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03
julio
MUY NOBLE (4)

Capítulo 4

 

En donde se habla de la toma de Valencia y termina la narración

 

No sabría decir en qué momento concreto realizamos la acción por la cual nuestro muy alto rey don Jaime nos concedió el título de Muy Noble, porque los hechos fueron muchos y varios y todos procuramos que en ellos el honor andorrano prevaleciera sobre los miedos particulares, animándonos unos a otros. Sin embargo, no andaría descaminado si fue debido a la misma toma de la ciudad de Valencia, porque ninguna campaña de la guerra fue tan desorganizada y nuestros enemigos mayores en número, con lo que he de decir que la conquista fue obra de Dios, que nos hizo la gracia.

En las cortes de Monzón de 1236 se había acordado convocar a la hueste de Teruel para la Pascua Florida de 1237, que cayó el 17 de abril, y por otro lado se enviaron emisarios a Roma para que gestionasen la proclamación de la cruzada.

A raíz de la rápida respuesta de los vasallos aragoneses el ejército se puso en marcha antes de que los cruzados extranjeros llegaran. Mas éramos tan débiles que el rey don Jaime temió ser derrotado, con lo que se limitó a fortificar el Pueyo de Santa María, donde quedamos asentados en junio del año de gracia de 1237. Allí, a primeros de año, reunió a sus caballeros y prometió solemnemente la conquista de la ciudad, nos no pasaremos Teruel ni el río de Tortosa hasta que hayamos tomado Valencia, repetían sus palabras entre las huestes.

En abril nuestro señor rey puso sitio a Valencia. Éramos 140 caballeros de paraje, 150 almogávares y mil de a pie, y aunque se nos unieron entonces más caballeros de Aragón y Cataluña y los cruzados de la Occitania, Alemania, Hungría, Italia e Inglaterra, seguíamos siendo insuficientes para aquella ciudad bien amurallada y pertrechada, y que poseía muchos caballeros sarracenos y muchos ballesteros y otros hombres de armas. No obstante, nuestro señor rey confió en la misericordia de Dios, porque no era de ley que nos abandonara frente a los infieles. Y así, cristianos y musulmanes morían a golpes de lanzas y de espadas y hacíanse cabalgadas apresándose gran número de sarracenos y de ganado al tiempo que los trabucos lanzaban grandes rocas día y noche contra la ciudad.

Sin embargo, Valencia resistía porque había solicitado ayuda al rey de Túnez contra cuyas fuerzas hubimos de batirnos aquel agosto. Y entonces se precipitaron los acontecimientos. Temerosos de que recibieran nuevos refuerzos, dos ricos hombres del rey, don Pedro Ferrandis de Azagra y don Exímenes de Urrea con un pequeño ejército de voluntarios, entre los cuales estábamos los andorranos, nos apoderamos de Silla, una torre que domina la parte meridional de la Huerta y fundamental para la defensa. Combatímosla bien durante siete días y el octavo retiráronse. Era el 17 de agosto y cinco días después la ciudad pidió un armisticio, capitulando el 28 de septiembre del año de gracia de 1238. Nuestro señor rey firmó los documentos el día 30, pero la entrada oficial en Valencia fue el 9 de octubre, día de San Dionisio.

La conquista del reino se completó con las campañas de Alcira y Játiva en 1244 y de Biar en 1245, con lo que fueron diez años de luchas por mar y tierra. Diez años sufriendo lluvias, vientos, truenos, hambres, fríos y muertes; apoderándonos de villas, castillos, burgos y lugares de las montañas y los llanos. Diez años para conquistar aquel sueño que al final no fue para los aragoneses. Nos pertenecía por derecho de conquista, pero temeroso de que la nobleza aragonesa adquiriera así un poder peligroso para el propio rey, don Jaime creó el reino de Valencia otorgándole sus propios fueros. Remató su persecución a los aragoneses con la concesión a Cataluña de las siguientes regiones aragonesas: desde la ciudad de Lérida hacia el sur y todas las tierras de Tortosa hasta la desembocadura del Ebro. Aún nos quitó más territorios, aunque éstos fueron devueltos por sus sucesores después de diversos pleitos.

Es una ironía que nuestro muy alto rey don Jaime, que se portó con sus vasallos aragoneses igual que el rey de Castilla con el Cid, premiando nuestra lealtad con la traición, fuera quien nos concediera el título MUY NOBLE, cuando él no lo fue. Aún recuerdo como comenzaba:

Sepan todos que Nos, Jaime, por la gracia de Dios rey de Aragón, de Mallorca, de Valencia, conde de Barcelona y señor de Montpellier…

 

FIN

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