26
mayo
MUY NOBLE (2)

Capítulo 2

En donde tenemos una visión de cómo era Andorra a principios del siglo XIII

 

Como decía, la toma de Valencia era un antiguo sueño aragonés y el espíritu fronterizo de nuestra comarca había favorecido acciones aisladas de caballeros y peones sobre el reino musulmán, favorecidos desde que en 1224, tenía yo entonces ocho años, se produjeron en Valencia movimientos de dispersión de la autoridad, con la aparición de pequeñas taifas y el consecuente debilitamiento del reino. Abú Zeyt aún conservaba el poder en Valencia, pero había trasladado su gobierno a Segorbe. El rey don Jaime siempre detuvo las acciones guerreras de los aragoneses, temeroso de que los nobles hiciéranse demasiado poderosos poniendo en peligro el poder real. En cambio, consiguió en las Cortes de Barcelona de 1228 el acuerdo para la conquista de Mallorca, empresa en la cual nosotros los aragoneses no estábamos interesados. Así fue como, en la conquista de las islas, sólo participaron algunos nobles aragoneses a título personal, y como, un año después, los catalanes se opusieron a la conquista de Valencia, con lo que ésta fue una empresa aragonesa, como aquella catalana.

Aquel año de gracia de 1229 el rey don Jaime pactó con Abú Zeyt el Tratado de Calatayud, lo que llevó al sometimiento de Castellón y a que Blasco de Alagón atacara Morella y Aras. No obstante, hasta su excomunión, nuestro señor rey no estuvo mayormente interesado en conquistar Valencia.

En todo esto pensaba mientras miraba por la ventana del dormitorio. Daba al oeste y desde ella veía los espesos bosques de encinas que rodean nuestra villa y el barrio morisco, en donde había jugado en mi infancia con chiquillos cuya única diferencia conmigo era que no reconocían a Nuestro Señor Jesucristo como Hijo de Dios y Dios mismo, aunque sostienen que es el mayor profeta de Dios después de Mahoma. A mis padres, como buenos cristianos, nunca les gustó mi confraternidad con ellos y decían que bien está que los toleremos, pero que no es de ley cultivar su amistad, porque, al igual que una manzana podrida corrompe las sanas, también las herejías emponzoñan los corazones puros. Y todos en el reino debían pensar igual, porque los moriscos son respetados pero no se mezclan con nosotros con lo que, aún dentro de las villas, y la nuestra no es excepción, vivimos en barrios separados. Y otro tanto puede decirse de los judíos, pese a ser peor vistos porque son quienes crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo como todo el mundo sabe.

Las mañanas eran ya frescas y la brisa sobre la piel desnuda creaba que adquiriera aspecto de gallina y, sin embargo, no me recogí para proteger mi torso porque aquel amanecer acaso fuera el último que viera tan hermoso en mucho tiempo. Los techos del barrio morisco íbanse iluminando a medida que surgía el sol como un preludio de lo que iba a venir, pasando del negro de la muerte al dorado glorioso y, por último, al rojo sangre en aquellas construcciones, más modestas que las cristianas, porque mientras éstas tenían los cimientos de piedra, aquellas eran básicamente adobe y más semejaban mases que lugar mismo, por lo que los cristianos solemos llamar al barrio morisco las masadicas royas, aunque no es este su verdadero nombre porque siempre, desde que tengo noticias, se ha llamado a la población Andorra.

El humo que surgía de las chimeneas evidenciaba que sus habitantes empezaban a mover para sus quehaceres cotidianos. Otro tanto ocurría en el castillo y vi pasar a más de un peón con cara de sueño dirigirse a las caballerizas, lo que hasta los catorce años siempre me mantuvo intrigado, puesto que son soldados de a pie. El castillo no era nuestro aunque vivíamos en él, ya que mi padre era el alcaide. No podía compararse a las maravillosas construcciones que existen repartidas por todo el reino, pero era robusto y cumplía su cometido de plaza fuerte. Habíase construido hacía unos ochenta años, cuando toda esta comarca se convirtió en la extremadura, digo, la frontera, entre las tierras aragonesas y las de Valencia. Ubicado sobre una roca, que servía de cimientos, dos partes daban al barranco, por la tercera se podía llegar a pie y en la cuarta estaba adherida la iglesia de Nuestra Señora María Magdalena, construida por las mismas fechas. Tampoco puede compararse, con su forma rectangular, su ábside cuadrado y su cubierta de madera, a otras tan magníficas como la de Jaca, pero tampoco hay que olvidar que Nuestro Señor Jesucristo prefirió nacer en un establo antes que en un palacio, y la iglesia andorrana fue construida con todo el amor hacia Nuestro Señor Dios y su bendita madre madona Santa María.

Alrededor estaba la población, primero la cristiana, después el barrio de los musulmanes, otro más pequeño donde vivían los judíos y, ya en las afueras, la ermita de nuestro señor San Julián, cuya advocación trajeron nuestros abuelos al descender de los Pirineos.

 

 

 

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