (festividad el 11 de diciembre). Ni siquiera el propio San Pedro está libre de sospecha:

Un tal Ananías, de acuerdo con Safira, su mujer, vendió una propiedad y se quedó con parte del precio, sabiéndolo su mujer; llevó el resto y lo puso a los pies de los apóstoles. Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué has dejado que entre dentro de ti Satanás para mentir al Espíritu Santo y quedarte con parte del precio del campo? ¿Es que antes de venderlo no era tuyo, y aún después de vendido no continuaba en tu poder? ¿Por qué resolviste hacer esto? No has mentido a los hombres sino a Dios”. Ananías, al oír estas palabras, cayó muerto. Y cuantos lo supieron se llenaron de miedo. Unos jóvenes fueron, lo amortajaron y lo llevaron a enterrar. Unas tres horas más tarde llegó su mujer sin saber lo ocurrido. Pedro le preguntó: “Dime si vendisteis el campo en tanto”. Y ella contestó: “Sí, en tanto”. Pedro replicó: “¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? Ahí tienes a la puerta los pies de los que acaban de enterrar a tu marido; ellos te llevarán a ti también”. Cayó fulminantemente a los pies de él y expiró. Los jóvenes entraron, la encontraron muerta y la llevaron a enterrar junto a su marido. (Hechos de los Apóstoles 5, 1-10). Las cursivas son mías.

El relato da entender que ambos estaban solos. La pregunta lógica es: ¿Quién la mató? ¿La mano de Dios o la de San Pedro?

Por sus frutos los conoceréis

En esto es en lo que hay que fijarse, en la forma de actuar y comportarse.

El mérito de San Macario reside en su conducta hacia los demás, en su afán de superarse y ser mejor persona. No reside en sus presuntos milagros.

Tampoco hay que fijarse en los medios que utilizó. Porque si mi abuelo iba en tartana a Zaragoza, ¿por qué tengo que utilizar yo otra tartana si tengo el automóvil? Él utilizó sus medios y yo utilizo los míos, porque lo importante no son los medios, sino el destino: ir a Zaragoza.

San Macario empleó las herramientas de que disponía, nosotros debemos utilizar las nuestras, pero el ejemplo suyo a seguir es “mejorarnos como personas” y en este sentido es modelo y paradigma.


[1]  Benedicto XVI. “Jesús de Nazaret”. La Esfera de los Libros S.L. 2007.

[2] Jean Doresse. “El Evangelio según Tomás”. Editorial EDAF S.A. 1989

[3]  Huston Smith. “Las religiones del mundo”. Círculo de Lectores. 2002.

[4]  Jean Doresse. “El Evangelio según Tomás”. Editorial EDAF S.A. 1989. La versión de César Vidal (“Los Evangelios Gnósticos”).,1991, dice: Ay de los fariseos, porque son como un perro que duerme en el comedero de los bueyes, porque ni come ni deja que los bueyes coman.

[5]  “El Evangelio de Judas”. National Geographic. RBA libros S.A. 2006

[6]  Catecismo de la doctrina cristiana. Segundo grado. 1965

[7]  Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio. Librería Editrice Vaticana. 2005

[8]  Y de ahí se deduce que el dios católico no puede ser Dios, pues incumple una de sus cualidades.

[9]  Catecismo de la Iglesia Católica. Referente al noveno mandamiento.

[10]  Dalai Lama. “Los siete pasos hacia el amor”. Círculo de Lectores. 2008.

[11] No hay que confundir temor A Dios con temor DE Dios, no tienen el mismo significado. En el judaísmo y el cristianismo, el temor de Dios es uno de los dones del Espíritu Santo, el cual inspira reverencia de Dios y temor de ofenderlo, y aparta del mal al creyente, moviéndolo al bien.

[12] “ Nuevo Testamento (Versión directa del texto original griego)” – Nácar-Colunga. Biblioteca de autores cristianos. 1965. En otra versión se puede leer: “… (nacido de la estirpe de David según la carne, constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santificación por su resurrección de la muerte)”. – “La Santa Biblia”. Ediciones Paulinas. Con aprobación de la Conferencia Episcopal Española (11 de febrero de 1988). Podemos ver que no hay diferencias significativas entre ambas versiones.

[13]  Y hay muchos tipos de egoísmo, no está solo el personal. Tenemos el egoísmo de raza, de nacionalidad, de religión, de familia…

[14]  Este episodio ya lo hemos tratado anteriormente como ejemplo de que a San Macario no le gustaba inmiscuirse en los problemas de los demás.

[15]  Butler. “Vidas de los Santos”. Traducida y adaptada al español por Wifredo Guinea, S. J.

[16]  Alberto Faci. “Aragón, reino de Cristo y dote de María Santísima”. 1739.

[17]  Nunca citó su fuente.

[18]  San Dámaso, Papa del 366 al 384. Hizo matar a los seguidores de Ursino, que pugnaba contra él por el Papado, en una lucha armada.

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