14
diciembre
SAN MACARIO - Patrón de la Villa de Andorra

BIOGRAFIA DE SAN MACARIO (2)

2.- INFANCIA DE SAN MACARIO

El cristianismo llegó a Egipto en tiempos apostólicos. La tradición atribuye a San Marcos la predicación del Evangelio en el Valle del Nilo, donde fue martirizado. La nueva religión se distinguió desde sus comienzos por una intensa actividad intelectual y rápida difusión entre la población urbana de Alejandría, la ciudad más cosmopolita del Imperio Romano después de Roma. En este ambiente nació en el siglo II la escuela teológica alejandrina, la Didascalea, con representantes tan ilustres como Pantera, Clemente de Alejandría, Orígenes, San Atanasio de Alejandría, Dídimo el Ciego y San Cirilo. Sus escritos pertenecen al patrimonio de toda la cristiandad.

San Macario nació en esta ciudad a principios del siglo IV. Aunque se desconoce la fecha exacta podemos calcular, a raíz de la de su muerte, que debió ser entre el 305 y el 310 aproximadamente. Nosotros, en este relato, para no liarnos con las cifras, vamos a suponer de forma arbitraria, que fue en el 310.

La ciudad había sido saqueada unos diez años antes por las tropas de Diocleciano, el cual había ordenado una carnicería como escarmiento tras la capitulación, y en estos precisos momentos el Imperio Romano se hallaba sumido en la guerra civil; la religión oficial era pagana y el cristianismo hacía pocos años que había sufrido su persecución más cruenta. El Estado además había hecho todo tipo de expropiaciones a cuantos se acusaron de ser cristianos, lo cual llevó a muchas familias a la ruina. Hubo quienes huyeron al desierto, pero otros se refugiaron, como sucedió en Roma, en las catacumbas. Lo más curioso que puede verse en las catacumbas de Alejandría es una imagen de Jesús grabada en la pared con adornos y atributos de Osiris. Catacumbas que se convirtieron en reclamo turístico a principios del siglo XX:

 Guías y cocheros, en la ciudad actual, hablan al viajero de las llamadas catacumbas como algo maravilloso. Son criptas abiertas por los antiguos egipcios para que les sirviesen de necrópolis; pero al quedar muchas de ellas más abajo del nivel del mar, las filtraciones acabaron por destruir sus bóvedas, sumergiéndolas en gran parte[1]

San Macario tiene dos años cuando acontece la gran victoria militar de Constantino en el puente Milvio y tres cuando se proclama el Edicto de Milán.

Nuestro patrón crece pues en un Imperio en el que ya no se persigue al cristianismo, que se tolera, pero en donde la gran mayoría de la población continua siendo pagana. No obstante el Estado va protegiendo cada vez más al cristianismo que inicia su expansión sin trabas y cuyo principal obstáculo son las diversas sectas cristianas que, cada vez más, luchan entre sí, llegando en ocasiones a las manos.

Ilustración 13 – San Macario

Ilustración 14 – Barrio pobre de Alejandría en la actualidad

Las viviendas del suburbio donde nació apenas habían cambiado en todos aquellos siglos de historia egipcia ni tampoco diferían mucho de las actuales, ya que incluso la técnica de producción de ladrillos permanece inalterada: los bloques de barro y paja se dejan secar al sol. De esta forma podemos calcular que la casa donde se crió San Macario era sencilla, construida con elementos vegetales o de adobe, pequeña, semi-subterránea y con el techo inclinado. El suelo de las casas era de tierra compacta o prensada como lo fueron algunas de Andorra hasta mediados del siglo XX. La fachada, pintada de blanco, daba a la calle y en ella se encontraba el acceso a la vivienda. Para resguardarse del sol las ventanas eran muy pequeñas. La cocina se improvisaba en la calle o al fondo del patio, algunos la tenían en la terraza, y siempre incluía un horno de pan y un pequeño almacén para guardar el grano.

Las familias solían ser numerosas, de la misma manera que lo eran las andorranas hasta hace 60 años; y como aquí, en una residencia estándar de dimensiones modestas solían vivir las padres con sus hijos y abuelos alcanzado entre cinco y diez miembros familiares. Al ser la norma de la época podemos afirmar que, con seguridad, San Macario tuvo hermanos a pesar de que no sabemos nada de ellos.

Como la familia es pobre San Macario tiene que ganarse la vida desde niño, exactamente igual a como, hoy en día, ocurre en muchas partes del mundo, e igual a como nuestros padres y abuelos les tocó vivir. Los relatos hablan de que pasó sus primeros años como ayudante de un panadero y posteriormente ejerció de mercader de frutas o confitería.

El pan era la base, junto con la cerveza, de la alimentación egipcia. Incluso en aquellos años y a pesar de que el gran puerto comercial, que era Alejandría, ofrecía una gran variedad de alimentos, estos solo llegaban a las clases pudientes, no a las pobres, los cuales debían conformarse con carne de pato o ratón y pescado. Los huertos solo existían en las casas ricas. San Macario, como tantos otros, debía conformarse con los tubérculos de los juncos, los papiros y los lotos, abundantes por la zona y por ello al alcance de cualquiera, comiéndoselos crudos, asados o cocidos. La cebolla la comían cruda con pan.

Garbanzos y lentejas formaron parte también de la dieta de San Macario, al ser las legumbres más populares de Egipto, así como la cerveza era la bebida preferida. El vino era más consumido por las clases pudientes y para la exportación, las crónicas romanas cantan las alabanzas de los vinos claros y fragantes de Mareotis, Sebennytus (delta del Nilo), Menzalah, Sile y Tanis.

Respecto al idioma utilizado por nuestro patrón ya de niño, hay que decir que San Macario era bilingüe, hablando egipcio indudablemente, pero también el griego, pues éste no solo era el otro idioma oficial de Alejandría sino también el universal y el de la cultura, desde los tiempos en que el helenismo se impuso con el Imperio de Alejandro Mago. Más difícil, debido a la geografía, es que hablara latín, pero tampoco se puede descartar.

3.- ADOLESCENCIA DE SAN MACARIO

Era un chico de quince años cuando el emperador Constantino, deseoso de poner fin a las luchas internas de los cristianos proclamó la realización de un Concilio Mundial[2] de la cristiandad en Nicea en un intento de unificación.

En él se debatieron las distintas posturas de las sectas cristianas, surgiendo vencedora la Católica y las tesis que defendía. Aunque de hecho no convenció a ninguno de sus contrarios salió fortalecida y estableció las bases sobre las que crecería todo el Catolicismo posterior.

Nada sabemos sobre las ideas de San Macario al respecto, es de suponer que, con 15 años, pensaría en todo menos en religión. Faltaban unos 20 años para que decidiera ingresar en un monasterio. Un período de tiempo tan prolongado es indicativo que, en su adolescencia, nuestro patrón  no tenía ni la más mínima intención de hacerse anacoreta. Sus expectativas de la vida eran muy diferentes. Como adolescente tenía las preocupaciones propias de dicha edad, aunque sin duda más adulto que uno actual, por la sencilla razón de que la vida era bastante más dura entonces que ahora y crecían mucho antes. Aún así, como cualquier joven en cualquier época, preferiría divertirse, pasarlo bien, ligarse a la chica que le gustaba y probablemente, con los años, querría formar una familia.

Qué es lo que sucedió en las siguientes dos décadas para que optase por abandonar el mundo lo ignoramos, pero debió ser lo suficientemente serio para hacer una inflexión en su vida.

Ilustración 15 – Puesto de venta de pan – Alejandría en la actualidad

Debió ser en la adolescencia o primera juventud cuando San Macario abandonó la confección de pan para ejercer de confitero. Ambos oficios estaban relacionados, pues para los pasteles, a la masa inicial de pan se añadía miel, dátiles, pasas y frutas.

De no haber sido cristiano y haber practicado la antigua religión, estaba en la edad en la que le habrían practicado la circuncisión como rito de iniciación a la edad adulta. Pero desde los tiempos de Pablo, todos los que siguieron las enseñanzas paulinas la rechazaban, fuera ésta judía o de cualquier otra clase. Si además tenemos en cuenta el fanatismo religioso de la época, sobre todo el católico, cabe preguntarse si San Macario participaría en los hechos violentos hacia los paganos.

Aún es pronto para contestar.

En esta época de su vida, como ya hemos apuntado, no tenía el menor interés por la religión. Pero sí fue testigo de toda clase de violencia religiosa, porque Alejandría era un hervidero. De hecho, vimos ya en el resumen cronológico cómo los sacerdotes alejandrinos fanatizaban al populacho de la ciudad. Más aún, aunque habitualmente no se dice, hay datos de que los eremitas ferozmente devotos que vivían en el desierto, considerando a Alejandría por su lujo y sus artes como un lugar de abominación, entraban a veces en ella con el garrote en alto, predicando el exterminio de las obras del demonio, y siempre encontraban muchedumbres egipcias prontas a seguirles por fanatismo o por ansia de robar y destruir, seguras de que al mismo tiempo que satisfacían sus malos instintos podían ganar el cielo[3]

No vivió San Macario en una época tranquila, sino convulsa, y que ésta influyó en él es indudable, porque todo ser humano está influido por la época y los acontecimientos históricos en que vive. Si participó o no en aquellos hechos violentos es imposible saberlo, si bien no hay que olvidar que los adolescentes y jóvenes son el grupo que más fácilmente se apunta a todo tipo de grescas; pasa ahora y pasaba entonces, porque como muy bien dice Aristóteles: la juventud solo oye la voz de sus propias pasiones.

Ahora bien, todos estos acontecimientos a la larga hace recapacitar a las personas inteligentes y San Macario lo era bastante. Aunque en estos años de su vida no tenía ningún tipo de instrucción y con toda seguridad era analfabeto, ya que al ser su familia pobre y tener que trabajar desde su infancia difícilmente pudo asistir a la escuela, de lo que no hay duda, como veremos más adelante, es que era sumamente inteligente. De ahí que fueran acaso los acontecimientos violentos de su tiempo quienes lo empujaron al desierto.

Pero como he dicho, faltaban más de 20 años y es una época de su vida de la que ignoramos todo. ¿Cuál fue su relación con sus padres, sus hermanos, vecinos y amigos? ¿Tuvo alguna novieta? Son preguntas cuyas respuestas sus biógrafos callan, pero que nos lo acercarían más haciéndolo más humano y similar a nosotros, porque nuestro patrón fue hombre antes que santo y no pasó por nada que no pasemos también nosotros.

Ilustración 16 – La columna de Pompeyo en la actualidad

4.- JUVENTUD DE SAN MACARIO

Estamos entre los años 334 – 340. En esta época, el cristianismo ha quedado ya plenamente ligado al poder político, puesto que en el 335 se ordena por primera vez el cierre inmediato de todos los templos paganos y se desata, a instancias del hijo del emperador, una campaña antipagana. Arrio es asesinado por San Atanasio y Constantino el Grande muere también en este período de tiempo, desencadenándose una época inestable que perdurará hasta el final de los días de nuestro patrón.

Los que vivieron nuestra guerra civil de 1936 saben muy bien lo que eso significa: asesinatos, represalias, ajustes de cuenta, más asesinatos, destrucción y hambre durante y después de la guerra, y eso lo comete tanto una facción como la otra, porque a pesar de todo lo que nos quieran hacer creer de buenos y malos, rojos y fachas, todos al fin y al cabo somos humanos y todos, por humanos, cometemos los mismos excesos y crímenes.

Incluso ahora, 80 años después de finalizarse, vivimos las secuelas de los odios que la originaron y la sobrevivieron. 80 años y aún no somos capaces de estudiar o tratar el tema con la suficiente frialdad e imparcialidad. Enseguida rebrotan los rencores.

Pues todo esto lo vivió San Macario en su infancia y juventud, porque desde que nació hasta los 15 años sufrió tres guerras civiles, más las que siguieron luego. A esta violencia y a este odio hay que sumar las persecuciones de cristianos contra paganos y cristianos contra cristianos, con homicidios, aniquilamiento y ruina; y (siendo ya anacoreta) la pugna por la hegemonía de lo que sería después el Papado enfrentando a Roma contra Alejandría (de la que llegaría a ser presbítero), su gran enemiga por el poder terrenal y espiritual de la cristiandad[4].

Ilustración 17 – Barrio pobre. Alejandría en la actualidad

Aunque no hay datos podemos suponer, por los pocos que disponemos, que todos estos acontecimientos le afectaron y mucho. Los que han sufrido en sus carnes una guerra civil saben que es un infierno, pero el Catolicismo dice que la Tierra no es el infierno sino que éste viene tras la muerte y es para toda la eternidad. Pues si es peor que esto, ¿cómo será? ¡Y encima in aeternum!,  debió pensar.

Porque nadie abandona el mundo así por las buenas.

Algo hay para que huyan.

Y San Macario ya no era un imberbe estalentado sino que tenía sus buenos treinta o cuarenta años cuando decide abandonar el mundo por la soledad del desierto y permanecer en ella (en la soledad) con una constancia y terquedad indomable[5]. Era pues un hombre hecho y derecho y ningún adulto toma tal decisión sin un motivo poderoso.

Ignoramos cual fue el móvil, no hay nada sobre él. Pudo ser personal, alguna pérdida querida; pudo ser lo especulado más arriba; pudo ser simple fanatismo, pero no es probable, porque incluso esto necesita de una causa para que aparezca.

4.1.- El camino a Nitria

 

Tras tomar la decisión, San Macario vendió o donó (imposible saber lo que hizo) sus pocas posesiones. En aquel tiempo, según algunas de sus biografías, hacía unos años que había abandonado la confitura y trabajaba como frutero.

Tenía delante suyo entre 60 y 100 Km. de camino hasta llegar al desierto de Nitria, punto donde comienza el desierto occidental de Egipto[6], que se extiende hacia el oeste hasta Libia y al Sur hasta Sudán, y comienza en un profundo barranco con cuevas cavadas en ambas riberas, que constituyeron un refugio idóneo para los ermitaños que huían de las densas poblaciones del delta.

El camino lo realizó andando siguiendo probablemente la ruta que limitaba la zona verde del delta con el desierto antes de adentrarse en éste. Había otra interna (por el delta) que daba más rodeo.

Es difícil saber el tiempo que empleó en el recorrido. De aquí, de Andorra, sabemos de personas que iban y venían andando a Teruel en un mismo día[7] e incluso algunos, como Antonio Balaguer Pascual (el tió Rey), bajaban y subían a Tortosa corriendo por motivos profesionales[8]. En teoría, por tanto, podría haber realizado la distancia en un solo día, pero hay que añadirle el calor del desierto y el itinerario real que siguió. El más corto forma parte hoy de la carretera que une Alejandría con El Cairo, muy frecuentada como ruta turística de los monasterios coptos. De hecho, el andorrano que quiera peregrinar al monasterio de San Macario (Abu Makar) en Nitria (Wadi Natrum) se encontrará la carretera que lo une a El Cairo repleta, a derecha e izquierda, de una ininterrumpida hilera de paneles publicitarios que no tienen fin.

En otras palabras, hallará el desierto irreconocible. Han pasado 1700 años y le sucederá lo mismo que quien peregrina a Jerusalén: ninguna de sus calles, ni siquiera la Vía Dolorosa, existía en tiempos de Jesucristo. Aquel que vaya pensando que caminará por las mías callejuelas que se pateó Jesús sufrirá un desengaño, y sin embargo todo fue allí, en aquella ciudad.

Otro tanto deberá pensar el turista que visite el desierto donde vivió San Macario. Tendríamos que retroceder en el tiempo, que el Sol recorriera el cielo de Poniente a Levante, para vislumbrar cómo era Nitria en el siglo IV.

En aquellos años Nitria era inhóspito, pues al desierto se sumaba un gran yacimiento de sal. Los primeros anacoretas que fueron a vivir en él, muchos años antes que San Macario, vivían en cuevas, para construir más tarde (cuando nuestro patrón tenía unos diez años de edad), y a medida que crecía la población, unos monasterios. Fue a uno de éstos dónde acudió a refugiarse.

 

4.2.- El ingreso en el Monasterio

Gracias a la Regla Monástica de San Pacomio podemos imaginar cómo fue el ingreso de San Macario en el monacato:

 Si alguno se presenta a la puerta del monasterio con la voluntad de renunciar al mundo y ser contado entre los hermanos, no tendrá la libertad de entrar. Se comenzará por informar al padre del monasterio. El candidato permanecerá algunos días en el exterior, delante de la puerta. Se le enseñará el Padrenuestro y los salmos que pueda aprender. Él suministrará cuidadosamente las pruebas de lo que motiva su voluntad (de ingresar). No sea que haya cometido alguna mala acción y que, turbado por el miedo, haya huido sin demora hacia el monasterio; o que sea esclavo de alguien. Esto permitirá discernir si será capaz de renunciar a sus parientes y menospreciar las riquezas. Si da satisfacción a todas estas exigencias, se le enseñará entonces todas las otras disciplinas del monasterio, lo que deberá cumplir y aquello que deberá aceptar, ya sea en la sinaxis que reúne a todos los hermanos, en la casa o dónde fuera enviado o en el refectorio. Así instruido y consumado en toda obra buena, podrá estar con los hermanos. Entonces será despojado de sus vestidos del siglo y revestido con el hábito de los monjes. Después será confiado al portero que, en el momento de la oración, lo llevará a la presencia de todos los hermanos y lo hará tomar asiento en el lugar que se le haya asignado. Los vestidos que trajo consigo serán recibidos por los encargados de este oficio, guardados en la ropería y a disposición del padre del monasterio.

Por ella también podemos saber cómo debieron ser sus primeros días monacales:

Al recién llegado al monasterio se le enseñará primeramente lo que debe observar; luego, cuando después de esta primera instrucción haya aceptado todo, se le indicará que aprenda veinte salmos, o dos epístolas del Apóstol, o una parte de otro libro de la Escritura.

Si es analfabeto, irá, a la primera, a la tercera y a la sexta hora, a encontrarse con aquel que puede enseñarle y que fue designado para ello. Se mantendrá de pie delante de él y aprenderá con la más grande atención y gratitud. Seguidamente se le escribirá las letras y las sílabas, los verbos y los sustantivos, y se le forzará a leer aunque rehúse hacerlo.

En general, nadie en el monasterio quedará sin aprender a leer y sin retener en su memoria algo de las Escrituras, como mínimo el Nuevo Testamento y el Salterio.

5.- EL MONACATO Y LOS ANACORETAS

La definición de “anacoreta” es: persona que vive en lugar solitario, dedicado a la contemplación y a la penitencia. Popularmente se les llama “ermitaños”, siendo San Antonio Abad el primero conocido, con el cual había tomado consistencia el género de vidas de las comunidades de anacoretas, que vivían en sus celdas separadas, pero se juntaban para algunos ejercicios ascéticos y estaban bajo la dirección de algún maestro señalado; y bajo San Pacomio se dio comienzo a una vida de estricto ascetismo, pero dentro de un lugar cerrado y bajo la obediencia de un superior y observancia de una regla[9].

Este punto es importante, porque nos indica que los anacoretas no estaban solos completamente sino que mantenían una comunidad, una especie de monacato, que se conoce con el nombre de asceterio.

Y digo que es importante porque el ser humano es una especie social, no estamos hechos para vivir en soledad. Para desarrollarnos como personas, alcanzar nuestra plenitud, nuestra fuerza y poder realizarnos necesitamos relacionarnos con otros. Nuestro comportamiento está siempre enfocado hacia los demás ya sea para hacerles bien o para hacerles mal, favorecerlos o aprovecharnos de ellos.

Todo aquel que vive en solitario con el tiempo comienza a tener alteraciones psicológicas, en algunos nimias, pero en otros bastante graves.

Estar trastornado psicológicamente por la soledad explicaría mucho del comportamiento de San Macario. Ya lo dice el Génesis: “no es bueno que el hombre esté solo”. Sería muy fácil decir que perdió la chaveta, empezó a ver fantasmas donde no los había y que por eso se autolesionaba.

Sería… si hubiera estado realmente solo, pero es que no lo estuvo, a pesar de que algunas biografías sin pies ni cabeza nos lo quieren hacer creer; esto se ve claramente al compararlas con la de Paladio, y así en episodios en donde su primer biógrafo instala a un hombre (el abad Pacomio), las otras ponen al demonio.

San Pacomio fue el fundador del cenobitismo, según una abundante tradición literaria en copto, griego, siriaco, latín y árabe. Fue también el primero que escribió una regla monástica propiamente dicha. Sin desaprobar el sistema eremítico, la obra de San Pacomio resultaba en el seno del monaquismo una verdadera revolución. Por primera vez se vieron los monjes obligados a obedecer a una regla y a toda una jerarquía de superiores, a vivir en el recinto de un cenobio, a salmodiar, a trabajar y sentarse a la mesa en común, a ser corregidos y castigados al tenor de un código penal, a hacerlo todo a las horas prescritas. La implantación de la regla de San Pacomio fue un hecho completamente nuevo y de capital importancia en la historia del monacato cristiano. El gran legislador precisó mucha paciencia y tacto psicológico, porque su visión del eremitismo y ascetismo iba en contra de gran parte de lo establecido.

Aunque alguna biografía señala el encuentro de San Macario con San Pacomio cuando nuestro patrón era famoso por sus virtudes ascéticas y penitenciales, el estudio escrupuloso de la cronología y la comparación de sus actividades con la Regla Pacomiana indica que no es cierto. Nuestro santo comenzó su vida dentro del monacato y como discípulo de San Pacomio.

En resumen, el anacoretismo había alejado el servicio Divino de los hombres. Pacomio lo une en la vida comunitaria. Quiso una koinonía al estilo de vida de la primera comunidad de Jerusalén. La vida comunitaria tenía tres pilares:

  1. Ponían en común todos los bienes
  2. Tenían una misión mutua
  3. Fidelidad a la Regla

La obediencia es el principio fundamental de la orden. El trabajo era esencial así como la oración. Todo lo que debía hacer el monje estaba escrito en la regla monástica que escribió.

5.1.- El Monasterio Pacomiano

San Pacomio fundó su primer monasterio en Tabennisi, junto a Denderath. Al morir dirigía nueve monasterios de monjes y dos de monjas. Un monasterio pacomiano era una pequeña ciudad, que contaba incluso con naves en el Nilo para acarrear la materia prima y llevar a los mercados los productos manufacturados por los cenobitas.

En general este tipo de monasterio estaba formado por un vasto recinto, rodeado por un alto muro de clausura. En él estaban diseminadas una serie de casas y cada una de ellas comprendía una veintena de religiosos. Cada religioso tenía su celda. Más tarde, tres monjes compartirían de ordinario la misma celda (San Macario, por ejemplo, compartió la suya con Paladio)

Una iglesia, un refectorio, una cocina, una despensa, un patio o un jardín, y una hospedería para los forasteros, completaban la disposición del monasterio. Así pues, el monasterio era un lugar sencillo, pero cómodo.

Todo el recinto estaba rodeado por un muro, lo cual no era nada extraordinario para la época ya que la bibliografía hace mención a que todos los poblados estaban rodeados por una valla con una sola puerta, por lo tanto los monasterios (en el contexto del paisaje) no se veían tan distintos de los pueblos, lo que los tornaba un lugar accesible para forasteros y hombres que deseaban iniciar una vida retirada.

En un monasterio de estas características podían vivir más de mil monjes. En cada edificio vivían, trabajaban y hacían la oración de cada día 40 monjes. Los anacoretas de cada cuatro edificios, formaban una tribu (160 eremitas). Y en un monasterio podía llegar a haber hasta 10 tribus. Es decir, 1600 personas conviviendo juntas. Hay pueblos de Teruel que tienen menos habitantes.

Pero no solo existían monasterios de hombres sino, como he señalado en el primer párrafo,  también de mujeres. Así, por la Regla Monástica de San Pacomio podemos saber:

Hablemos finalmente del monasterio de vírgenes.

Que nadie vaya a visitarlas, a menos que tenga allí a su madre, a una hermana, a una hija, parientes o primas o a la madre de sus hijos.

Si es necesario que aquellos que no han renunciado al mundo ni ingresado al monasterio vean a las vírgenes, necesidad ésta causada por la muerte del padre (a cuya herencia ellas tienen derecho), o bien por otro motivo incontestable, se enviará con los visitantes a un hombre de edad y de virtud probada. Juntos las verán y regresarán.

Por tanto, que nadie vaya a ver a las vírgenes, excepto aquellos de que hemos hablado más arriba. Y cuando vayan a visitarlas, lo harán saber primeramente al padre del monasterio, éste los enviará a los ancianos que han recibido el ministerio de las vírgenes. Los ancianos irán con ellos a visitar a las vírgenes que tienen necesidad de ver, con toda la disciplina que exige el temor de Dios. Cuando las vean no hablarán de cosas seculares.

Igualmente había niños en los monasterios, según nos informa la misma regla:

Si un hermano está aficionado a reír o a jugar libremente con los niños; si mantiene amistad con los más jóvenes, será advertido tres veces que debe romper esos lazos y recordar el decoro y el temor de Dios. Si no abandona tal comportamiento, se lo corregirá como merece, con el más severo castigo.

Si, en la casa, los niños se entregan a los juegos y a la ociosidad sin que los castigos puedan corregirlos, el prepósito mismo deberá amonestarlos y castigarlos durante treinta días. Si constata que perseveran en sus malas disposiciones y descubre en ellos algún pecado pero no previene al padre del monasterio, él mismo, en su lugar, será sometido a un castigo proporcional al pecado que descubrió.

Todos los monasterios Pacomianos estaban supeditados a un superior, el cual tenía por misión organizar la vida dentro del monasterio, cada casa de monjes tenía una labor especifica que cumplir dentro del monasterio, por lo cual ninguna actividad quedaba al azar y así se aseguraba el integro funcionamiento de la comunidad. Antes de la institución Pacomiana algunos guías espirituales afirmaban que la vida del monje era como la de los ángeles, basada en la oración permanente y el ayuno, alejándose de los problemas terrenales, como el trabajo por ejemplo. En palabras llanas: vivir sin dar golpe y que los mantengan. Pacomio, en cambio, les hizo trabajar.

La función de cada uno de los superiores era definida, su labor esencial era servir, ser servidores de sus hermanos, no imponer disciplina sin amor, ya que la idea del monasterio Pacomiano era la comunión fraterna de todos sus integrantes.

El ingreso al monasterio no significaba grandes pruebas a los postulantes, generalmente eran pocos los hombres rechazados, solo se les pedía la renuncia total al mundo y desear fuertemente la vida comunitaria[10].

5.1.1.- Organización de la congregación pacomiana

 

Un monasterio típico según la regla de Pacomio, que es donde vivió San Macario, estaba organizado de la siguiente manera:

a. Instalaciones – Cada monasterio estaba cercado de una empalizada. Dentro de ella se levantaba la colonia monástica, “el poblado”.

En el centro se construían las grandes dependencias comunes: iglesia, sala de reuniones, cocina, refectorio, hospedería.

Entorno a ellas se veían otras muchas construcciones más pequeñas. Eran las “casas”, las habitaciones de los cenobitas.

b. Comunidad – Estos se encontraban repartidos en equipos de trabajo. Cada casa correspondía a un gremio diferente: casa de los agricultores, de los tejedores, de los zapateros…

En cada una vivían de 10 a 20 monjes. Cada uno ocupaba su celda, aunque más tarde fueron tres. Al frente de cada “casa” había un jefe de equipo –el prepósito- y un “segundo”. Cada tres o cuatro “casas” formaban una “tribu”

c. Administración –  En cada “poblado” había un ecónomo que sobre visaba el material y el rendimiento del trabajo.

La “casa” de los barqueros –individuos seleccionados por su fidelidad y virtud- aseguraba las relaciones comerciales, las ventas y compras.

Las compras consistían, sobre todo, en sustancias y hierbas medicinales, y en materias primas para el trabajo.

Como elemento de producción tuvo gran éxito el trenzado de cestas y esteras con juncos del Nilo

d. Régimen interno – Los servicios domésticos- cocina, limpieza, portería, dar las señales para el rezo, transmitir órdenes…- se hacían por turnos. Cada tres semanas una “casa”

e. Vestido – El vestido de los monjes consistía en una túnica blanca, un cinturón, una piel curtida de cabra y un mantelete con capuchón

f. Gobierno – Al frente de cada “poblado” había un superior, el apa. Y el archimandrita gobernaba toda la congregación.

Dentro del monasterio el monje debía ser un verdadero guía y educador para los otros monjes y para los hombres en general[11].

Debido a esto el primer paso del monje recién ingresado a la comunidad era el bautismo, considerado la puerta de ingreso a la vida monástica, luego vendría la educación, aspecto de suma importancia para la trayectoria del monje en la comunidad. El saber leer era fundamental, ya que el monje se formaba con la meditación de la Biblia. El hombre analfabeto que se hacía monje era sometido a un largo proceso de aprendizaje, además cada monasterio tenía una biblioteca, donde los monjes más ancianos se encargaban de instruir a los analfabetos.

Respecto a las celdas de los monjes, San Jerónimo, en su prefacio sobre la Regla Pacomiana, nos da una descripción:

En sus celdas no tienen más que una estera y los objetos siguientes: dos túnicas (especie de vestido egipcio sin mangas) y una tercera ya usada que usan para dormir o trabajar, un manto de lino, una piel de cabra a la que llaman melota, dos cogullas, un pequeño cinto de lino, calzado y un bastón como compañero de viaje.

5.1.2.- La vida en el monasterio Pacomiano

La vida diaria del monje pacomiano se dividía entre la oración, meditación, trabajo y descanso. El sistema instaurado por Pacomio era totalmente factible de efectuar, ya que dejaba de lado todas las mortificaciones innecesarias, comúnmente practicadas por los anacoretas de la época. Un apartado que no habrá que olvidar cuando analicemos las que conocemos de San Macario.

En su sistema estaba todo previsto, incluso las comidas, las que según la bibliografía eran por lo menos una al mediodía que consistía en verduras crudas, queso, pescado, higos, dátiles, y otra más escasa en la noche. La comida del mediodía era en el edificio principal y era compartida por todos.

Todos ayunaban dos veces a la semana, los miércoles y los viernes, salvo los más austeros que hacían ayuno voluntario otros días de la semana, entre los cuales estaba nuestro patrón, por lo que sabemos.

En el monasterio se tenía especial consideración con los enfermos y con los huéspedes. Para ellos disponían de dependencias especiales para atenderlos, la enfermería y hospedería contaban con monjes para atender a quien lo necesitara.

Una característica del monasterio Pacomiano era que los trabajos no eran asignados de manera obligatoria a los monjes recién ingresados, por lo general se les respetaba el oficio que tenían y en eso trabajaban dentro del monasterio, así que es muy probable que San Macario trabajase como panadero en la comunidad al menos durante un tiempo. Otro oficio que ejerció fue el tejedor de cestas.

El monasterio producía libros, calzado, muebles, tejidos, productos agrícolas, etc. Una institución que se hizo célebre y que mantuvo su nombre en la Edad Media fueron las “pacomias,” que así se llamaron durante siglos las reuniones de los frailes para tratar temas religiosos, filosóficos, ascéticos, morales, etc. Esta práctica fue imitada por muchas otras órdenes religiosas, que así han venido denominándolas, en honor de su fundador. La aportación de san Pacomio a la evolución integral de la sociedad cristiana salida ya de las catacumbas, fue muy importante.

 

6.- EL ASCETA Y EL PRIMATE

San Macario no padecía de ningún trastorno psicológico. Las claves de las autolesiones están en otros apartados, siendo uno de ellos el ascetismo riguroso al que todos los anacoretas se sometían.

No olvidemos tampoco que la Iglesia egipcia estaba muy influenciada por los conceptos gnósticos sobre el cuerpo al que veían como enemigo; un aspecto que ha pervivido en la Iglesia Católica cuando, aún hoy, define la carne como uno de los tres enemigos del alma[12].

Si a todo esto unimos los mandamientos nuevos sobre los actos y pensamientos impuros… ¿qué obtenemos?

Analicémoslo.

Tenemos un ascetismo riguroso que incluía la abstinencia sexual, entre otras cosas.

El impulso sexual es muy importante entre los animales. Y el ser humano, por mucho espíritu y alma que nos colguemos, no deja de ser un primate con el 99 % de los genes iguales a los del chimpancé.

Se ha detectado en animales en cautiverio actos de masturbación y homosexualidad cuando, en éste, son todos del mismo sexo. Otro tanto se ha detectado en el hombre en situaciones similares, como cárceles e internados, por citar a dos.

Lo mismo se puede decir de monasterios y conventos. No digo que lo hicieran, pero tentación y pensamientos tendrían.  Y esto incluye a los anacoretas.

Macario antes que santo fue hombre, un hombre todavía joven cuando toma la decisión. Que tuvo tentaciones y pensamientos impuros no hay ninguna duda, porque todos los seres humanos las tenemos alguna vez, San Agustín por ejemplo nos da a conocer las que él sufrió:

Vos, Señor, me mandáis que reprima la concupiscencia de la carne… Mandasteis que me abstuviese del acceso carnal… Pero aún viven en mi memoria (de la cual he hablado tan largamente) las imágenes de aquellas cosas torpes que mi mala costumbre dejó estampada en ella, las cuales se me presentan, ya cuando estoy despierto, ya cuando dormido…[13]

            ¿Qué sucede cuando tienes una apetencia de algo y la reprimes a la fuerza? … vuelve, vuelve y vuelve. Veamos como ejemplo un acontecimiento atribuido a San Macario: en una ocasión se olvidó de hacer la señal de la cruz al acostarse y, merced a una maquinación diabólica, fornicó dormido.

 Hay medios mucho mejores para evitarlo y que no regrese, pero éstos están fuera del alcance de los ascetas rigurosos. Solo tienen la represión, con lo cual, a la larga, a medida que pasan los años, ellos mismos convierten su vida en un infierno de sufrimiento, se ha creado un círculo vicioso del cual es imposible salir.

En este momento de su vida San Macario, como todos sus compañeros, es más digno de lástima que de veneración: huyendo del mundo y para evitar el Infierno ha convertido su vida en uno.

San Macario no es feliz y sufre. No lo es, porque quien tiene felicidad no se castiga a sí mismo.

Tampoco es sadomasoquista, porque quien lo es busca el placer a través del dolor, y el placer es darle gusto al cuerpo, cosa que un asceta evita a toda costa.

Naturalmente que no hay que enfocarlo todo desde el punto de vista sexual, pero tuvo su peso, porque tengamos en cuenta que suele ser habitual en el hombre tener una erección matutina y esto ocurre ahora y entonces. ¿Cuál sería el pensamiento de San Macario al respecto? Nos lo podemos imaginar.

Pero como digo el ascetismo riguroso no afecta solo a la sexualidad, abarca un margen más extenso: la gula, la soberbia, el orgullo, etc. Puntos que están recogidos en la catequesis que siguió San Macario y que imperaba en los monasterios en que vivió:

 Hijo mío, te ruego: vigila, sé sobrio, para conocer a aquellos que tienden trampas contra ti. El espíritu de la maldad y el de incredulidad suelen caminar juntos; el espíritu de la mentira y del fraude caminan juntos; el espíritu de la avaricia, el de la codicia y el del perjurio, aquel de la deshonestidad y el de la envidia caminan juntos; el espíritu de la vanagloria y el de la glotonería caminan juntos; el espíritu de la fornicación y el de la impureza caminan juntos; el espíritu de la enemistad y el de la tristeza caminan juntos. Desgraciada la pobre alma en la que habiten (estos vicios) y la dominen! A esa alma, la apartan de Dios, porque ella está en su poder, va de aquí para allí hasta que cae en el abismo del infierno[14]

7.- SAN MACARIO, ANACORETA

Según atestigua Paladio, que vivió con San Macario en los últimos años de la vida de éste, compartiendo su cabaña, conforme él mismo dice, nuestro patrón inició su vida solitaria en el desierto de Egipto.

7.1. – Desiertos, que no estaban tan desiertos

Siempre se nos ha dicho que eran tres los desiertos célebres por las grandes multitudes de colonias de anacoretas. El más lejano, ya cerca de Libia, era el de Escitia (o Scete), seguido del de Celdas, que ocupaba una gran extensión en la parte central del desierto; el último, Nitria, estaba al sur de Alejandría. Todos en el Bajo Egipto.

La única verdad es que sólo había un desierto: el de Nitria

7.1.1.- El desierto de Nitria – Wadi El Natrun –

Wadi El Natrun es una depresión desértica a 23 metros por debajo del nivel del mar, está localizado en la región de Beheira, en Egipto. Una ciudad con el mismo nombre que el desierto se encuentra actualmente en el valle. El nombre hace referencia a la presencia de 8 lagos diferentes que producen sal de natrón (también llamado natrita o sosa[15]), el cual químicamente es carbonato decahidratado de sodio.

Ilustración 18 – Mapa de Egipto marcando la región de Beheira

El símbolo químico del sodio es Na, que es una abreviatura de su nombre en latín natrium (de ahí el nombre de natrón para la sal de los lagos).

En copto la región conserva el nombre en antiguo egipcio de Shee – Hyt, que significa el balance de los corazones o la medida de los corazones, quizá porque el natrón se empleaba en la momificación. En griego se conocía con el nombre de Scetes o Escetas (Escitia, en los textos cristianos), debido a los ascetas que lo habitaban. La literatura cristiana primitiva llamaba a la zona el Desierto de Nitria.

Podemos comprobar que, aún cuando se le llama de diversas maneras, siempre se hace referencia al mismo territorio, lo que nos lleva a que, a pesar de que se nos ha narrado que San Macario habitó en varios desiertos, la realidad es que siempre estuvo en el mismo.

Una tradición posterior ubica el desierto de Nitria como lugar de paso de la Sagrada Familia, tras su huida de la persecución de Herodes en Palestina. En la actualidad hay monasterios coptos en las zonas que supuestamente recorrieron.

Ilustración 19 – El recorrido de la Sagrada Familia por Egipto según la tradición

7.1.2.- Los monjes eremitas del desierto

San Atanasio, en su “Vida de San Antonio”, nos presenta a su héroe como el fundador de la vida semi-eremítica. Antonio, nos dice, después de pasar veinte años recluido en un viejo fortín luchando con los demonios, al final fue obligado a salir por la presión de otros ascetas impacientes de seguir su ejemplo: Un día… los que querían imitarle derribaron la puerta. Y apareció Antonio, lleno de Dios y como iniciado en los misterios divinos….

Olvidándonos de los demonios, el hecho cierto que se deduce del relato, es que San Antonio Abad, abandonó la sociedad humana yéndose a vivir al desierto y que pronto fue seguido por otros que querían imitar su vida. Surgieron entonces los monasterios de las montañas y el desierto se pobló de monjes que vivían allí, y que habían dejado sus casas para convertirse en ciudadanos del cielo.[16]

Algo más adelante narra la vida de esos primeros monjes:

Las montañas estaban llenas de santos monjes, como tabernáculos divinos, donde cantaban salmos, ayunaban, oraban, trabajaban y daban limosna. Vivían unidos en el amor mutuo y la concordia. Parecía una pequeña isla en medio del mundo, donde nadie sufría injusticia, ni exigía impuestos. Allí había una muchedumbre de ascetas que sólo pensaban en practicar la virtud. Ver aquellos monjes invitaba a exclamar: ¡Qué bellas son sus tiendas, Jacob! ¡Qué hermosos tus tabernáculos, Israel! Se extienden como inmenso valle; como un jardín a lo largo de un río, como un cedro que está junto a las aguas.

El dato importante, que nos da a conocer es que vivían en comunidad y no en soledad, como se suele creer. Aspecto que ya vimos al tratar el monasterio Pacomiano.

Más tarde, hacia el año 330, Amón, discípulo de San Antonio, antojándosele que había demasiado gente en aquella comunidad de monjes, emigró y se estableció en Nitria pero pronto se le juntó una multitud de ascetas y se convirtió, sin pretenderlo, en el fundador de un desierto análogo a los de San Antonio Abad. Por tercera vez, algunos monjes que deseaban mayor soledad, fueron a instalarse más adentro en el desierto, a unos 20 kilómetros de distancia, y por tercera vez el lugar se llenó de monjes que vivían en celdas excavadas en la roca. Tan numerosas llegaron a ser, que aquella zona del desierto recibió el nombre de Las Celdas: Existe otro lugar, en el interior del desierto, situado a cerca de diez millas. Por las muchas celdas que en él se encuentran diseminadas, se le llama “Las Celdas”[17].

Ilustración 20 – El Desierto de Nitria (punto A en el mapa) en donde vivió San Macario

San Macario estuvo en Nitria antes de establecerse en las Celdas.  Hay que hacer constar, que en el Bajo Egipto se implantó rápidamente la costumbre, (conservamos bastantes ejemplos en el último cuarto del siglo IV) de empezar llevando vida común en Nitria, durante uno o dos años, en una especie de Noviciado, y luego retirarse a las Celdas. Es decir, que el periplo de nuestro patrón era el habitual en aquellos monjes, no tuvo un comportamiento especial.

Cronológicamente, narran sus biógrafos que el primer desierto en que se estableció fue el de Escitia[18], seguido del de Nitria y finalmente Celdas. Ya hemos visto que Escitia y Nitria eran en realidad el mismo desierto; en cuanto a las Celdas, formaba parte realmente del de Nitria. En ambos llegó a ser un ejemplo y guía de anacoretas. ¿Qué quiere decir “ejemplo y guía” en una vida ascética? Sencillamente que seguían el ascetismo a rajatabla y ya sabemos lo que eso quiere decir.

           

Ilustración 21 – Desierto de Nitria (Wadi El Natrun) – Vista de Satélite

7.2.- Las Celdas, “sucursal” del monacato de Nitria.

En el Bajo Egipto, Las Celdas estaban en íntima dependencia de Nitria. Situado a unos 20 Km., estaba localizado aproximadamente al otro lado de los lagos salados de Wadi Natrum. Nitria era un “desierto”, considerablemente poblado. Paladio, hacia el fin del siglo IV, señala la cifra de cinco mil hombres que moraban en él[19]. El padre Du Ban, en 1753, nos habla de las ruinas conservadas de los monasterios que poblaron aquella zona[20]:

Del Monasterio de San Macario salí el día nueve por la mañana, con el Superior, que continuó acompañándome por caridad. Apenas habíamos caminado doscientos pasos de la puerta afuera, cuando reparé en las ruinas de muchos edificios, cuyos cimientos, y paredes muestran la grandeza y forma de su antigua fábrica. Pregunté a mi compañero, qué ruinas eran las que veíamos.  Yo te lo diré, me dijo, (que con esta llaneza se hablan los Orientales). “En este Desierto de Escitia, y en el Monte de Nitria, que ves cierra el horizonte por el lado del norte, se contaban antiguamente tantos Monasterios, como días tiene el año. Todos estos paredones son reliquias de algunos de ellos, y lo que tienes a tus pies, conserva aún hoy día el nombre de Castillo de las Vírgenes, por haber sido habitación de muchas mujeres, que profesaban la vida Monástica”. Como yo di señas de admirado de tanta multitud de Monasterios, añadió él: “Prosigamos nuestro camino, e irás viendo distintas cosas”

 Los monjes ejercían todos los oficios indispensables para la buena marcha de la comunidad. Había agricultores, panaderos, cocineros, médicos, reposteros, y un boticario. Vendían vino y cada uno confeccionaba con sus manos una túnica de lino de modo que a nadie le faltase.

Ilustración 22 – Localización aproximada de Las Celdas (rectángulo). El punto “A” señala Nitria

Todo ese mundo afanado, no podía menos que crear un clima de activismo. Además los monjes debían recibir del exterior al menos una parte del material necesario para sus tareas. Forzosamente el desierto de Nitria tenía que ser un lugar de contacto con el mundo. Eso explica la existencia de una hospedería donde albergar a los peregrinos y visitantes.

En las “Celdas”, la atmósfera era muy diferente. Quien se retiraba a esa parte del desierto lo hacía para encontrar un mayor silencio y soledad, teniendo en vista una vida exclusivamente consagrada a la contemplación. No había allí ninguno de los oficios que hemos encontrado en Nitria. Ninguna panadería: el pan, alimento esencial de esos monjes, se lo procuraba Nitria. Tampoco había médico, pues los ermitaños se cuidaban unos a otros. Pero en cambio ejercían otros trabajos, porque la regla Pacomiana prohibía la vagancia.

Ilustración 34 – La misma imagen vista por satélite. Aquí el punto señala la localización aproximada de Las Celdas

El origen del monacato de Las Celdas se halla, según la tradición, en San Antonio Abad. Cabe fecharlo hacia el 338. En julio de ese año, San Antonio fue a Alejandría, para defender la causa del patriarca Atanasio cuando volvió del destierro. Entonces debió llegar hasta Nitria, donde encontró al abad Amón, fundador de aquella comunidad.

El abad Antonio fue un día a visitar al abad Amón en la montaña de Nitria. Mientras hablaban el abad Amón le dijo : Ya que gracias a tu oración el número de hermanos ha aumentado considerablemente, algunos desean construirse celdas apartadas para vivir sosegadamente en ellas (ut quiete inhibe vivant), ¿a qué distancia de ésta quieres que las construyan?: “Vamos a comer a la hora de Nona, luego saldremos e iremos al desierto para ver el lugar. Anduvieron por el desierto hasta la caída del sol, y entonces el abad Antonio dijo: Oremos y plantemos aquí una cruz, para que quienes lo deseen vengan a edificar aquí. De este modo cuando los hermanos que moran allá vengan a visitar a éstos, se pondrán en camino, después de haber tomado su refección a la hora Nona, y los de aquí harán lo mismo cuando irán allá. Así no se distraerán al visitarse mutuamente››. La distancia era de doce millas[21].

Salta a la vista la doble intención de Antonio: asegurar a los monjes de las Celdas el deseado recogimiento sin instalarlos demasiado lejos, para poder conservar fácilmente relaciones caritativas con los de Nitria.

Ilustración 23 -Wadi El Natrun o Desierto de Nitria – detalle

San Macario se hizo monje entre el año 335 y el 340, por lo tanto podemos considerar como probable que fuera uno de los que deseaban una mayor soledad y uno de los monjes pioneros de Las Celdas.

Ilustración 24 – La misma imagen – Vista de Satélite

7.3. – La vida en Celdas

 

Al desierto de Las Celdas se retiraban los que después de haber sido formados espiritualmente y haberse despojado de sus vestidos, deseaban llevar una vida más oculta. Era un desierto vastísimo y las celdas estaban separadas la distancia necesaria, para que no se pudieran molestar los monjes unos a otros.

La vida por tanto de San Macario en Las Celdas, era de una austeridad extraordinaria. Cada anacoreta tenía su celda separada, donde vivía en la más absoluta soledad durante una semana; pero los sábados y domingos se reunían para los oficios divinos. Se dedicaban a la oración, trabajaban manualmente tejiendo esteras y otros oficios que les ayudaran a fomentar la contemplación y unión con Dios. Junto con una comida frugal seguían en principio una vida sana y alegre en comunión con Dios.

Hasta aquí la parte bonita.

Hay que tener cuenta las penalidades del desierto, un calor tórrido que provocaba la sequía y la sed en Egipto, aunque interpretadas por los eremitas como si fueran tentaciones del demonio. Evagrio Póntico (n. 345 – m. 399), monje de las Celdas, describe de modo pintoresco el demonio de la acedía, es decir, las tentaciones que aplastan al monje en las horas calurosas de la jornada:

             …El demonio del medio día es el más agobiador de todos. Ataca al monje hacia la hora cuarta y asalta su alma hasta la hora octava. Empieza por hacerle creer que el sol avanza lentamente o que está inmóvil, y el día le parece tener cincuenta horas. Luego le obliga a permanecer con los ojos fijos en la ventana, a salir de la celda, a mirar al sol para ver cuánto falta para la hora nona, y a mirar por una parte y otra para ver si viene algún hermano… Le inspira además aversión por el lugar donde mora, por su estado de monje, por el trabajo manual, piensa que la caridad ha desaparecido entre los hermanos, y que no haya nadie que le consuele.[22]

A esto se añade la más estricta continencia, que constituyó desde un principio una parte sustancial del ascetismo cristiano, con una inmensa variedad de austeridades y penitencias que, a veces, rayaban lo inverosímil. En todo ello fue San Macario a la cabeza, según nos narra Paladio, sobresaliendo de forma especial por sus austeridades intentando, según su biógrafo, imitar la pasión de Cristo para redimir el mundo que estaba empantanado en toda clase de pecados.

Ilustración 25 – Fotograma de “Simón del Desierto”, de Luis Buñuel. El director se basó en las vidas de los eremitas del desierto en tiempos de San Macario

La opinión que del mundo tenía ya la hemos deducido; la segunda parte de lo que narra: la justificación del auto castigo no coincide con otros datos que tenemos de nuestro patrón, ya que una de las veces dice a un monje que pretende ayudarle: No, no; porque estoy atormentando este cuerpo, que tanto me atormenta a mí. Frases como esta y otras recogidas por sus biógrafos nos indican que el auto castigo tenía un origen similar al supuesto en este trabajo. Otro dato que apoya esta hipótesis lo encontramos también en la biografía, la cual recoge que, en una ocasión el mismo Paladio le oía hablar solo en la celda. Del texto se desprende que se imprecaba a sí mismo: ¿Qué quieres, viejo malvado? Has tomado ración de aceite y vino. ¿Qué más quieres, glotón de cabellos blancos?

Ambos testimonios, pronunciados por el propio San Macario, desdice lo afirmado por Paladio de que sus penitencias y castigos las hacía para emular la pasión de Cristo en el perdón de los pecados del mundo. Al contrario, da la sensación que lo hacía para castigar su cuerpo, que lo atormentaba a él.

Volvamos a recordar, pues es importante en este aspecto, que para la Iglesia Católica los enemigos del alma son: el mundo, el demonio y la carne.

 

7.3.1.- Valoración y comentario de este punto

La valoración que se puede hacer en este siglo XXI no deja en buen lugar al pobre San Macario. La del siglo IV y siguientes era muy distinta, pues por las creencias y la civilización de aquel entonces, se estimaba la actitud de nuestro patrono como la manifestación más sublime de piedad cristiana.

El análisis psicológico de su comportamiento dentro del contexto en que vivió nos muestra un hombre perfectamente cuerdo con unas ideas extremas, pero no fanáticas. El fanatismo y los fanáticos llevan a la violencia y a hacer daño a aquellos que no comulgan con sus ideas. Y San Macario no hizo mal a nadie.

Claro que bien tampoco.

7.4.- ‹‹Vosotros sois la luz del mundo››

Jesucristo nunca pidió, en sus enseñanzas, que se huyera del mundo. Al contrario, envía sus apóstoles a él y define a sus seguidores, en el Sermón de la Montaña como la luz del mundo:

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse ciudad asentada en un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelabro, para que alumbre a cuantos hay en casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos (Mateo, 5: 14-16)

Y qué obras se pueden ver si nos escondemos en el desierto. Más aún si estamos solos, ¿qué buenas obras hacemos a los demás? En Andorra tenemos un ejemplo bien claro. ¿Qué luz han irradiado con sus buenas obras las Hermanas de la Caridad? Muchísima, todos los andorranos lo sabemos. Pero, ¿qué luz irradia una monja de clausura, encerrada entre cuatro paredes? Ninguna, está escondida bajo el celemín. La de las Hermanas de la Caridad está en el candelabro alumbrando a todos.

San Macario por tanto, en aquellos años de su vida, no haría mal, mas según el Sermón de la Montaña, tampoco hacía ningún bien.

Pero aunque no hacía daño a los demás sí se lo hacía a él mismo.

En la vida hay sufrimientos inevitables, como el temor a la muerte, el fallecimiento de un ser querido, las enfermedades, etc. Pero todos los demás son perfectamente evitables, nos los provocamos nosotros mismos por culpa de nuestro propio comportamiento y nuestra valoración de la vida. Esto lo saben muy bien los budistas.

Ilustración 26 – Una de las representaciones de San Macario en otros países del mundo

Y todo lo que padeció San Macario, se lo provocó él mismo debido a las creencias religiosas que imperaban en su época. De haber vivido en la actualidad, posiblemente habría llegado a santo, pero no habría martirizado su cuerpo, porque nuestras creencias cristianas de hoy difieren mucho de las del siglo IV y es de suponer que tampoco se habría escondido, habría dado la cara, como el ejemplo de las Hermanas de la Caridad.

Pero elucubramos. No estamos en el siglo XXI sino en el IV, así que volvamos a él.

Ilustración 27 – Monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí. El origen de su fundación es del siglo IV aunque su arquitectura actual data del VI. Es bastante similar a los monasterios Pacomianos en los que vivió San Macario.

8.- PENITENCIAS DE SAN MACARIO: REALIDAD Y LEYENDA

En su obra “Año Cristiano”, P. Juan Croisset nos informa que movido por un fervoroso deseo de ser santo, se sepultó en un espantoso desierto, en donde los primeros ejercicios de su soledad pasaron por un prodigio de abstinencia. Por espacio de siete años no comió más que hierbas crudas. En los cuatro siguientes, vencido por la gula, tiró la casa por la ventana y se apretaba sus buenas cinco onzas[23] de pan al día durmiendo solo dos horas cada noche.

En Cuaresma dicen que se esmeraba. Una de ellas la pasó enterica sin sentarse ni acostarse, todo el santo día de pie o de rodillas rezando como un azogue sin comer ni beber, excepto algún domingo cuatro hojas de col mal contadas, y sin dormir (o se habría desmorrado contra el suelo).

Así los cuarenta días de Cuaresma.

Esta historia no es ni buena ni mala, es mentira; porque al leer su biografía la vemos impregnada de realidad y leyenda, hasta el punto que muchas veces no se pueden distinguir y, o bien se acepta todo o bien se rechaza todo. Y malo es que se rechace, pues convertimos a San Macario en un ser inexistente, en una quimera. Pero, ¡ay, madre, si se acepta! ¡si se acepta es peor! Obispo sadomasoca, he leído en Internet mientras recopilaba datos sobre su vida.

No, hijitos, no, como diría San Juan. Lo que ocurre es que nuestro sufrido patrón padece el “síndrome” (entre comillas) de Burriales. Hubo en tiempos en dicha localidad un aponderador[24] que sabiéndole mal decir a los futuros suegros que el novio de su hija era corto de vista, lo dejó ciego del todo.

A San Macario le sucede lo mismo.

Y para ser justos con él hay que discernir de su vida la paja del trigo. Es posible que la parte legendaria tenga una base real, pero la presentan tan exagerada que convierten a San Macario en lo que no es. Por ejemplo: la leyenda anterior. El relato que nos da Paladio sobre el mismo episodio tiene más sentido común y es perfectamente creíble. Paladio nos dice en su versión que, para la Cuaresma, todos los monjes observaban el más riguroso ayuno y penitencia a la medida de sus fuerzas. Así, unos ayunaban un día, otros cuatro; otros, aguantaban todo el día de pie excepto cuando se sentaban a trabajar. San Macario se mantuvo en su rincón entregado a su trabajo (es decir, sentado) observando durante los cuarenta días un riguroso ayuno.

La misma historia, pero creíble en este caso.

Veamos ahora otros dos ejemplos de patraña convertidos en mito:

En una ocasión le mordió un insecto. Debió ser bastante fuerte porque se quejó. Tan abochornado se quedó por chemecar[25], y tan culpable se sintió, que se castigó a pasar seis meses en el desierto Escitia, tan atiborrado de insectos y sabandijas tan furas[26] que hasta las fieras lo evitaban. Si tenemos cuentan que Escitia y Nitria eran el mismo desierto en donde estaban los monasterios, podemos comprobar la incongruencia del bulo.

Y otro día, atormentado por los estímulos de la carne con que le tentaba el demonio, se metió otros seis meses en un barranco infestado de avispas, que lo dejaron hecho un Cristo. Tan desfigurado estaba a la que salió que ni lo conocían, solo por su voz supieron quién era. El chismoso del presente episodio se deleita, casi se le cae la baba, al escribirlo: Pasó seis meses desnudo en las marismas, acosado constantemente por viscosas moscas y mosquitos chupa-sangres, con la esperanza de destruir su último residuo de deseo sexual

Otro comadreo es que cuando quiso entrar en el monasterio de San Pacomio no le dejaron por viejo y se estuvo esperando, más tosco[27] que una mula, siete días con sus noches en las puertas, sin dormir, sin comer y sin decir ni una palabra, el angelico, hasta que le permitieron pasar.  Si recordamos la Regla de San Pacomio vemos que esa era la pauta de ingreso: … El candidato permanecerá algunos días en el exterior, delante de la puerta. Circunstancia que ya contemplamos cuando hablamos de su ingreso en la orden. En otras palabras, se nos quiere hacer tragar un hecho normal por extraordinario. El engaño reside en lo que añaden después: no comer, no dormir y no hablar.

Sin pies ni cabeza es la siguiente historieta de la que también es víctima nuestro pobre santo: Una vez pasó 20 días y 20 noches sin dormir, quemado por el sol en el día, congelado amargamente por el frío nocturno del desierto. Hay textos que hablan de 20 años, nada menos.

Estas trolas se basan en la creencia, repito, de que la práctica del dolor y del sufrimiento son virtudes necesarias para alcanzar la Perfección y la Gloria. Creencia aceptada en los tiempos que vivió San Macario y en los siglos que siguieron. Pero aunque los anacoretas, y sobre todo San Macario, eligieron una vida de penurias llevados por dicha creencia, en ningún momento hicieron las barbaridades que se nos cuentan, en primer lugar porque van en contra de la Regla Pacomiana, como ya hemos visto al hablar de ella. Su propia comunidad no se lo habría permitido, lo habrían expulsado de la Orden.

¿Entonces, quién es el auténtico San Macario?

9.- MACARIO, EL HOMBRE

Ya hemos visto que Macario era un adulto de treinta o cuarenta años cuando decide abandonar el mundo y refugiarse en el desierto.

Nadie, hemos adelantado, toma tal decisión alegremente sino tras meditarla concienzudamente.

Macario había vivido varias guerras civiles. ¿Pudo influir? No lo sabemos. De lo que no hay duda es que las guerras, todas pero más las civiles, convierten el país en un infierno. La Iglesia Católica dice que no lo es, que el Infierno se alcanza tras la muerte. Si tenemos en cuenta además, que el Infierno ha sido el caballo de batalla de la Iglesia desde siempre, dándonos algunas descripciones en algún momento de su historia que dan miedo, podemos conjeturar el pensamiento de Macario: si uno lo pasa mal ahora, ¿cómo va a querer pasarlo peor después, y encima toda la eternidad?

Fuera el motivo que fuera, lo cierto es que Macario no quería ir al Infierno.

Para evitar tentaciones lo mejor es huir de ellas. Tenemos que la Iglesia siempre ha enseñado que los enemigos del alma son el mundo, el demonio y la carne. Del mundo pudo huir, pero el demonio y la carne no eran tan fáciles. Para conseguirlo los anacoretas se sometían a una vida austera llena de penitencias, pero siempre según sus fuerzas.

Cabe deducir que Macario poseía una fortaleza física superior a sus compañeros y por ello podía someterse a más abusos que los demás, con lo cual se convirtió en admiración y ejemplo de sus colegas, hasta el punto que muchos intentaron seguirle y, al no tener su fortaleza física, solo perjudicaban su salud.

Un ejemplo claro de esto último lo tenemos en el episodio de la Cuaresma, el auténtico no el legendario, en el que los monjes, al ver a Macario, suplican al superior que no permita aquellos rigores que pudieran ser perjudiciales para la comunidad, pues los monjes querrían imitarlos y se consumirían de inanición.

Esta fortaleza física, que indudablemente tenía, lo condujo en ocasiones a sobrevalorarse y a pasarlas canutas. Su biógrafo más fiable, Paladio que convivió con él, nos informa que en una ocasión, movido por su ansia de contemplación se encerró en su celda decidido a permanecer en ella cinco días seguidos. Es de suponer, aunque no lo dice, que sin comer ni beber. Los dos primeros días se sintió inundado de dulzura celestial, pero al tercero se sintió acometido de tal turbación y guerra con el enemigo, que se vio obligado a abandonar y volver a su vida normal.

La interpretación que la piedad religiosa da de este episodio es una lección de Dios a la soberbia ascética: Dios se retira en ciertas ocasiones (es decir, abandona a sus fieles) para que los hombres experimenten su propia debilidad. Aunque se pueda interpretar así, lo que nos demuestra realmente es que su organismo llegó al límite, porque por mucha fortaleza que tenga el cuerpo humano llega un momento que orgánicamente se desploma si lo sobrepasas.

Estar cinco días sin comer ni beber, ocasiona todo tipo de trastornos. Por lo pronto sufriría hipoglucemia y deshidratación, que provocaría lipotimias, ansiedad, anormalidades visuales, convulsiones, hipernatremia, confusión. Y si no se detiene, fallo renal, daño cerebrovascular, coma y muerte. No olvidemos que, aunque estuviera en su celda, vivía en el desierto con lo que la deshidratación se incrementaría

Tras esto, que yo creo que sí es real, Macario aprendió muy bien hasta dónde podía llegar sometiendo su cuerpo a penitencias y hasta dónde no, porque tonto no era, con lo cual todo el cuento de avispas y sabandijas son eso, cuento.

Aún así seguía teniendo más fortaleza física que sus camaradas y siguió destacando en el tema.

También es probablemente cierto que nunca quisiera abandonar el anacoretismo y regresar al mundo. Un ejemplo actual lo tenemos en los monjes de clausura. Macario estaba muy convencido de que el mundo era la perdición del alma, al menos de la suya. Así que, cuando su superior Pacomio le dijo que sería bueno que abandonara el desierto, porque daría más servicio y gloria a Dios dirigiéndose a Roma a cuidar de los enfermos en los hospitales, él lo interpretó como una trampa del demonio para que volviera al mundo y perderle. Parece ser que pilló un choto, porque se arrojo al suelo de su celda pataleando y gritando: ¡Sacadme de aquí por la fuerza, si es que podéis, porque yo no me voy!

En fin, que según el Sermón de la Montaña, la luz de sus buenas obras brillaba por su ausencia.

Si no hacía nada. Es decir, si no hacía mal a nadie, pero tampoco ningún bien, ¿cómo se ganó la santidad?

10.- MACARIO, EL SANTO

10.1.- Macario, ídolo de multitudes

            No fue santificado por su huida al desierto ni por las penitencias a las que se sometía, porque muchos otros hicieron lo mismo y ni son santos ni nos acordamos de ellos; sus huesos desaparecieron en el polvo del desierto.

No.

Macario fue santo porque, al final, se vio obligado a regresar al mundo.

¿Cómo fue?

No era la suya la única comunidad de anacoretas en Egipto, existían bastantes diseminadas por los diversos desiertos y mantenían cierta comunicación entre ellas.

Macario en la suya se había convertido en modelo y ejemplo de sus compañeros, puesto que admiraban y querían imitar sus penitencias. Naturalmente se corrió la voz y fue conocido por todas las demás comunidades de ermitaños.

¿Quién, hoy en día, no desea conocer a una celebridad si tiene ocasión? El ejemplo más descarado es un grupo musical de moda, que viene por ejemplo a Zaragoza. ¿Cuántos jóvenes andorranos no se trasladan a la capital para escucharlos y disfrutar de sus canciones?

Pues algo semejante ocurrió con Macario. Convertido, por su actitud, en una celebridad entre los anacoretas muchos deseaban conocerlo personalmente para poder imitarlo mejor.

En definitiva, que como él no quería ir al mundo, el mundo le vino a él.

Podemos imaginar lo que eso supuso para San Macario. Seguro que se llevó las manos a la cabeza.

Los relatos de su biografía orientan a que emprendió una huida por los distintos monasterios, pero era ya demasiado conocido y allí donde se refugiaba terminaban reconociéndole y acudían como moscas los anacoretas que querían imitarle. En términos actuales es algo similar a la persecución de un famoso por sus fans. Algunos terminan hasta el pelo de sus admiradores y San Macario, por los textos, debía estar aborrecido, porque los fans lo que hacen es alagar la vanidad de su endiosado modelo, lo cual en San Macario solo representaría tormento; se le había abierto un frente más: que la humildad no fuera superada por la vanidad. Es muy posible que tuviera en cuenta los consejos de su superior Pacomio:

Te ruego insistentemente odiar la vanagloria. La vanagloria es el arma del diablo. De este modo fue engañada Eva. (El diablo) le dijo: Coman del fruto del árbol, se abrirán sus ojos y serán como dioses (Gn 3:5). Ella escuchó pensando que era verdad, buscó tener la gloria de la divinidad y le fue quitada incluso aquella gloria humana. Lo mismo tú, si sigues la vanagloria, ella te hará ajeno a la gloria divina[28]

 

10.2.- Macario, el sacerdote

Finalmente, convencido de que ya nunca más podría vivir en tranquilidad y desconocido, se rindió y se convirtió en presbítero[29]  de Alejandría, lo cual para él debió ser el equivalente de una patada en los riñones. Sobre todo si tenemos en cuenta que los Padres del desierto[30] eran laicos que deseaban santificarse observando perfectamente el Evangelio. A pesar de la estima que demostraban a los sacerdotes en general, eran muy reservados cuando se trataba del sacerdocio de los monjes. Las preocupaciones de los cargos pastorales, podían poner en peligro y hacer perder el sosiego de la celda y los beneficios de la soledad. Mucho más todavía se temía la vanidad que podía engendrar un estado que solía estar bien considerado. Por lo mismo no admitían entre ellos, para ejercer sus funciones, que el número de sacerdotes o diáconos indispensables para asegurar el servicio de la Misa y la administración de los sacramentos. Los clérigos que se hacían monjes tenían que renunciar a su estado y volver a las filas de los laicos. Como anota Paladio, en Nitria: había ocho sacerdotes para regir aquella iglesia. Mientras el primero está en vida, ninguno otro celebra la Misa, ni confiesa, sino que le asisten en silencio

Y así fue cómo, tras abandonar el mundo, regresó a una gran ciudad a ejercer como sacerdote.

Sin duda, en el mismo instante que puso el pie en Alejandría, tendría muy en cuenta las enseñanzas de su maestro Pacomio[31]:

Si quieres vivir en medio de los hombres, imita a Abraham, Lot, Moisés y Samuel. Si deseas vivir en el desierto, he aquí todos los profetas que te han precedido. Imita a aquellos que vagaron por el desierto, por los valles y las cavernas de la tierra (Hb ll:38.37), pobres, atribulados y afligidos.

Si habitas en el desierto, lucha con oraciones, ayunos y mortificaciones. Si vives en medio de los hombres: Sé prudente como las serpientes y sencillo como las palomas (Mt 10:16).

Sus sermones debían ser impactantes, sobre todo porque iban acompañados por la poderosa fuerza del ejemplo. Quiero decir que hay datos que indican que nuestro patrón era consecuente con sus palabras. Este punto es muy importante. ¿Cuántas veces se ha acusado a la Iglesia de decir una cosa y hacer otra? Muchísimas, acusándola de esta manera de hipócrita, lo mismo que Jesús llamaba a los fariseos. San Macario, por lo que sabemos, era consecuente: hacía lo que predicaba y ahí residía su fuerza en el instante en que se vio obligado a regresar al mundo.

Naturalmente su comportamiento acorde con sus palabras era en su relación con sus feligreses. Me refiero que no haría apología del ascetismo, porque para eso uno debe estar preparado mentalmente. No, su conducta correspondería más bien a lo que pueden ser las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, consolar al triste, perdonar las injurias… porque nadie va a misa a escuchar lo que para él son sandeces ascéticas, ya que nadie de la calle las va a seguir. Si lo hubiera hecho San Macario como pastor de almas habría fracasado. La historia sin embargo indica que tuvo éxito y eso se explica porque se guardó para sí el ascetismo, y dio a sus feligreses el comportamiento que Jesús indicaba que había que dar a los demás: hacer con ellos como quería que hicieran con él, la regla básica de convivencia.

Sin duda también trataría de adaptar su antigua vida a la nueva situación. Es probable, por tanto, que en el interior de su nueva vivienda se entregara al silencio, la lectura, la oración y a escribir.

10.2.1.- La liturgia de San Macario

Aunque era católico, no seguía la liturgia latina de Roma, porque, existía lucha por el poder eclesiástico entre Roma y Alejandría. San Macario se rigió estrictamente por el rito alejandrino.

Todavía en el siglo IV, existían tres sedes principales del cristianismo: Alejandría, Antioquía y Roma, con liturgias ligeramente distintas. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, aparece Antioquía como la primera ciudad en donde los cristianos recibieron dicho nombre. Esto, unido a la cercanía geográfica entre dicha ciudad y Jerusalén, de donde partió la predicación apostólica, hace muy probable que el rito antioqueño sea el más antiguo.

La tradición católica muestra a San Pedro llevando el Evangelio a Roma, mientras que su discípulo San Marcos lo habría llevado a Egipto, siendo el origen de los ritos latino y alejandrino, respectivamente.

De un modo esquemático podemos establecer la evolución de los ritos de la Iglesia cristiana:

  • Siglos I y II: Liturgia primitiva de la Iglesia de Jerusalén y Antioquía.
  • Siglo III: Liturgias de Antioquía, Alejandría, Roma, Neocesárea, Cesárea de Capadocia, Asia Menor
  • Siglo IV: Ritos Antioqueño-Jerosolimitano, Alejandrino, Romano, Bizantino y Armenio
  • Siglos V, VI, VII: Encontramos 4 Ritos Principales: Bizantino, Romano, Alejandrino, y Antioqueño o Siriano

Así pues, el rito alejandrino nace en Alejandría entre el siglo I y II. Actualmente comprende: el rito copto y el rito etíope.

Aunque en el siglo V el rito alejandrino absorbería la corriente monofisista[32], ésta todavía no existía en vida de San Macario, por lo que podemos considerarlo un católico puro

Ilustración 28 – Un sacerdote copto ortodoxo muestra una cruz usada en el rito alejandrino gue’ez en Etiopía

 

10.3.- La Persecución de San Macario

            Como digo su biografía orienta a que tuvo éxito como sacerdote, pero no llegó a obispo de Alejandría, como exponen algunas de sus biografías. Al menos, en el listado de obispos alejandrinos de su tiempo no aparece nuestro patrón:

  • Alejandro I (313-328)
  • Atanasio I (328-373)
  • Pisto (335-337)
  • Gregorio (339-346)
  • Jorge (357-361)
  • Lucio (365)
  • Pedro II (373-380)
  • Lucio (375-378, 2˚ vez)
  • Timoteo I (380-385)
  • Teófilo I (385-412)

No obstante sí quedó en el punto de mira de las guerras intestinas del cristianismo. Se había convertido, por ser consecuente, en un peligroso adversario para aquellos que atacaban el catolicismo.

Por este motivo durante el reinado del emperador Valente[33], cuando San Macario estaba próximo a los 60 años de edad fue desterrado a una isla en el Nilo cuyos habitantes eran todos paganos. Los que promovieron su persecución eran otros cristianos: los Arrianos, los cuales negaban la divinidad de Cristo.

Sospecho que San Macario acogió el destierro con alegría: por fin podría volver a llevar la vida sosegada y anónima que deseaba. Es muy posible que bendijera a sus perseguidores no por ser buen cristiano sino porque le hacían un favor.

10.3.1.- La Isla del Destierro

No hay datos sobre cuál fue la isla en la que fue desterrado. En el Nilo son diversas las habitadas. Sabemos, sin embargo, que tras la persecución llegó a ser Abad de la Tebaida, que era la región circundante a la capital del Antiguo Egipto, Tebas.

¿Fue en la Tebaida dónde fue desterrado?

En este territorio del país existían los primeros monasterios fundados por Pacomio, que había nacido allí y se había convertido al cristianismo en dicha región.

Por otro lado, San Macario, a pesar de lo que señalan algunas biografías no era tan partidario de viajar como nos quieren hacer creer. En realidad, todos sus desplazamientos habían sido hasta fecha a lo largo el desierto de Nitria[34] hasta que se vio obligado a huir de sus, digamos, admiradores. Cabe la posibilidad, pues, que tras llegar a la Tebaida debido a la persecución terminara quedándose en ella, en primer lugar, porque ya era muy anciano para las expectativas de vida de su época y en segundo, porque allí no era tan conocido como en Nitria y podría llevar mejor la vida anónima que deseaba.

Ilustración 29 – Islas de la Tebaida (Alto Egipto)

Es posible, por tanto, que fuera desterrado a alguna isla del río Nilo en la Tebaida. Más difícil es averiguar en cuál de ellas. Cinco eran las principales: Filé, Biga, Elefantina, el-Haisa y Sehel. Todas habitadas y todas con templos. En algunas de ellas los cristianos hicieron estragos en los templos egipcios con posterioridad.

A falta de más datos solo podemos decir que en alguna de estas islas u otra menor de la región fue donde estuvo desterrado San Macario.

Ilustración 30 – Localización de las Islas de la Tebaida

Es de suponer que la intención de San Macario fuera recogerse en algún rincón perdido de la isla y proseguir con su añorada vida de anacoreta sin más responsabilidades que su propio ascetismo. Y es natural que sus enemigos arrianos esperaran que los paganos de la isla le dieran al menos una panadera si se ponía tonto. Si esto es lo que realmente esperaban no lo sabemos, lo que sí es cierto es que los paganos admitieron a San Macario sin problemas; después de todo hacía ya muchos años que el cristianismo había sido legalizado y ambas religiones coexistían aunque no pacíficamente, porque mientras los paganos eran cada vez más tolerantes, los cristianos se volvían más intransigentes hacia todo lo que no fuera cristiano. Pero San Macario era indulgente. Con todo lo que se exigía así mismo, con todo lo intolerante que era respecto a su persona, no hay pruebas de que lo fuera hacia los demás. Él únicamente quería estar solo, que lo dejaran en paz en sus meditaciones: era ermitaño, no hacía apostolado, que cada cual se les apañara con su conciencia.

Nos han llegado ejemplos de esta forma de pensar en su biografía. Así Paladio nos narra que un sacerdote acudió a la celda de San Macario, con la cabeza atormentada por una llaga cancerosa. Pero nuestro patrón se negó a recibirlo, porque consideró que la llaga era por un pecado de la carne del otro y que por tanto, no era asunto suyo. Únicamente se compadeció y atendió al enfermo ante la insistencia de Paladio.

San Macario, por tanto, tenía la intención probablemente de aprovechar el destierro para volver a su antigua vida sin meterse con nadie.

Pero su forma de vida era imposible que pasara desapercibida. Igual que llamó la atención a los anacoretas llamó la de los paganos. Lo más seguro es que empezaran a interesarse por su salud temiendo que, por sus privaciones y su edad, cayera enfermo y seguro que empezaron a charlar.

Ya hemos visto que una de las cualidades de San Macario es que era consecuente con las palabras y no hay nada que induzca más respeto hacia una persona que su consecuencia, porque demuestra que se puede confiar en él, que es honesto. En una comunidad pequeña, como debió ser la de la isla, aquello debió impresionar lo suyo, con lo que algunos empezaron a interesarse por el cristianismo.

Los paganos de la isla, acostumbrados como estarían a las maldiciones y amenazas de los cristianos, a ser perseguidos, torturados y asesinados, porque los fanáticos cristianos los consideraban seguidores del diablo, se encontraban ahora ante un anciano bondadoso, que iba a la suya, que no les importunaba con apostolados ni supuestas bondades cristianas.

Qué duda cabe, que en las conversaciones que tendrían saldrían a relucir las enseñanzas del Evangelio, las cuales eran apoyadas por los actos de San Macario, por aquello de por sus frutos los conoceréis.

A medida que pasaba el tiempo había más y más cristianos en la isla, y encima católicos, porque los adoctrinaba uno que lo era.

La leyenda posterior viene a decir que se hicieron todos cristianos tan pronto desembarcó en la isla, así, zas, ¡milagro! Es como si a uno que lleva 20 años sin fumar le sueltan que tiene suerte. ¡Suerte, de qué! Quien ha dejado de fumar sabe muy bien lo que le ha costado. ¿Dónde está la suerte? ¡Su abstinencia se la ha ganado a pulso día a día!

San Macario convirtió a la isla, pero de milagros nada. Lo consiguió trabajándoselo. No querría, pero lo hizo. Así que no le quitemos méritos diciendo, como hace la leyenda, que fue un milagro mientras él se rascaba la nariz.

El desenlace de todo esto es que tan pronto se enteraron sus enemigos de lo que estaba ocurriendo lo sacaron a toda prisa y lo enviaron aún más lejos, al desierto, que no se relacionara con nadie, lo cual, por lo que sabemos por sus gustos, le vino como el culo para cagar como vulgarmente se dice. Pocas veces coincide el castigo con las preferencias del castigado, pero eso es lo que ocurrió con San Macario, porque si una persona quiere vivir aislado del mundo, el que lo destierren al desierto, ¿qué castigo es?

Ahora bien, la finalidad de la persecución a San Macario, si la analizamos, no era castigarlo, era quitárselo de delante, porque con sus prédicas consecuentes con sus actos conseguía muchos conversos católicos. Este fue el motivo por el que lo enviaron al desierto. Y San Macario, desde que tomó la decisión de hacerse anacoreta, en su ya lejana juventud, nunca le había agradado vivir entre el gentío. Cuando lo hizo fue obligado por las circunstancias nunca por gusto. Por tanto, su nuevo destierro en el desierto le vino como anillo al dedo.

10.3.1.-  Comentario sobre la persecución de San Macario

Cabe deducir por ello que, aunque sufrió persecución, San Macario nunca fue mártir. No lo pasó mal por culpa de ella.

¿Y quién sabe? Quizá incluso fuera beneficioso para su evolución espiritual.

Veamos un ejemplo para explicarme: Cualquier trabajador, en su oficio, se va convirtiendo en un mejor oficial a medida que resuelve las dificultades que se encuentra. Nadie prospera en su profesión si todo lo tiene fácil y no le obliga a pensar para resolver la faena si la tiene complicada.

En la evolución espiritual es algo parecido: los amigos no te enseñan a tener paciencia; te la enseñan los enemigos, porque son quienes te obligan a aplicarla para no liarte a hostias con ellos.

El Dalai Lama lo explica muy bien[35]:

            Sin enemigos no podrías dedicarte plenamente a la práctica de la paciencia y la tolerancia. Necesitamos enemigos y deberíamos estarles agradecidos. Visto desde la práctica del altruismo, el enemigo pasa a ser tu gurú; únicamente un enemigo puede enseñarte la tolerancia. Un enemigo es el mejor maestro del altruismo, y por esa razón deberíamos respetarlo en lugar de odiarlo.

Evolucionando su análisis, el Dalai Lama concluye:

             …Así pues, el enemigo es absolutamente necesario. Sin paciencia no podrías desarrollar un amor y una compasión verdaderos, porque serías propenso a la irritación.

         La compasión y el amor verdaderos se extienden incluso a aquellos cuya motivación es perjudicarte.

Conceptos iguales, aunque con otras palabras, a las enseñanzas de Jesús.

Resumiendo: desde el punto de  vista de la evolución espiritual, la presencia de enemigos es necesaria, aunque peligrosa. Necesaria, porque ayuda a superarse uno mismo, ya que es en los momentos difíciles cuando una persona aprende a desarrollar su fuerza interior, la determinación y el coraje para hacer frente a los problemas.

Peligrosa, porque, si se deja dominar por el odio y la ira, retrocede en su evolución.

Haciendo una comparación deportiva, podría decirse que es similar al de un deporte de riesgo: si sale bien, uno obtiene el premio de la satisfacción; si sale mal, a lo peor termina en el cementerio.

¿Siguió San Macario una línea de pensamiento similar? Es difícil de saberlo. Lo que sí es cierto es que, cuando más evolucionadas espiritualmente están las personas más tienden a converger, aunque tuvieran puntos de partidas distintos. El punto de inicio de San Macario fue no querer ir al Infierno, no sufrir la condenación eterna. Es decir, el miedo porque la Iglesia siempre se ha caracterizado en describir con todo lujo de detalles los castigos del Infierno y apenas los premios del Paraíso. Un sistema de enseñanza que todavía practicaba hasta hace unos cincuenta años.

El punto de partida de San Macario fue el mismo que nos enseñaba la Iglesia en nuestra infancia: amor a los demás para evitar el castigo eterno y no amor por generosidad, que era el verdadero mensaje de Cristo:

 Sabéis que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué méritos tendréis? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿Qué hacéis de especial? ¿No hacen eso también los paganos? Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. (Mateo 5: 43 – 48). La cursiva es mía.

Tampoco hay que olvidar que San Macario siguió las Reglas y el Catecismo de San Pacomio a raja tabla desde el mismo instante en que entró en el monacato y que se rigió y cumplió con dichas Ordenanzas toda su vida. Esto es señal de que creía en ellas y que la salvación de su alma pendía de su estricta observancia. Hasta entonces se había enfrentado contra el orgullo, la concupiscencia, la vanidad… Ahora se hallaba en una persecución. Su respuesta fue adaptarse a ella igual que se había adaptado a su sacerdocio en Alejandría: aplicar lo aprendido en el monacato a la nueva situación[36]:

Vigila con toda solicitud tu cuerpo y tu corazón. Busca la paz y la pureza (Hb 12:14), que están unidas entre sí, y verás a Dios. No tengas disputas con nadie, porque quien está en alguna pelea con su hermano, es enemigo de Dios y quien está en paz con su hermano, está en paz con Dios. ¿No has aprendido ahora que nada es más grande que la paz que conduce al amor mutuo? Incluso si estás libre de todo pecado, pero eres enemigo de tu hermano, te haces extraño a Dios… …Así, quien odia a su hermano camina en las tinieblas y no conoce a Dios. El odio y la enemistad, en efecto, han cegado sus ojos y no ve la imagen de Dios.

El Señor nos ha mandado amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y hacer el bien a los que nos persiguen. En qué peligro nos encontramos entonces, si nos odiamos unos a otros, (si odiamos) a nuestros miembros-hermanos unidos a nosotros, los hijos de Dios, renuevas de la verdadera vid, ovejas del rebaño espiritual reunidas por el verdadero pastor, el Unigénito de Dios, que se ofreció en sacrificio por nosotros! Por esta obra grandiosa el Verbo viviente ha padecido esos sufrimientos. ¿Y tú, oh hombre, la odias por envidia y vanagloria, por avaricia o por arrogancia? Así, el enemigo te ha descarriado para hacerte extraño a Dios. ¿Qué defensa presentarás delante de Cristo? Él te dirá: “Odiando a tu hermano me odias a mí.” Irás, pues, al castigo eterno, porque has alimentado la enemistad hacia tu hermano; en cambio, tu hermano entrará en la vida eterna, porque se ha humillado delante de ti por causa de Jesús.

Busquemos entonces los remedios para este mal antes de morir. Queridísimos, dirijámonos al evangelio de la verdadera ley de Dios, el Cristo, y le oiremos decir: No condenen para no ser condenados, perdonen y serán perdonados (Lc 6:37). Si no perdonas, tampoco serás perdonado. Si estás en peleas con tu hermano, prepárate para el castigo por tus culpas, tus transgresiones, tus fornicaciones realizadas ocultamente, tus mentiras, tus palabras obscenas, tus malos pensamientos, tu avaricia, tus malas acciones de las que rendirás cuenta al tribunal de Cristo, cuando todas las criaturas de Dios te contemplarán y todos los ángeles del entero ejército angélico estarán presentes con sus espadas desenvainadas, obligándote a justificarte y a confesar tus pecados; y tus vestidos estarán todos manchados y tu boca permanecerá cerrada; estarás aterrado sin tener nada que decir! Desventurado, ¿de cuántas cosas deberás rendir cuentas? Impurezas innumerables, que son como un cáncer para tu alma, deseos de los ojos, malos pensamientos que entristecen al Espíritu y afligen el alma, palabras inconvenientes, lengua fanfarrona que mancha todo el cuerpo, bromas, malas diversiones, maledicencias, celos, odios, burlas, ofensas contra la imagen de Dios, condenas, deseos del vientre que te han excluido de los bienes del paraíso, pasiones, blasfemias que es vergonzoso mencionar, malos pensamientos contra la imagen de Dios, cólera, disputas, obscenidades, arrogancia de los ojos, deseos perversos, falta de respeto, vanidades. Sobre todo esto serás interrogado, porque has pleiteado con tu hermano y no has resuelto el pleito, como hubieras debido, en el amor de Dios. ¿Nunca has oído decir que la caridad cubre una multitud de pecados (1 P 4:8)? Y Su Padre que esta en los cielos hará con ustedes lo mismo si no se perdonan mutuamente en sus corazones (Mt 18:35). Su Padre que está en los cielos no les perdonará sus pecados.

San Macario creía en todas estas cosas, lo creía sinceramente, y por eso era consecuente con sus palabras. Vemos, que desde otro punto de vista y otras motivaciones (el castigo eterno), apuntan en la dirección que señala el Dalai Lama. Pero aunque el punto de partida sea distinto, el de destino es el mismo, y por tanto la evolución espiritual acaba convergiendo.

¿Había llegado San Macario, en su ancianidad, a conceptos similares a los vistos en el Dalai Lama? Es decir, su amor, bondad y conducta, ¿eran ya por altruismo y generosidad y no por miedo al castigo?

Cabe deducir que sí, porque una persona sola, en medio de paganos, en un ambiente tenso como en el que vivió, la conversión, a través del miedo es un fracaso; lo más probable es que hubiera sido agredido, como quizá esperaban sus adversarios arrianos.

En una situación así, solo es eficaz la bondad altruista y es ésta y el amor generoso lo que comienza a impactar en quienes conviven con personas buenas.

10.4.- La ancianidad de San Macario

Cuando tenía 68 años Valente murió y todo volvió a la normalidad. Los datos que he podido recopilar no orientan hacia ninguna actividad de nuestro patrón por aquel tiempo. En aquella época la esperanza de vida era muy corta. Sin ir más lejos, en Andorra a finales del siglo XIX, la media de edad de mortalidad en adultos rondaba los 56 años, no digamos pues en el siglo IV. Por tanto, a los 68 años de entonces, San Macario era ya muy anciano, la actividad que pudiera realizar sería muy poca, excepto el ascetismo al que se sometía.

Se ha de destacar nuevamente la fortaleza de su cuerpo, pues sometido voluntariamente a toda clase de penurias y castigos, aún sobrevivió 30 años más. Todos los datos biográficos indican que estaba próximo a la centena cuando murió, no sin antes ser Abad de la Tebaida, región que se conocía por este nombre al ser cercana a la antigua capital Tebas en el Alto Egipto.

Igual que el nacimiento tampoco se sabe con exactitud el año, pero parece ser que fue entre el 405 y el 408.

Ilustración 31 – Entrada al Monasterio de San Macario

Un monasterio conocido con el nombre de San Macario subsiste todavía en el desierto de Nitria.

Su culto debió aparecer en Oriente a los pocos años de su muerte. En cuanto a la fecha de su canonización la ignoro, pero parece que su culto fue confirmado por Benedicto XIV, que fue Papa entre 1740 y 1758. Es decir, 100 años después de que Andorra lo eligiera como patrón (fue en 1642).

Como anécdota cabe destacar que San Macario aparece en la “Divina Comedia”, de Dante Alighieri, concretamente en el Paraíso, canto XXII, aunque no se puede saber a cuál de los dos Macarios (el nuestro o el viejo) se refiere Dante, ambos eran eremitas, siendo habitualmente confundidos el uno con el otro. En la versión de la obra de Dante que poseo, la nota de pie de página dice que es San Macario de Alejandría (nuestro patrón), pero añade que es el fundador del monaquismo en Oriente, dato que no he hallado en ningún otro sitio, ni he podido confirmarlo.

San Macario está considerado en algunos países como patrón de confiteros, cocineros y pasteleros.

Iconográficamente es bastante rico y pintoresco. Suele representarse como:

  • moscas
  • ermitaño picoteado por las moscas en el desierto
  • ermitaño con lámpara
  • ermitaño con linterna
  • ermitaño apoyándose en una muleta en forma de tau, mientras conversa con una calavera.
  • ermitaño con un saco al hombro
  • aquí, en Andorra, con un libro, quizá haciendo referencia a la regla que escribió.

[1]  Vicente Blasco Ibáñez. “La vuelta al mundo de un novelista”. Libro tercero. Plaza&Janés S.A. 1976.

[2]  Ecuménico significa “mundial”

[3]  Vicente Blasco Ibáñez. “La vuelta al mundo de un novelista”. Libro tercero. Plaza&Janés S.A. 1976.

[4]  Posteriormente sería Roma contra Constantinopla.

[5]  Se entiende aquí “soledad” como “apartado del mundo” no que viviese en solitario.

[6]  El desierto occidental de Egipto se divide en distintas secciones según la coloración del suelo, así tenemos los llamados Desierto Blanco, Negro y Rojo.

[7] Unos 160 km, aunque con las obras actuales de las carreteras la distancia ha disminuido. No obstante acortaban por caminos forestales.

[8]  Juan César Montañés y Montañés. “Un siglo de historia en la Villa de Andorra”. Patronato de Cultura y Turismo de Andorra. 2009.

[9]  La base espiritual de la regla de San Pacomio y la medida para todo es la Sagrada Escritura. Sus dos características supremas son la funcionalidad de todas sus instrucciones para promover la vida cenobítica y la moderación que ella mantiene en todo. La virtud fundamental es la obediencia como función creadora y conservadora de la comunidad. La regla de San Pacomio es en cierta manera una renovación de las antiguas costumbres de los monjes. Pacomio dicta normas para todo, desde la vida cotidiana dentro del monasterio hasta el castigo para los monjes desobedientes. La regla debía evitar todo tipo de exageraciones dentro de su comunidad, pero aunque mantuviera una cierta austeridad, dejaba un margen de libertad a los monjes, por ejemplo en el caso de las comidas, a los más ancianos se les permitía ayunar en forma más frecuente. Así la regla va cumpliendo dentro del monasterio una función ordenadora, reguladora y legisladora, para así poder lograr el objetivo de Pacomio, ser una verdadera comunidad de hermanos.

[10]  Una prueba más de que no vivían en soledad, como muchas veces se ha dado a entender.

[11] Este punto nos indica el motivo por el cual San Macario era un modelo a imitar por el resto de anacoretas de su comunidad.

[12]  Ignoro si aún estará vigente en el Catecismo actual, pero en el anterior, el que estaba vigente cuando yo era niño, decía que los enemigos del alma son tres: el mundo, el demonio y la carne, que coinciden exactamente con el ideario de San Macario y los anacoretas.

[13]  San Agustín. “Confesiones”.

[14]  Catecismo de San Pacomio.

[15]  Sosa cristal o sosa de lavar. No confundir con la sosa cáustica.

[16]  San Atanasio, “Vida de S. Antonio, padre de monjes”, traducción de A. Ballano, Ed. Monte Casino, 1975

[17] “Historia monachorum in Aegypto”,  traducción latina de Rufino de Aquileya (410 d.C.). (Tomado de internet: http://www.chartreux.org/es/Abba_Bruno.htm.)

[18]  Alguna biografía indica que comenzó en la Tebaida y que se trasladó al Bajo Egipto en su ancianidad. Pero los datos que aporta son contradictorios y por tanto poco fiables. La misma versión apunta a que convivió en la Tebaida con San Antonio Abad, pero otras textos señalan que quien convivió con San Antonio fue San Macario el viejo o de Egipto. Es decir, el otro, no el nuestro, lo cual tiene más visos de realidad. No obstante, es posible que nuestro patrón sí llegara a conocer personalmente a San Antonio Abad, ya que éste realizó una visita a los monasterios de Nitria hacia las fechas en que San Macario se hizo monje.

[19] Más población que Andorra antes de la llegada de La Calvo Sotelo en 1946.

[20] P. Du Ban. Misionero de la Compañía de Jesús. “Cartas edificantes y curiosas escritas de las misiones de Levante por algunos misioneros de la Compañía de Jesús”.1753

[21]  Senten. Padres, colección alfabética. Antonio 34 P.G. 65, 85d-88a. (Tomado de internet: http://www.chartreux.org/es/Abba_Bruno.htm)

[22]  Evagrio Póntico. “Tratado Práctico”. Cuadernos Monásticos. Buenos Aires, 1976.

[23]  Una onza corresponde a 287 decigramos. Cinco onzas son 143,5 gramos. En términos actuales nos indica que pasaba con algo más de media barra pan de a cuarto al día como todo alimento.

[24]  Personaje que en Huesca antiguamente arreglaba los matrimonios.

[25] En aragonés: quejarse, gimotear

[26] En aragonés: feroces

[27] En aragonés: tozudo

[28]  Catecismo de San Pacomio

[29]  Clérigo ordenado de misa, o sacerdote,

[30]  A los primitivos monjes anacoretas se les llegó a llamar “padres”

[31]  Catecismo de San Pacomio

[32] Mientras el dogma ortodoxo de la Iglesia Católica sostiene —según el símbolo Niceno-Constantinopolitano— que en Cristo existen dos naturalezas, la divina y la humana sin separación y sin confusión, el monofisismo mantiene por el contrario que en Cristo existen las dos naturalezas sin separación pero confundidas, de forma que la naturaleza humana se pierde, absorbida, en la divina

[33]  Flavio Valente fue emperador romano de Oriente desde 364 a 378. Fue arriano y practicó la intolerancia en su política religiosa.

[34]  Recordemos que Escitia y Nitria eran el mismo desierto y Las Celdas una sección de éste.

[35]  Dalai Lama, “Los siete pasos hacia el amor”. Círculo de Lectores. 2008.

[36]  Catecismo de San Pacomio.

2 thoughts on “SAN MACARIO – Patrón de la Villa de Andorra”

  1. MUCHAS GRACIAS JOSE ANTONIO… Aunque no eres ni hereje. ni mala persona lo que eres es un buen historiados y buena gente.
    Fina Legua

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