15
enero
AGRESIVIDAD Y ALCOHOL

LA AGRESIVIDAD Y SUS CIRCUNSTANCIAS

El  tema de la agresividad y/o violencia es muy complicado de tratar por la sencilla razón que es demasiado extenso. En primer lugar, ¿son innatas o se aprenden?

 

Caso “a”: La Agresividad y la Violencia son innatas

En este caso tenemos connotaciones religioso-morales, como ocurre en el cristianismo, ya que si son innatas quiere decir que la humanidad es perversa en su esencia y por tanto está en su naturaleza ser malvada.

Como el hombre es malo por su naturaleza (pecado original) necesita ser salvado, de aquí un Dios Redentor, que en el cristianismo muere por nuestros pecados.

 

Caso “b”: La Agresividad y la Violencia se aprenden

La agresividad se aprende, por tanto no es innata.

Todos nacemos con el potencial de ser violentos y crueles, pero también bondadosos y compasivos. Que nos decantemos hacia uno u otro dependerá del medio ambiente, de la sociedad y de la civilización que hemos creado.

 

CONSIDERACIONES SOBRE ESTAS DOS TEORÍAS

No se puede negar que la agresividad forma parte de la historia humana y por extensión de cualquier animal, ya que está relacionada con la supervivencia del individuo cuando éste ve su vida en peligro. Así pues la agresividad sería parte de la propia humanidad como especie animal, no teniendo nada que ver con la civilización ni la cultura.

La agresividad y la violencia, por tanto, están impresas en nuestros genes y son lógicamente innatas. Pero esto no quiere decir que la humanidad sea perversa, de la misma manera que un cuchillo no es, por él mismo, un arma; todo dependerá del uso que hagamos de él. Entramos, de esta forma en la cultura y la civilización, que serán en cierta manera las reguladoras de la agresividad y la violencia. Por tanto, ambas (su uso) se aprenden. Así se puede hablar de una socialización de la agresión, porque todas las sociedades humanas tienen reglas para limitar la manera y dirigir la agresión que puede expresarse. Estas normas cambian de  una sociedad a otra. Por tanto, para comprender el papel de las motivaciones agresivas en la conducta de un determinado individuo es preciso examinar la cultura en que fue socializado, prestando atención además en los grupos sociales en los que se movió, incluso en la familia en que se crió, ya que en todas estas agrupaciones podemos encontrar las causas de su agresividad.

 

TIPOS BASICOS DE AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA

Podemos hablar ya de una clasificación básica de la agresividad y la violencia:

  • Una normal, que reside en los genes y que tiene relación con la supervivencia del individuo.
  • Otra anormal, que es la agresividad mediatizada por la civilización y la sociedad.

Es indudable que cuando hablamos de violencia y agresividad todos nos referimos a la segunda.

Se podría hablar de una tercera, patológica, en los enfermos mentales, sin embargo ésta no tiene la importancia de la segunda.

 

AGRESIVIDAD Y CIVILIZACIÓN

Nos guste o no el hombre no deja de ser un animal, un primate del género Homo, con casi el 99 % de ADN común al del chimpancé. Este 1 % de diferencia no nos hace en absoluto especiales, pero sí lo bastante diferentes como para considerarnos superiores a los demás.

Se podría decir que es la soberbia la nos hace diferentes, la que nos hace negar nuestra animalidad, la que nos hace creer que tenemos un alma inmortal que negamos al resto de animales… Y dado que todo primate tiene un líder, el hombre se ha inventado uno: Dios, y lo hemos creado a nuestra imagen y semejanza[1]: lo hemos pintado justo, sabio, bueno, omnipotente, pero también caprichoso, cruel y vengativo… le hemos endiñado todas nuestras debilidades.

El hombre se podría definir, por tanto, como un animal social, cultural y autodomesticado. Autodomesticado por nuestras propias leyes destinadas a regular nuestro comportamiento para una mejor convivencia social[2].

Algunos autores, por la descripción que hemos hecho, consideran al ser humano un animal especialmente agresivo y ponen en la palestra el porcentaje de muertes violentas, maltratos a mujeres y niños, violencia racista, destrucción de bienes públicos, guerras, torturas, etc, etc.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿El hombre es violento porque la sociedad es violenta o ésta la ha creado el hombre porque él es violento? La respuesta, como he dicho al principio, es complicada, porque así como existe la capacidad de hacer el mal existe el amor, el compañerismo, la compasión, la bondad…

La felicidad del individuo y la sociedad depende en gran parte del amor, pero no siempre se comprende que para amar a los demás como a uno mismo es necesario comenzar con uno mismo.

Estas palabras que encontramos en el taoísmo las han dicho también San Agustín y el Dalai Lama. Ahora bien, el hecho de que nos amemos nosotros mismos primero antes de amar a los demás no debe llevarnos a dejarnos dominar por este sentimiento y caer en el extremo del egoísmo, sentimiento negativo y fuente de muchas de las violencias humanas. Porque todos los extremos son incompatibles con el equilibrio al poner un peso excesivo en un lado o en el otro, ya sea religioso, político o moral. Todos los extremos contienen un determinado grado de patología, un desequilibrio y exceso emocional o mental: imposibilitan sus propios fines al despertar una poderosa oposición y dar lugar al fanatismo y la intolerancia.

Este punto medio, este equilibrio, aparece en la filosofía de Confucio, de Aristóteles, en el taoísmo y el budismo entre otros.

A pesar de tener la capacidad del bien no se puede negar que nuestra civilización estimula la agresividad, no la misericordia, como demuestra el culto a la competitividad de nuestra sociedad.

 

CONCLUSION Y CONCEPTO BÁSICO

Valga todo lo dicho como una muestra de la dificultad de tratar someramente la agresividad. El tema es demasiado amplio y serían necesarios numerosos libros para tratarla como se merece, ya que tiene implicaciones morales, religiosas, biológicas, sociales, culturales, etc.

No obstante sí nos hemos de quedar con un concepto básico: la agresividad es innata porque existe en cualquier animal, teniendo relación con su supervivencia, pero está regulada y mediatizada por la civilización y la cultura.

 

DESENCADENANTES DE LA AGRESIVIDAD

Diversas situaciones conducen hacia un comportamiento agresivo e incluso violento, como son el miedo, la codicia, la envidia, pero también la veneración del estatus social (luchas de clase), el lujo y en definitiva el desequilibrio de cualquier exceso.

Como desencadenantes de la agresión hacia una persona determinada podemos considerar también la propia civilización. Un ejemplo de esto es la violencia a la niños.

Los niños desde los albores de la civilización han sido objeto de abandono, de abuso y de violencia indiscriminada por parte de sus mayores y especialmente de sus padres. Esto nos lleva a que la agresión a los niños, al igual que a las mujeres, ha sido promovida por nuestra civilización hasta hace muy pocos años[3] y continúa siéndolo en muchas regiones del planeta.

La violencia a los niños y mujeres nos conduce a la violencia doméstica. Como desencadenantes de la violencia familiar tenemos entre otros:

 

  • ansia irracional de dominio, de control y de poder sobre la otra persona
  • personalidad antisocial
  • paranoia
  • impulsividad
  • baja tolerancia a la frustración
  • sentimientos de inferioridad o de insuficiencia
  • infancia violenta
  • DEPENDENCIAS: alcohol y otras drogas; ludopatía…

 

El poner las Dependencias en mayúsculas no es porque sean las más importantes, sino porque es el tema que nos interesa en este trabajo.

Recapitulando: las Dependencias no son causa de violencia. Son desencadenantes, pero en absoluto causa, porque, como hemos visto, la agresividad y la violencia tienen sus componentes propios independientemente de las adicciones. Esto es importante, porque un violento continuará siéndolo por muy rehabilitado que esté (aunque quizá menos). En cambio, un no-violento dejará de serlo tan pronto se rehabilite.

 

LA VIOLENCIA EN EL ALCOHOLISMO

Quedando claro que las Dependencias son desencadenantes y no causa de la violencia, ¿cómo (quedándonos ya con el alcohol) emerge esa violencia latente que todos tenemos en los genes?, porque no hay duda de que el alcoholismo y la agresividad están relacionados y que todos los enfermos alcohólicos son agresivos ya sea a nivel físico o psicológico.

Sin embargo no es tan simple, porque el alcohol crea violencia sin que uno sea alcohólico, tan solo ha de beber más de la cuenta. Y un ludópata tiene la misma agresividad que un alcohólico sin beber ni una gota.

 

NEUROFISIOLOGIA DE LA VIOLENCIA EN EL ALCOHOLISMO

1.- Agresividad por la Farmacología del alcohol

El alcohol ejerce su principal acción sobre el sistema nervioso central. La acción aparentemente estimulante de esta sustancia es una consecuencia de la depresión primaria de los centros superiores del cerebro, lo que da lugar a un comportamiento desinhibido. La corteza cerebral se libera así de su control integrador. En consecuencia los diferentes procesos relacionados con el pensamiento se desarrollan en forma caprichosa y desorganizada y el desempeño normal de los procesos motores se interrumpen.

Los primeros procesos mentales afectados son los que dependen del aprendizaje y la experiencia previa que constituyen la sobriedad y el buen comportamiento social. Los grados más finos de discriminación y el criterio se atenúan y luego se pierden. La confianza se fortalece, la personalidad se hace expansiva y vivaz y el habla puede hacerse elocuente y ocasionalmente brillante. Los cambios de estado de ánimo son incontrolados y los estallidos emocionales frecuentes. Estos cambios psíquicos se acompañan de perturbaciones sensitivas y motoras.

En otras palabras, que el autocontrol que cada ser humano ejerce sobre su manera de comportarse queda muy debilitado o incluso desaparece, con lo cual el control sobre las emociones está alterado en el consumo de alcohol.

 

2.- La agresividad en la adicción

2.1.- El sistema límbico y las emociones

El área cerebral que regula las emociones es el sistema límbico principalmente[4].

Las emociones se reflejan tanto en la conducta como en la experiencia subjetiva del organismo. Así, por ejemplo, la conducta ante una emoción de ira es distinta a la que se tiene ante la tristeza, y la visión subjetiva que se tiene, ante las circunstancias que han generado ambas emociones, también es distinta. Es decir, que las emociones son siempre de naturaleza subjetiva, ya que no todos presentan la misma emoción ante una misma circunstancia, así mientras uno se emociona, otro permanece indiferente y se le considera un ser frío.

El neurotransmisor implicado en la emoción es la adrenalina. Ahora bien, la administración de ésta en sujetos voluntarios[5] en estado de calma, les generó los efectos fisiológicos (palpitaciones, temblores, etc.), pero todos describieron la experiencia como carente de emoción. Es decir, se sentían trastornados en su interior, pero no experimentaron un sentimiento de emoción. Este dato nos está diciendo que todavía no conocemos todos los mecanismos implicados en las emociones. Pero de lo que no hay duda es que cualquier pensamiento, movimiento o emoción está regulado por las células nerviosas del cerebro. La información y/u órdenes se transmiten de neurona a neurona a través de los elementos conocidos con el nombre de neurotransmisores; la adrenalina es simplemente una de ellos.

Por otro lado, toda información y su respuesta por parte del organismo está localizada en regiones cerebrales concretas. De esta forma, las emociones están ubicadas preferentemente en el sistema límbico, como ya he citado al inicio del apartado, el cual tiene mucha importancia también en el mecanismo de las Dependencias. En realidad, la Dependencia o Enfermedad Adictiva se podría definir como una Enfermedad Adquirida y Autoinducida[6] de la Neurotransmisión Cerebral, debido a la actividad de los elementos con capacidad adictiva.

 

2.2.- Neurotransmisores implicados en la Dependencia

Son diversos los neurotransmisores que intervienen en esta enfermedad  y con toda seguridad no los conocemos todos. No obstante, en la actualidad se puede presentar el siguiente cuadro comparativo:

 

Neurotransmisores conocidos con los que interactúan las drogas
Noradrenalina Dopamina Encefalinas Serotonina Gaba Acetilcolina
Opiáceos

Cocaína

Anfetaminas

Alcohol

Cannabis

Nicotina

Cafeína

Cocaína

Anfetaminas

Alcohol

Cannabis

Opiáceos Anfetaminas

Barbitúricos

Metacualona

Cannabis

Alucinógenos

Alcohol

Barbitúricos

Benzodiacepinas

Metacualona

Metacualona

Cannabis

Alucinógenos

En la tabla podemos ver cómo distintas drogas actúan sobre idénticos elementos, siendo uno de los más comunes las catecolaminas[7], a cuya familia pertenece la adrenalina, la cual, si recordamos, la hemos visto relacionada con la emoción.

 

2.3.- Neurotransmisores implicados en la Agresividad

Hay diversos factores que intervienen en la Agresividad, como son genéticos, neuroendócrinos, etc., no únicamente los neurotransmisores, pero éstos son importantes porque son los mismos que vemos implicados en las Dependencias.

Los neurotransmisores tienen un papel mediador en el soporte del comportamiento agresivo. De éstos, caben señalarse: la serotonina, las catecolaminas, la acetilcolina y el Gaba. Si los comparamos con el cuadro de Dependencias, vemos que son exactamente los mismos.

 

Neurotransmisores conocidos en:
Dependencias Agresividad
Serotonina

Catecolaminas (dopamina, noradrenalina)

Acetilcolina

Gaba

Encefalinas

Serotonina

Catecolaminas (dopamina, noradrenalina, adrenalina)

Acetilcolina

Gaba

3.- Conclusión

A modo de resumen podemos dividir la violencia en el alcohol en dos clases con actividad neurofisiológica diferenciada:

  1. La agresividad que depende de las propiedades farmacológicas del alcohol, que actúan deprimiendo el control de la corteza cerebral. Es un tipo de violencia que aparece en un bebedor casual. No hace falta que se padezca la enfermedad alcohólica.
  2. La que depende de la adicción y está relacionada con las alteraciones de los neurotransmisores a nivel del sistema límbico. En esta violencia sí se es alcohólico, pero no es debido al alcohol en sí, sino a la Enfermedad Adictiva, porque es una violencia común a cualquier Dependencia.

 

Violencia en al alcohol
Debido a su farmacología Debido a la enfermedad adictiva
Centro de actuación: corteza cerebral

Tipos agresivos:

–          bebedor casual

–          alcohólico

Centro de actuación: sistema límbico

Tipos agresivos:

–          alcohólico

–          ludópata

–          dependiente otras drogas

–          compra compulsiva

 

LA VIOLENCIA EN LA DEPENDENCIA

La agresividad que es propia de la Dependencia no depende del alcohol ni de ninguna sustancia, ya que es implícita de la propia Adicción como Enfermedad.

Esta violencia la podemos subdividir en dos:

  1. La del dependiente hacia la familia[8]
  2. La de la familia hacia el dependiente[9]

La consecuencia de esta violencia en dos direcciones es el odio que puede surgir en la familia como producto de la adicción.

El comportamiento del adicto afecta directamente a las personas de su entorno cercano y éstas intentan adaptarse a las nuevas circunstancias. Así, mientras él está enfermo por culpa de su adicción, la familia está enferma por culpa suya, por su comportamiento hacia ella, adquiriendo a su vez un comportamiento típico que ha llegado a denominarse codependencia.

De esta manera si la Dependencia es la enfermedad que sufre el adicto, la Codependencia es la enfermedad que sufren sus familiares más cercanos, máxime si conviven bajo el mismo techo.

La enfermedad codependiente se traduce básicamente en trastornos psicológicos, abarcando diversas perturbaciones emocionales, que paulatinamente van a ir empeorando.

Las características de la codependencia son con mayor frecuencia[10]:

  • la conducta es debida a las circunstancias y no por decisiones voluntarias
  • inadecuado manejo de sentimientos
  • baja autoestima
  • comportamiento compulsivo
  • su interrelación con otras personas está alterada (sentimientos de culpa, ansiedad, etc.)
  • estrés
  • enfermedades psicosomáticas
  • depresión

A todas estas características hay que añadir la AGRESIVIDAD que sienten hacia el cónyuge dependiente[11].

 

Ejemplo de génesis de la violencia en la adicción alcohólica

 

Si bien la enfermedad es la misma siempre el enfermo no lo es, cada uno es un mundo, de aquí que el presente ejemplo es uno de tantos que se pueden emplear.

En un proceso evolutivo, cuando las relaciones entre el hombre consumidor[12] y su esposa empiezan a deteriorarse, el enfermo puede empezar a preguntarse ¿qué espera su mujer de él?; lleva dinero a casa, la mantiene, mantiene a los chicos, es un buen marido… ¿qué más quiere?. Luego creerá que lo que ocurre es que está loca y tanto se lo machacan que ellas, ante sus nervios alterados, sus tensiones y ansiedades, acaban por creérselo también; pero después resulta que, no es que esté loca, no, es que su mujer les ha cogido manía, y quedan convencidos de que entre todas las mujeres de La Tierra les ha tenido que tocar la peor. Algunos llegan a cogerles auténtico odio. Terminan por no dirigirse la palabra y si lo hacen es para discutir de malas maneras. Ya no hay comunicación entre ellos, la familia está completamente rota.

El matrimonio se ha convertido en algo violento, es una guerra continua en la que se hacen daño los dos. Una violencia que puede ser física, aunque no siempre; pero que sí es siempre psíquica. Y la violencia aparece tan pronto abren la puerta de casa. Hartos ya de los enfados de la mujer entran gritando ellos primero. Entran atropellando, un atropello que es en realidad autodefensa, gritan para que la familia no les grite a ellos, aplicando el consabido dicho de que la mejor defensa es un buen ataque. Y tampoco estos exabruptos son siempre verbales, un gesto dice en ocasiones más que mil palabras. Uno que entre, por ejemplo, y sin mediar palabra pase el dedo por el mueble, mirándoselo luego como si estuviera sucio, puede hacer más daño a su esposa que mil gritos, por todas las sutilezas y mensajes subliminales que dicho acto puede significar.

 

La violencia de la adicción en los hijos

Los hijos también son enfermos codependientes, aunque lo manifiestan de distinta manera y en ellos también encontramos la agresividad generada por la Dependencia, unas veces hacia el padre o la madre, otras hacia la sociedad.

La delincuencia, problemas escolares, rabietas, pleitos con los compañeros, rebeldía y retraimiento social son algunos de los padecimientos de los hijos de alcohólicos. Estos muchachos tienen una mayor probabilidad de mostrar reacciones emocionales inapropiadas, ambición material y emocional excesiva, hostilidad y falta de satisfacción consigo mismo, que los hijos de quienes no beben. Y son más propensos a ser dependientes de las drogas; a este respecto Rosenberg, en un estudio realizado en 1971, demostró un índice de alcoholismo muy elevado entre los padres de los adolescentes que abusan de las drogas.

En definitiva, la codependencia se manifiesta en los hijos también con alteraciones psicológicas, que puede ser motivo de tratamiento psiquiátrico en caso de aparición de rasgos neuróticos, como por ejemplo la inquietud o la depresión. Otras formas de manifestarse serían el psicosomatismo[13], problemas de conducta y la sociopatía. En estos casos puede aparecer delincuencia juvenil, gamberrismo, absentismo escolar, huidas del hogar e inestabilidad social.

No es de extrañar que, independientemente a la posibilidad de una influencia genética, un porcentaje termine alcohólicos ellos mismos o adictos a otras drogas.

Cabe señalar que, salvo excepciones, una gran parte de padres alcohólicos se preocupan muy poco de la salud emocional de sus hijos, y cuando lo hacen no lo relacionan con su consumo de alcohol.

Respecto a los malos tratos, como con los cónyuges, pueden ser físicos o psíquicos y muchas veces, en lo último, ni se dan cuenta que están maltratando a sus hijos; es típico, y he oído decirlo muchas veces, que nunca pegaban a sus hijos. Pero una mala respuesta, una mala mirada, un ¡vete de aquí!, también es una forma de maltratarlos. Y esto, aunque haya estudios que indiquen que es más frecuente en familias que sufren de pobreza crónica, lo encontramos en todas las capas sociales. A la larga, y por regla general, estos niños que han sufrido maltrato físico y/o psíquico quedan inclinados a educar a sus futuros hijos tal como los educaron a ellos.

Es curioso por otra parte que la inmensa mayoría de los pacientes alcohólicos, cuando vienen a rehabilitarse, sólo se preocupan de los hijos mayores, los menores nada, como son pequeños no se enteran de la película, ¡Nada más falso! Es posible que no comprendan el por qué ocurre, pero un niño, aunque solo tenga meses de vida, sabe bien quién lo quiere y quién no, quién le puede cuidar y quién le hace daño. Si es más mayorcito este hecho se incrementa, y verán horrorizados las discusiones entre sus padres;  aunque ignoren que es por la bebida, saben que sus padres se llevan mal, saben que ellos molestan al padre, saben cuando han de ocultarse de él; llegan a temerle, algunos con un miedo increíble que les ocasiona trastornos psicológicos… llegan a odiarle.

Y son el arma preferida en la lucha conyugal.

El enfermo dependiente, ya sea el padre o la madre, les deja hacer lo que les dé la gana, les consiente, los mima, los malcría, los utiliza para coaccionar a la esposa (o al marido), se sirve de ellos, los soborna y se los gana para tenerlos como aliados en su lucha contra el cónyuge en cuestión.

Y el hijo, si es adolescente y además un granujilla, cuando el progenitor dependiente intente ganárselo como aliado, no será raro que sea él quién explote al padre y a la madre en su propio beneficio jugando a dos bandas.

 

ENFOQUE FINAL

Enfoque porque no existe conclusión. Existe la pregunta: ¿qué podemos hacer con la violencia y el alcohol?

Como cualquier enfermedad se puede actuar en la Dependencia a dos niveles: preventivo y curativo.

 

1.- La prevención

Una memez, hablando claro.

Tal como muy bien ha explicado el Dr. Freixa en diversas Jornadas y yo mismo defendí en el I Congreso de Aragón sobre Alcoholismo, la prevención está abocada al fracaso, por la sencilla razón que no interesa a nadie, excepto a quienes padecen la enfermedad, tema éste, que podría titularse “Hipocresía de la Prevención”, porque existen demasiados intereses creados tanto económicos como políticos para que se haga prevención con seriedad.

Así pues, la prevención de la violencia en el alcohol también está destinada a fracasar.

 

2.- Tratamiento

Consiste en la Rehabilitación, tanto del Dependiente como del Codependiente, porque cada uno a su manera está enfermo y ambos necesitan las terapias, para eliminar las tensiones, rencillas y odios, que la enfermedad ha ocasionado en la familia.

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

  • Enric Alonso. “Hermano mono”. MUY Especial nº 63, pag 6-9. 2003
  • Maria Alvarez Riedweg. “La Codependencia, un contagio atípico”. Abatares, nº 28. Enero-Diciembre. 2005
  • Carlos Castilla del Pino. “Teoría de los sentimientos”. Tus Quest editores. 2000
  • Francesc Freixa i Sant Feliu. “Salud Pública y Drogodependencias”. III Jornadas sobre Alcoholismo para Técnicos Sanitarios y Educadores. 2004
  • Francesc Freixa i Sant Feliu. “Bebidas Alcohólicas y Salud Pública”. VII Congrès Català d’Alcohòlics Rehabilitats. Tortosa. 2005.
  • A. Gracia Ginés. “La Enfermedad Adicta”. III Jornadas sobre Alcoholismo para Técnicos Sanitarios y Educadores. Andorra. 2004
  • A. Gracia Ginés. “Las Asociaciones de Alcohólicos Rehabilitados ante las Dependencias”. I Congreso de Aragón sobre Alcoholismo. Zaragoza. 2005
  • A. Gracia Ginés. “Alcoholismo y familia”. Abatares, nº 22. Diciembre. 2000
  • Luis Rojas Marcos. “Las semillas de la violencia”. Espasa Calpe S.A. 1995
  • Universidad Autónoma de Madrid. “Tema 35 – La agresividad”. http://www.uam.es 2005
  • James O. Whittaker. “Psicología”. Interamericana. 1979

 

 

[1]  No estoy negando la existencia de Dios. Estoy negando nuestra visión de Dios.

[2]  Códigos penales, civiles, religiosos, etc.

[3]  Las actitudes hacia la infancia comenzaron a humanizarse a principios del siglo XX. Pese a todo, la envergadura real del problema de los malos tratos en la infancia no se reconoció colectivamente hasta la década de 1960, cuando se describió el “síndrome del niño maltratado”.

[4]  Hay más zonas cerebrales que intervienen también en la regulación de las emociones, como  la corteza cerebral que inhibe la emoción.

[5]  Experimento de Maranon de 1924.

[6]  Autoinducida inconscientemente en casi todas las ocasiones, ya que se la provoca uno mismo “sin querer”.

[7]  Dopamina y noradrenalina.

[8]  También cabe la posibilidad de que la ejerza hacia otros, pero es la familia, sobre todo el cónyuge, quien más la sufre.

[9] Suele ser como reacción, como respuesta a la del dependiente, pero no necesariamente.

[10]  Estos “síntomas” irán apareciendo a medida que empeore.

[11]  Esta agresividad no se encuentra tan a menudo si el adicto es un hijo. Y cuando existe se observa más en el padre que en la madre.

[12]  Utilizo el hombre por ser el caso más frecuente.

[13]  Los más frecuentemente registrados suelen ser enuresis, encopresis, cefaleas, mareos y dolores musculares.

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