25
septiembre
SAN MACARIO - Patrón de la Villa de Andorra

EL MUNDO CUANDO VIVIO SAN MACARIO (4)

 

2.- SITUACIÓN RELIGIOSA (3)

2.10.- Las consecuencias del Concilio Ecuménico de Nicea

 

Muchas y muy importantes.

¿Cómo es posible que aquellos héroes de la fe que aún poseían en su cuerpo las marcas del martirio obedeciesen al poder temporal congregándose en un concilio convocado por un emperador pagano.

Constantino colmó de privilegios a los cristianos y elevó a muchos obispos a puestos importantes, confiándoles, en ocasiones, tareas más propias de funcionarios civiles que de pastores de la Iglesia de Cristo. A cambio, él no cesó de entrometerse en las cuestiones de la Iglesia, diciendo de sí mismo que era el obispo de los de afuera de la Iglesia. Las nefastas consecuencias de este contubernio no fueron previstas entonces.

2.10.1.- Las influencias paganas en la Iglesia

 

Debido, sin duda, al agradecimiento que querían expresar al emperador que acabó con las persecuciones, los cristianos permitieron que éste se inmiscuyera en demasía en el terreno puramente eclesiástico y espiritual de la Cristiandad. Las influencias fueron recíprocas: comenzaron a aparecer prelados mundanos que en el ejercicio del favor estatal que disfrutaban no estaban, sin embargo, inmunizados a las tentaciones corruptoras del poder y daban así un espectáculo poco edificante.

Como reacción a esta secularización de los principales oficiales de la Iglesia, surgieron el ASCETISMO y el MONACATO que trataban de ser una vuelta a la pureza de vida primitiva, siendo uno de los primeros impulsores San Antonio Abad.

La espiritualidad del monaquismo está basada en el contemptus saeculi. Las primeras noticias que tenemos de esta forma de vida nos las proporcionan San Atanasio y San Jerónimo en sus escritos sobre los monjes de los desiertos de Egipto. El monacato cristiano nació en la segunda mitad del siglo III en Egipto como anacoretismo. Llevadas por el deseo de observar de modo radical el evangelio, algunas personas se desprendían de todos sus bienes e incluso abandonaban la comunidad social a fin de vivir en adelante sólo para Cristo. En pocos decenios, regiones del alto Egipto muy alejadas de los grandes asentamientos humanos (llamadas más tarde la Tebaida por referencia a su centro geográfico, Tebas) y la zona del desierto de Nitria al sudeste de Alejandría, se vieron pobladas por numerosos hombres que construían chozas o alojaban en cuevas.

Por otro lado, Constantino no fue cristiano, pero sus hijos sí, esto hizo que, tras su muerte, la religión del emperador se convirtiera un poco en la religión de moda aún sin llegar a ser todavía la oficial del Estado. Y ello animaba que parte del pueblo se hiciera cristiano. Algo parecido a lo que ocurre con las corrientes de moda actuales. Lógicamente la moda crea fachada pero no profundidad. Uno puede ir vestido de skin head porque le gusta la indumentaria, pero no compartir sus ideas.

Sin embargo, esto ocasionó que la mentalidad romana fuera penetrando cada vez más en el carácter de la cristiandad y se exigió la más completa uniformidad en las cuestiones más secundarias, como la fijación de la fecha de la Pascua y otras trivialidades parecidas que ya habían agitado vanamente los espíritus a finales del siglo III. Estas tendencias a la uniformidad fueron consideradas por los emperadores como un medio sumamente útil del que servirse para lograr la más completa unificación del Imperio.

Ahora bien, igual que en el ejemplo del skin, los paganos que se incorporaban al cristianismo porque era la religión de moda, no lo sentían en su interior. Tal popularidad, divorciada en muchos casos de motivos espirituales fue nefasta para algunos autores, porque la masa del Imperio romanoescribe Schafffue bautizada solamente con agua, no con el Espíritu y el fuego del Evangelio, y trajo así las costumbres y las prácticas paganas al santuario cristiano bajo nombres diferentes.

No es el único en opinar de esta forma. J. H. Newman (un cardenal Católico Romano) dice[1]: Sabemos por Eusebio que Constantino, para atraer a los paganos a la nueva religión, traspuso a ésta los ornamentos externos a los cuales estaban acostumbrados… El uso de templos dedicados a santos particulares, ornamentados en ocasiones con ramas de árboles; incienso, lámparas y velas; ofrendas votivas para recobrar la salud; agua bendita; fiestas y estaciones, procesiones, bendiciones a los campos; vestidos sacerdotales, la tonsura, el anillo de bodas, las imágenes en fecha más tardía, quizá el canto eclesiástico, el Kyrie Eleison, todo esto tiene un origen pagano y fue santificado mediante su adaptación en la Iglesia.

Esta situación preparó el camino a la promulgación del Cristianismo Católico como religión oficial del Imperio romano en tiempos de Teodosio, pero aún habría de transcurrir medio siglo de luchas intestinas cristianas, porque los primeros edictos de Constantino y Licinio, proclamando la libertad de todos los cultos, no significaron el fin de la intolerancia religiosa sino que se convirtieron en las simples etapas iniciales de otra intolerancia que estaba en puertas. La plena libertad de conciencia que legalizaron los decretos de 313 y 314 era algo demasiado adelantado a los tiempos y pronto fue echada en olvido. Sirvió tan sólo para que, de alguna manera, Constantino lograra la introducción de la nueva fe en la legalidad del Imperio. Tal demuestran las pugnas entre católicos y arrianos, que se persiguieron mutuamente dependiendo de que el gobernante de turno fuera de una u otra secta; la persecución del gnosticismo y otras herejías, y en definitiva, a la larga, todas las persecuciones que organizaría la Inquisición y la cruzada contra los cátaros.

Comparado superficialmente con el cristianismo, el paganismo parece tolerante. En el paganismo todo el mundo tenía sus propios dioses (y valores), y en teoría todo el mundo estaba dispuesto a dejar que los demás creyeran, adorasen y actuasen como quisieran. La gente toleraba a los dioses de sus vecinos y todas las personas se llevaban bien.

En la realidad las cosas no funcionaban tan amigablemente. Los diferentes dioses representaban diferentes valores morales y culturales. Inevitablemente, los dioses (y los valores) de los grupos paganos chocaban. En el paganismo los grupos más fuertes a la larga abrumaban a los más débiles y les imponían sus dioses sin preocuparse para nada por la justicia. Si observamos las partes del mundo que todavía están controladas por las religiones y los valores culturales paganos, tendremos una perspectiva más realista de la tolerancia pagana. Las culturas paganas se caracterizan por el tribalismo, la brujería, la superstición y el temor. De hecho, esa era la condición de la Europa pagana durante la República de Roma. Un ejemplo de lo dicho lo tenemos que durante siglos las religiones mistéricas fueron perseguidas en Roma. Dejaron de perseguirse a partir del reinado de Augusto; fue a partir del siglo I, con su reinado, que coincidió con el nacimiento de Jesús, cuando el paganismo comenzó a ser tolerante y respetuoso con las demás creencias.

 Podemos comprobar, por tanto, que la intolerancia cristiana hacia el paganismo estaba muy influenciada y siguió estándolo en lo sucesivo por la parte más intolerante de éste. Si bien es cierto, que en aquella precisa época, entre el siglo I y el IV, el paganismo era bastante más tolerante que el cristianismo.

Es debido a esa forma de pensar por la que la fe cristiana fue explotada por reyes, cruzados e inquisidores. Con una regularidad deprimente, los Papas, mundanos y astutos, condujeron cínicamente a sus ejércitos cristianos contra otros enemigos cristianos (así como también paganos y musulmanes). A medida que pasaban los siglos, los conquistadores cristianos convirtieron implacablemente la religión cristiana en un arma cultural que combinaban con la fuerza militar. Gran parte de la cristianización de Occidente y América se logró a filo de la espada, y las motivaciones de los jefes militares eran, en el mejor de los casos, mixtas.

Por toda esta razón tampoco han faltado autores actuales que ataquen, o quieran dejar en evidencia a la Iglesia, como Pepe Rodríguez en su célebre “Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica”.

Pero esto es ser injustos con la Iglesia.

 

2.10.1.1.- Comentarios sobre la influencia pagana en la Iglesia

 

San Pablo dice que un niño necesita respuestas de niño y  cuando es adulto, de adulto. Cada ser humano se acerca a Dios según su propia capacidad de comprensión[2], y lo que le vale a uno no le sirve a otro. Acusar a la Iglesia de negligente por haber aceptado las tesis de Constantino es acusar a la ligera, porque si bien se han cometido muchos excesos en nombre de Dios, los han cometido todas las religiones, no solo la Católica.

¿Falsea esto el mensaje de Cristo?

Esa es la pregunta esencial a responder.

La Iglesia ha utilizado a la Virgen y los santos como intermediarios para poder hablar con Dios, como si Él les fuera hacer más caso a ellos que a nosotros. Tema que se trató extensamente en el Concilio de Trento[3]:

Concilio de Trento (referente a reliquias y santos): ‹‹Manda el santo Concilio a todos los Obispos, y demás personas que tienen el cargo y obligación de enseñar, que instruyan con exactitud a los fieles ante todas cosas, sobre la intercesión e invocación de los santos, honor de las reliquias, y uso legítimo de las imágenes, según la costumbre de la Iglesia Católica y Apostólica, recibida desde los tiempos primitivos de la religión cristiana, y según el consentimiento de los santos Padres, y los decretos de los sagrados concilios; enseñándoles que los santos que reinan juntamente con Cristo, ruegan a Dios por los hombres; que es bueno y útil invocarlos humildemente, y recurrir a sus oraciones, intercesión, y auxilio para alcanzar de Dios los beneficios por Jesucristo su hijo, nuestro Señor, que es sólo nuestro redentor y salvador; y que piensan impíamente los que niegan que se deben invocar los santos que gozan en el cielo de eterna felicidad; o los que afirman que los santos no ruegan por los hombres; o que es idolatría invocarlos, para que rueguen por nosotros, aun por cada uno en particular; o que repugna a la palabra de Dios, y se opone al honor de Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres; o que es necedad suplicar verbal o mentalmente a los que reinan en el cielo››.

Yo soy hijo único, nunca he necesitado un mediador para hablar con mis padres. ¿Voy a necesitarlo con Dios? ¿No dijo Jesús que era nuestro Padre? ¿No rezamos Padre nuestro? No, si Dios es Padre, es un Padre perfecto, cuya característica principal es el amor hacia sus criaturas. Si no necesito un intermediario con mis padres, con todas sus imperfecciones, menos lo necesito con Él.

Por otra parte, la Cábala enseña que todo texto sagrado tiene tres niveles de lectura:

  1. la propia historia que se narra
  2. la idea o moraleja que se desprende de dicha historia
  3. la enseñanza que se desprende de dicha historia (como si la misma fuese una parábola) y que dependerá de la evolución espiritual de quien la lea.

Veamos un ejemplo de este tipo de lectura: Evangelio de San Juan, episodio de los mercaderes del templo:

  1. Cristo expulsa violentamente a los mercaderes del Templo y acusa a los sacerdotes de convertir el Templo de Dios en cueva de ladrones.
  2. Es un ataque al mercantilismo que se emplea en los recintos sagrados por parte del clero. Situación que ocurre todavía hoy en las iglesias, aunque espero que sin el abuso de aquel tiempo.
  3. San Pablo en su epístola a los Corintios nos dice que nuestro cuerpo es el Templo de Dios y que el Espíritu de Éste habita en nosotros, y Jesús en uno de los debates con los sacerdotes identifica su cuerpo con el Templo de Jerusalén, en el cual se suponía que estaba Dios. A nivel parabólico somos nosotros quienes convertimos a nosotros mismos en cueva de ladrones con nuestro comportamiento, cuando somos realmente el Templo de Dios. Si queremos que Dios acuda a dicho templo (es decir, a nuestro interior, a nosotros) hemos de cambiar, un cambio que deberá ser violento, porque no cambiamos de forma de pensar y comportarnos de la noche a la mañana tan alegremente; cuesta y mucho. Un concepto que San Macario tenía muy claro, como se verá.

Entonces, si nosotros somos templo de Dios, si Dios habita en nuestro interior, ¿para qué necesitamos de terceros?

Pero muchos otros, que tienen hermanos, sí han utilizado al hermano mayor como mediador. O temiendo a uno de los padres, han hablado primero con el otro para que interceda. Lo cual demuestra una falta de confianza del hijo hacia sus padres.

¿Nos ocurre lo mismo con Dios?

¿No confiamos en Él y por eso necesitamos de intermediarios?

Si analizamos las tesis del dios solar / Jesús llegamos a la conclusión de que no le tenemos nada de confianza: He aquí un dios que necesita salvarnos de él mismo. Se ofrece a sí mismo en sacrificio, como un cordero, para de esta forma, poder perdonarnos los pecados. Absurdo. ¿Qué clase de dios es ese que necesita protegernos de él mismo? No importa que sea tres personas distintas, es un único dios verdadero, según el catecismo.

Redimirnos de él mismo.

Descabellado.

No.

Es cuestión de fe.

Cada cual tiene la suya.

Ninguna es mejor que otra.

La grandeza del Dios interno, que nos dice Jesús, San Pablo, que hallamos también en los Evangelios gnósticos e incluso en creencias tan lejanas como el hinduismo, es que cada ser humano se acerca a Él según su capacidad, según su comprensión y según su nivel espiritual. Mi forma de entender a Dios, a Jesús y las enseñanzas que éste nos dejó me sirve a mí y para mí es válido. Pero no le vale a ningún otro. Mas aquel que cree a pie juntillas lo que dice la Iglesia, y cree en los santos y en la devoción a la Virgen, también es válido, también es correcto.

¿Acaso yo dejo de ser yo me vista con traje o con bermudas?

¿No soy el mismo?

Aquellos que únicamente se fijen en mis trazas de mudar quizá me traten diferente según las ropas que lleve. Pero los que realmente se fijen en mí y no en mi vestimenta me tratarán igual, porque si soy un engreído con pajarita, también lo seré en camiseta.

Y la fe, nuestra forma de entender a Dios es simplemente la vestidura, el ropaje con que nosotros lo disfrazamos. Pero Dios no deja ser quien es  por muchos perifollos que le pongamos.

Sobre la naturaleza de Dios

 

Dios es incognoscible, no se puede conocer. Nadie, excepto Él mismo puede comprender su propia naturaleza y su propio ser.

No obstante, se puede afirmar ciertas cosas sobre Él:

  1. Dios debe ser todo lo que realmente es. Nada puede existir fuera Suyo; si tal ocurriese significaría que algo se le escapa de las manos y por tanto, dios no sería Dios.
  2. Por lo dicho en el anterior apartado, Dios debe ser infinito, porque nada puede existir que defina, limite o ponga restricciones a Dios. Es infinito en Tiempo (Eterno), porque si alguna vez no hubiera existido, entonces no podría ser, y algo no puede convertirse en nada. Es infinito en Espacio, porque nada existe ni hay ningún lugar más allá de Dios. Es infinito en Poder (u Absoluto), porque nada puede limitarlo, restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a ningún poder, porque no hay otro poder que el Suyo.
  3. Dios debe ser inmutable, es decir, no está sujeto a ningún cambio en su naturaleza real, porque nada existe que pueda obligarlo a cambiar.

Deducimos con esto que Dios no se puede definir, porque si pudiese ser expresado en palabras, es imposible que fuera el Dios Verdadero.

Pero el ser humano tiene necesidad de respuestas, y de la misma manera que a los niños pequeños se les da explicaciones simples que puedan entender, así también se nos ha explicado a Dios a través de analogías y ejemplos.

¿Qué mejor manera de comprender el inmenso Amor de Dios que comparándolo a un Padre?

Ahora bien, considerar como verdad inamovible que Dios es un padre, es definirlo del género masculino, es decir tiene sexo y no puede ser femenino, con lo cual le estamos poniendo límites, y si tiene límites, entonces no es el Verdadero Dios.

Cristo nos enseñaba con parábolas, no con verdades absolutas, y el propio San Pablo nos dice:

 Cuando yo era niño hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre dejé como inútiles las cosas de niño (1ª Corintios, 13 : 11 – 12)

Hay una parábola, atribuida a Buda, que ilustra muy bien lo que quiero dar a entender:

Érase una vez cuatro ciegos y un elefante. Cada uno de ellos tocó una parte del animal. El que tocó la trompa dijo que era una serpiente pitón. El que tocó la cola, que era una liana. El que tocó las patas, que eran cuatro árboles. Finalmente, el último tocó las orejas y afirmó que eran dos abanicos gigantes.

Como cada uno sabía muy bien lo que había tocado, estaba convencido de su verdad e intentó convencer a los demás de lo equivocados que estaban. Pero como todos estaban convencidos de sus verdades, no hubo acuerdo, discutieron, gritaron y finalmente llegaron a las manos… para nada, porque ninguno tenía razón.

 

Esto mismo nos ocurre con Dios. Intentamos explicarlo y le ponemos límites, tomamos como verdades absolutas lo que en realidad deberían ser analogías, ponemos a Dios márgenes, pero ya hemos visto que si Dios puede ser definido, entonces no es el Verdadero.

Adoramos el ropaje con que lo disfrazamos, pero no a Dios.

Y es aquí donde entran en función las parábolas sobre los talentos y las minas que nos enseña Jesús: cada uno lo adoramos según nuestro propio discernimiento, y cada sistema es válido a nivel individual.

            (El Reino de Dios) es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Llegándose también el de los dos talentos dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: “Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo”. Mas su señor le respondió: “Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí, debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará”. (San Mateo, 25: 14 – 30)  (Versión de la Biblia de Jerusalén)

No está el fallo pues en la forma de adoración sino en que nos estanquemos. Otro nivel de lectura de la parábola puede referirse a la evolución espiritual de cada uno de nosotros.

Entonces qué, ¿tan funesto es que accediera la Iglesia a permitir la veneración de santos y vírgenes? ¿A considerar los ídolos como iconos? ¿A convertir el cristianismo en un paganismo camuflado? ¿A falsificar los Diez Mandamientos de la Ley de Dios?

Lo he dicho antes.

Son perifollos.

También lo es discutir si Jesús fue un hombre (extraordinario, pero humano al fin y al cabo) o si fue Dios encarnado, o si se casó con María Magdalena o permaneció soltero. Porque cuando dice que sólo a través de él se alcanza la salvación, no se refiere a él como persona sino a sus enseñanzas. Recordemos la puntualización del Sermón de la Montaña:

No todo el que me dice: ¡Señor! ¡Señor! Entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor! ¡Señor! ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos arrojado a los demonios y hecho milagros en tu nombre? Entonces yo les diré: “Nunca os conocí. Apartaos de mí, agentes de injusticias”. (Mateo 7: 21 – 23)

 

2.10.2.- Las influencias cristianas en el Imperio Romano

La influencia fue recíproca. Cuatro siglos de predicación del Evangelio, pese a todas las imperfecciones de los cristianos, habían dejado una huella cuyas influencias se notaban cada vez más en la vida social. La doctrina del hombre creado a imagen de Dios impuso restricciones a la costumbre de marcar a los esclavos en la cara e inició la serie de medidas que, finalmente, darían fin a la esclavitud misma. Comenzaron las medidas tendentes a la protección de los niños abandonados por sus padres y a la salvaguardia de la santidad del matrimonio.

El mundo greco-romano en el cual apareció el cristianismo a menudo era inhumano y cruel.  Los más débiles y los enfermos eran repudiados.  Las prácticas de aborto, infanticidio y envenenamiento eran bastante comunes.

No fue hasta que Constantino concedió el primer Edicto de la Tolerancia en el 311, que los cristianos pudieron mostrar públicamente sus convicciones éticas y realizar la reforma social[4].  Desde el siglo IV hasta el tiempo presente, los cristianos se han destacado tanto por su labor en planear, localizar y construir hospitales, como por sus esfuerzos en levantar los fondos.  Las ciudades con una representación significativa de cristianos ya habían empezado a cambiar las actitudes prevalentes, y ya habían comenzado a construir los hospicios (casas de huéspedes para enfermos y minusválidos crónicos).

Los relatos de estas demostraciones de preocupación por los demás por parte de los cristianos, tuvieron un enorme impacto, incluso antes del decreto de tolerancia de Constantino.  Clemente, un líder cristiano en Roma al final del siglo I de la era cristiana, cuenta como la comunidad cristiana ya estaba haciendo mucho para aliviar el sufrimiento de las pobres viudas.  En el siglo II cuando la plaga golpeó la ciudad de Cartago, las familias paganas echaban a las calles a los que sufrían.  La comunidad cristiana por completo respondió, liderados por su obispo en persona.  Se les podía ver en las calles, ofreciendo consuelo y acogiéndoles en sus propios hogares para cuidarles.  Unas cuantas décadas después de Constantino, Juliano el Apóstata[5] afirmó que si se quería lograr mantener la religión antigua, tendrían que cuidar de la gente aún mejor de lo que lo estaban haciendo los cristianos.

A la vez que aumentaba la libertad política, también lo hacía la actividad cristiana.  A los pobres se les alimentaba y se les enterraba gratuitamente.  A los huérfanos y las viudas se les protegía y se les proveía para sus necesidades.  Cuidaban a los ancianos, prisioneros, esclavos enfermos y a otros marginados, especialmente a los leprosos.  Estos actos de generosidad y compasión impresionaron a muchos escritores y filósofos romanos porque ni siquiera los médicos estábamos libres de culpa: a principios del siglo IV, por los años en que nació San Macario, apareció el texto Medicina Plinii, que comenzaba con un prólogo en el que se criticaba a los médicos por sus fraudes y codicia, afirmando que venden muy caros malísimos remedios[6]. De ahí lo llamativo e importancia de la actividad de la Iglesia en esta cuestión durante una época en la que el Imperio Romano se vio azotado por diversas epidemias. En vida se San Macario se produjeron la del año 302, llamada “ántrax” por Eusebio de Cesárea, que arrasó el mundo romano y la de viruela en el 312, la cual también causó una gran mortandad. Las guerras, la hambruna y las enfermedades caminaron paralelas en la desintegración del Imperio Romano.

En el 369, por los años en que San Macario sufría la persecución arriana, San Basilio de Cesárea fundó un hospital con capacidad para 300 camas.  Este fue el primer hospital a gran escala para los enfermos y minusválidos graves.  Allí se cuidaba a las víctimas de la plaga.  Tenían lugares de acogida para los pobres y ancianos, unidades de aislamiento, salas para viajeros enfermos, y una casa para leprosos.  Fue el primero de muchos, construido por la Iglesia.

En la llamada Edad Oscura (476-1000), los gobernantes influidos por principios cristianos, promovieron la construcción de hospitales.  Carlomagno decretó que cada catedral debería tener adjunta una escuela, un monasterio y un hospital.  Los miembros de la Orden Benedictina se dedicaban al servicio de los enfermos graves, para ayudarles tal como haría Cristo.  Los hospitales monásticos se fundaron basándose en este principio. No debe de extrañar por tanto que San Juan XXIII escribiera con toda razón[7]:

Nada, pues, tiene de extraño que la Iglesia católica, siguiendo el ejemplo y cumpliendo el mandato de Cristo, haya mantenido constantemente en alto la antorcha de la caridad durante dos milenios, es decir, desde la institución del antiguo diaconado hasta nuestros días, así con la enseñanza de sus preceptos como con sus ejemplos innumerables; caridad que, uniendo armoniosamente las enseñanzas y la práctica del mutuo amor, realiza de modo admirable el mandato de ese doble dar que compendia por entero la doctrina y la acción social de la Iglesia.

            En conclusión, pese a la infiltración del espíritu y las maneras paganas en la Iglesia, y pese a la propia decadencia espiritual de ésta, el poder del Evangelio hizo su impacto en el Imperio y aún más allá de sus fronteras. Aunque con  notorios fracasos, fue la presencia de la Iglesia y su testimonio los que alimentaron la visión ética y humanitaria de Occidente. Pero igual de importante que la influencia de la Iglesia, en el establecimiento de la valía de la persona y en la promoción de la fe y la justicia, fue el llamamiento bíblico a la transformación del corazón del ser humano.

En el centro del Antiguo y del Nuevo Testamento está la declaración de que lo más esencial para el alma humana es la conversión individual,   nacer de nuevo como respuesta al llamamiento del Espíritu Santo. Esta respuesta individual determina el destino eterno de cada persona. Este énfasis bíblico en la conversión personal confirma la impresionante valía y dignidad de la persona. Cada uno es responsable de su propio destino espiritual. El llamamiento bíblico a una conversión personal fue la causa, a medida que transcurrían los siglos acercándose al presente, del énfasis en la libertad y la dignidad individual que apareció en Occidente.

2.11.- Teodosio el Grande – El Catolicismo triunfa

Como se ha comentado, durante el siguiente medio siglo se sucedieron importantes luchas religiosas entre el catolicismo y el arrianismo, con un intento fallido de regresar al paganismo.

Ya en la ancianidad de nuestro patrón, Teodosio el Grande (379 – 395), nacido en España, convierte la religión cristiana católica en la oficial del Estado en el año 380. Su edicto obligaba a todos los súbditos del Imperio a profesar la fe Católica. Concretamente el edicto de Tesalónica dice:

Está de acuerdo con nuestra voluntad que todos los pueblos sometidos a nuestra benevolencia se vinculen a la fe que ha sido transmitida a los romanos por el apóstol Pedro, la que profesan el pontífice Dámaso y el obispo Pedro de Alejandría, hombres de santidad apostólica. Creemos, de acuerdo con la instrucción apostólica y la doctrina evangélica, en la Santa Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El que siga este mandamiento deberá reclamar el título de cristiano católico. Todos los demás son heréticos y tachados de infamia, y sus lugares de reunión no tienen el derecho de llamarse iglesias. Dios se vengará de ellos y habrán de enfrentarse a las represalias que judicialmente vamos a establecer.

[1]  J. H. Newman. An Essay on the Development of Christian Doctrine, pp. 359, 360.

[2]  Tal dan a entender las parábolas de los talentos y las minas.

[3]  Celebrado en tres períodos separador por intervalos de varios años, abarcó desde 1545 a 1563. Su finalidad fue combatir la Reforma protestante y reformar la disciplina de la Iglesia. De las decisiones que se adoptaron nació la Iglesia Católica moderna.

[4] Rosie Beal-Preston. “Contribución cristiana a la Medicina”. Tomado de Internet.

[5] Había llegado al poder en 355 d.C., fue el último emperador romano que intentó reinstituir el paganismo.

[6]  José María López Piñero. “La Medicina en la Historia”. La Esfera de los Libros S.L. 2002.

[7]  Papa Juan XXIII. “Mater et Magistra”. Carta Encíclica. 1961.

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